La miseria de callar – Salmo 32:3-11
Meditación bíblica sobre Salmo 32:3-11 por el A.I. Saulo Murguía A.
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México
En el video anterior empezamos a hablar del Salmo 32, que es un Salmo de Acción de gracias.
Hablamos de los primeros 2 versos.
El Salmo 32 no comienza mencionando los pecados del rey David, sino que comienza expresando su alegría porque sus pecados han sido perdonados.
En los versículos 1-2, David dijo:
“Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño.”
No hay mayor bienaventuranza que saber que nuestro pecado ha sido perdonado y cubierto por la sangre de Cristo y ya no se cuenta en nuestra contra.
Hoy vamos a observar la miseria que conlleva el callar, cual es el camino de la liberación y finalmente el gozo de la sumisión.
Mientras callé…
En los versículos 3 y 4, David dijo: “Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día. Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; se volvió mi verdor en sequedades de verano. Selah”
David sentía que su pecado lo estaba aplastando.
Recuerden, David había tratado de ocultar su pecado durante aproximadamente un año antes de que Natán lo confrontara, y David confesara su pecado.
Durante ese tiempo, David se deterioró físicamente. Dice que sus huesos se envejecieron y nos dice que gemía todo el día. Sentía la pesada mano de Dios sobre él. Se sentía seco como una planta en tiempo de sequía.
Podemos imaginarnos que tan miserable se sentía David aun cuando era un hombre poderoso. No cabe duda de que se sentía completamente mal.
Dice que eso ocurrió mientras se mantenía callado.
Tal vez has sentido la miseria del silencio con respecto a algún pecado en tu vida.
O tal vez ahora en este preciso momento, sientes que algo no está bien en tu vida.
Te sientes miserable.
Sientes un peso que pesa sobre ti.
Sientes que has perdido todo el gozo en tu vida.
Si es así, hay buenas noticias!
El camino de la liberación
La Biblia en 2 Samuel 12, nos relata que cuando Natán confrontó a David con su pecado,
«Entonces dijo David a Natán: Pequé contra Jehová. Y Natán dijo a David: También Jehová ha remitido tu pecado; no morirás» (2 Samuel 12:13).
David inmediatamente había reconocido lo que había hecho.
David no trató de ocultarlo. No trató de echarle la culpa a otra persona. No puso excusas por su mal proceder.
En el versículo 5 del Salmo 32, David dice:
«Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: confesaré mis transgresiones a Jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado. Selah»
¿Notaron que David volvió a usar las tres palabras para pecado en este versículo, de las que hablamos en el video anterior que había usado en los versículos 1 y 2?
Iniquidad, transgresiones y pecado.
La primera frase “mi pecado te declaré”, refleja el momento crucial en el que enfrentamos nuestras propias imperfecciones. Es un reconocimiento de que no somos perfectos, de que llevamos dentro de nosotros la capacidad de hacer el mal. Este reconocimiento es el primer paso hacia el crecimiento y la redención.
El versículo continúa con: “no encubrí mi iniquidad”. Aquí, enfrentamos la tendencia humana a ocultar nuestros defectos, tanto de los demás como de nosotros mismos. El reconocimiento del pecado implica una decisión consciente de ser transparente, de dejar al descubierto nuestras iniquidades en lugar de enterrarlas en lo más profundo de nuestro corazón. Esta apertura fomenta la autenticidad e invita a la presencia divina a las profundidades de nuestro ser.
El verso continua diciendo “Dije: confesaré mis transgresiones a Jehová”. La confesión no es simplemente admitir el mal; no se trata de reconocer cínicamente nuestro pecado y decir «así soy yo» y «tal vez algo hice mal». No.
Confesar nuestras transgresiones a Dios es un acto intencional de volverse hacia Dios, una admisión de que necesitamos la gracia y la misericordia de Dios. Al hacerlo, expresamos nuestra confianza en el poder del perdón y nuestro deseo de reconciliación.
David identifica correctamente sus pecados como “transgresiones”, un término que literalmente significa “cruzar límites”. David había violado deliberadamente los límites que el Señor había establecido con respecto a pecados como el adulterio y el asesinato (Éxodo 20:13-14).
El camino hacia la liberación es la confesión.
Continuemos con el Salmo,
Dios le habla a David en los versículos 8-9: “Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos. No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento, que han de ser sujetados con cabestro y con freno, porque si no, no se acercan a ti.”.
Dios quería que David caminara en obediencia a él para que conociera el gozo de la sumisión.
David declara lo que se encuentra como verdad en la vida en el versículo 10: “Muchos dolores habrá para el impío; mas al que espera en Jehová, le rodea la misericordia.”.
Una persona “malvada” es aquella que no se somete a Dios. Una persona “malvada” no es hija de Dios. Esa persona hace lo que es contrario a la palabra y la voluntad de Dios. Como si fuera una bestia sin entendimiento y sin control.
Por otro lado, David afirmó que “mas al que espera en Jehová, le rodea la misericordia”. Esperar en Dios es confiar en Él. Todo es brillante para la persona que se entrega en obediencia a Dios.
Por eso David concluyó este Salmo en el versículo 11 diciendo: “Alegraos en Jehová y gozaos, justos; y cantad con júbilo todos vosotros los rectos de corazón.”.
No hay mayor gozo en toda la vida que saber que tus pecados han sido perdonados y que estás bien con Dios.
El Salmo 32:1-11 nos enseña verdades fundamentales sobre el pecado que hacen que los creyentes den gracias a Dios por el perdón de sus pecados.
Permítame animarlo hoy a que se vuelva a Dios y le confiese sus pecados si está luchando con el pecado, cualquier pecado, en su vida.
Aprenderá la bendición del perdón y el gozo que se encuentra en la sumisión a Dios