EGOCENTRISMO

Leía el otro día, en un libro de teología, una afirmación que me llamó la atención. El autor había escrito: «la religión popular es incurablemente egocéntrica». El libro, Faith & Its Counterfeits (La fe y sus imitaciones), fue escrito por un profesor (presbiteriano) en la Universidad de Dubuque, quien quería mostrar que las muchas imitaciones de la fe verdadera son falsas. Cualquier fe que sea imitación es, de por sí, falsa.
Esta frase «la religión popular es incurablemente egocéntrica» me parece una intuición sólida, casi como un axioma. Es una caracterización atinada y una descripción precisa. Atrae a las personas que siempre buscan «lo que en esto hay para mí». Siempre esperan un beneficio personal y para practicarla siempre están motivados por un interés personal.
La perspectiva de esta óptica es que la fe o la religión es como una inversión que garantiza ganancia o, por lo menos, mejora las posibilidades para ella. Busca la prosperidad en la vida presente y la seguridad en el porvenir. El motivo especial es el placer, aunque no necesariamente en sus formas más elementales. Puede ser que sea un placer refinado y socialmente aceptable. Sobre todo, la perspectiva de la religión popular es que «me haga sentir bien» o, simplemente «a mí me gusta»
El que participa en una de esas «religiones populares» lo hace para encontrar su propia satisfacción y contentamiento. Y esto no es lo mismo que glorificar a Dios. La religión popular es, más bien, una glorificación de nuestros deseos y adoramos el ser que pensamos que podemos ser.
La religión popular presenta la felicidad como el objetivo de la vida cristiana. La felicidad es un producto de la relación correcta con Dios y la práctica de esta relación. Nunca debe ser la meta en sí, ya que no podemos experimentar la recta relación con Dios por medio de la búsqueda de la felicidad. Se puede decir que el que busca la recta relación con Dios, establecida en base a su Palabra, sus promesas y su enseñanza, no encontrará la felicidad, sino que la felicidad le va a encontrar. El que busca la felicidad está condenado a la frustración eterna, pues no la encontrará y tampoco encontrará la recta relación con Dios.
Lejos de egoísmo, el que oye la Palabra tiene que entregarse a Dios, glorificarle, buscar la buena relación con Él, y nunca tendrá que preocuparse de la felicidad. Jesús lo dijo; tenemos que negarnos a nosotros mismos y seguirle a Él.

Gerald Nyenhuis H. | Originalmente publicado en| Boletín Buen Óleo

Comparte con tus amigos