Mi luz y mi salvación – Salmo 27:1

Meditación bíblica sobre Salmo 27:1 por el A.I. Saulo Murguía A.
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México

Hoy hablaremos del primer verso del Salmo 27.
Vemos que David, quien escribe este salmo, se refiere a la protección de Dios sobre sus enemigos.
Pero más allá de este significado directo, las frases de este verso contienen un significado más amplio.
Sabemos que nuestra salvación, en un sentido eterno, es por la gracia de Dios mediante la fe en Jesús.

David escribe:
Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré?
Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme?

«Jehová es mi luz» es un expresión profundamente personal. La luz es para hacer visible (revelar) algo que, sin iluminación, permanecería oculto en las sombras.

David afirma su intimidad personal con Dios cuado dice «mi» para para referise a lo que es Dios para él, así describe su relación personal con Dios.
Aquí, sin lugar a duda, David se siente tan cerca de Dios como estaría un niño con un padre amoroso.

Luz y salvación pueden entenderse como términos equivalentes.
En la poesía hebrea se usa el paralelismo que se basa en la asociación mental de dos o más conceptos o imágenes que se repiten, se oponen o se complementan entre sí.
En este caso se trata de un paralelismo sinónimo, que consiste en dos oraciones que se complementan, de manera que el segundo viene a ser repetición del primero, presentando dos perspectivas de la misma idea.

«Jehová es mi luz y mi salvación»

Tanto la luz (hebreo אוֹר «or») como la salvación (hebreo יֶשַׁע «yeshá») se han empleado en las Escrituras para describir este regalo supremo de Dios a sus hijos (Isaías 9:2; 1 Pedro 2:9).

Como ejemplo de ello vemos
En el Antiguo Testamento,
Isaías 9:2
«El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos.»

Son salvos, ya que la luz resplandeció sobre ellos.

En el Nuevo Testamento.
1 Pedro 2:9
«Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable;»

Al ser llamados a la luz somos preservado de todo daño. Somos salvos porque hemos sido traidos de tienieblas a luz.

Pero, el evangelio de Juan nos advierte contra el alejarnos de la luz y la salvación que tenemos en Cristo Jesús:

“El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas.”
(Juan 3:18-20)

Poner nuestra confianza completamente en Dios para todo lo que vivimos, trae como resultado la luz de una comprensión más profunda de la vida, tanto del bien como del sufrimiento.

Esta mayor profundidad de discernimiento produce en una persona una mayor capacidad para comprender sus circunstancias, independientemente de si son buenas o malas, y una capaciadad para afrontar de manera correcta cualquier situación.

En Juan 8:12, está registradas estas palabras de Jesús:
«Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.»

La salvación acompaña a la luz como algo que trae esperanza, porque asegura al creyente que Dios nos da fortaleza para enfrentar incluso las situaciones más difíciles de la vida.

Entonces, la luz y la salvación trabajan en conjunto, estableciendo la fuerza divina del Señor como una defensa impenetrable o barrera contra todo lo que amenaza el mejor destino de vida del creyente bajo el cuidado eterno de Dios

Ahora bien, cada una de las dos líneas de este verso termina con una pregunta.

1 Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré?
Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme?

¿de quién temeré?
¿de quién he de atemorizarme?

En la primera pregunta dice «temeré», usa el término (en hebreo יָרֵא «yaré»): tener miedo, acobardarse ante, estar aterrorizado, únicamente para negar su poder sobre el salmista o cualquier persona que comparta la misma fe con el poeta.
En la segunda dice «atemorizarme», usa el término (en hebreo פָּחַד pakjád) que significa: quedar azorado (por alarma súbita); de aquí, temer en general. Refleja las cualidades fóbicas del miedo, contornea la ocurrencia dentro de una expectativa tanto continua como futura.

Son palabras sinónimas pero en la primera ocurre en el “ahora”, y en la segunda es una anticipación provocada por experiencias previas y expectativas futuras.

En cualquier caso, el salmista deja clara la idea: “Nadie ni nada es mayor que mi Dios”.

El apóstol Pablo captó la esencia de esta declaración, y al mismo tiempo enfatiza la consumación de la gracia protectora y redentora de Dios a través de Cristo Jesús:

“¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito:
Por causa de ti somos muertos todo el tiempo;
Somos contados como ovejas de matadero.
Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.”

(Romanos 8:31-39)

En la Biblia aprendemos una y otra vez que Dios es la fuente de todo lo bueno.
Él es nuestra luz, nuestro lugar seguro y nuestra salvación. Si somos Sus hijos por medio de la fe en Cristo Jesús, podemos descansar con seguridad en Él.

Poner nuestra confianza completamente en Dios para todas las experiencias de la vida da como resultado una comprensión más profunda de la vida, tanto del bien como del sufrimiento.

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