¿Hasta cuándo, Jehová? – Salmo 13

Meditación bíblica sobre Salmo 13 por el Hno. Alfonso Abascal
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México

Salmo 13

¿Hasta cuándo, Jehová? ¿Me olvidarás para siempre?

¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí?

¿Hasta cuándo pondré consejos en mi alma,

con tristezas en mi corazón cada día?

¿Hasta cuándo será enaltecido mi enemigo sobre mí?

Mira, respóndeme, oh Jehová Dios mío;

Alumbra mis ojos, para que no duerma de muerte;

Para que no diga mi enemigo: Lo vencí.

Mis enemigos se alegrarían, si yo resbalara.

Mas yo en tu misericordia he confiado;

Mi corazón se alegrará en tu salvación.

Cantaré a Jehová,

Porque me ha hecho bien.

Sin duda alguna David, el autor de este Salmo, estaba ante una difícil situación frente a sus enemigos, pero esto no era lo importante para él, lo realmente importante para David era lo que Dios estaba haciendo, de ahí esta pregunta desgarradora ¿hasta cuándo, Jehová?

Este es el grito de un alma angustiada y una pregunta que muchos nos hacemos cuándo enfrentamos tiempos de prueba y este es una legítima pregunta pues no debemos negar nuestros sentimientos y fingir que todo está bien. No pecamos cuando preguntamos ¿hasta cuándo?

David nos muestra que la verdadera fe no consiste en callar nuestras frustraciones sino todo lo contrario expresándolas ante aquel que es nuestro consuelo definitivo.

Al caminar por nuestro valle de sombras experimentamos un tremendo vacío y el dolor de sentirse abandonado por Dios.

Si alguna vez has sentido algo así, sabes que no hay compañía alguna que llene tal vacío, lo que nos recuerda que nuestras luchas espirituales no son contra carne, ni sangre, sino contra las dudas y temores que asaltan nuestra fe.

Sin embargo, David nos enseña que no solo podemos quedarnos en la lamentación, sino que debemos avanzar hacia la súplica: “Señor y Dios mío mírame y respóndeme; ilumina mis ojos”. Aquí vemos un giro de 180° pues pasa de la desesperación a la súplica, de cuestionar la atención de Dios, a buscar activamente su presencia. Esta es una buena lección que todo creyente debemos aprender, al estar en nuestra lucha espiritual no basta con expresar nuestras frustraciones debemos ir más allá y pedir en oración para que Dios traiga luz a nuestra oscuridad, al hacerlo estaremos reconociendo nuestra dependencia de Dios y esperando que Él siga ahí, escuchándonos, y siendo capaz de renovar nuestro espíritu.

David termina con una poderosa declaración de confianza en el amor inmutable de Dios, en sus promesas, y salvación. Proclama: “Más yo en tu misericordia he confiado, mi corazón se alegra en tu salvación”.

La palabra “más” indica una transición que va del temor a la fe, y de cuestionar a reclamar las promesas de Dios. Nuestro andar en el Señor no es lineal, puede llegar a ser como una montaña rusa, este será el momento de clamar y buscar a Dios, recuerda el enemigo se basa en una falsa confianza, más David como fiel creyente se regocija en Dios y confía en su salvación.

Termina David diciendo: Cantaré a Jehová porque me ha hecho bien. Es muy interesante notar que las circunstancias de David no habían cambiado “me ha hecho bien” puede traducirse como el Señor es bueno conmigo, el Señor le había cambiado a Él. David dejó de ver sus circunstancias y a sus enemigos y empezó a mirar a Dios, que aún está en su trono y su carácter no cambia y sus misericordias no tendrán fin.

David cambió sus lamentos por un canto de liberación.

Vuelve, oh alma mía, a tu reposo, porque Jehová te ha hecho bien.

Comparte con tus amigos