
MIEMBRO
Decimos que somos miembros de la iglesia, y cuando lo decimos casi siempre pensamos que sabemos lo que decimos. ¿Pero, si alguien nos pregunta y qué quiere decir esto de ser miembro? ¿Cuál sería nuestra respuesta? ¿Cómo explicamos eso de ser miembro, especialmente de la iglesia?
A veces explicamos el ser miembro en términos de pertenecer. Pero, esto no nos ayuda mucho, porque nos llega la pregunta: ¿qué es pertenecer? Cuando pertenecemos a algo ¿qué hacemos? ¿Pertenecer es algo que hacemos? Y eso de hacer las explicaciones circulares no conduce al entendimiento: ser miembro de la iglesia quiere decir que pertenecemos a la iglesia, y pertenecer a la iglesia quiere decir que somos miembros de ella.
En el leguaje bíblico, sobre todo el del apóstol Pablo, quien más usa la figura, un miembro es una parte del cuerpo humano. Si decimos que somos miembros, esto quiere decir que afirmamos ser un dedo, un ojo, un pie, una nariz, una mano, etc., y pertenecer al cuerpo se entiende en el mismo sentido. La idea, en cuanto a los dos conceptos -miembro y pertenecer- es de ser una de las partes, y que cada parte está en función de la totalidad. Pertenecemos a la iglesia de la misma manera que mis cejas y mi muslo derecho pertenecen a mí. No sólo soy tanto dueño de ellos como son parte de lo que soy. No somos propiedad de la iglesia, ni la iglesia propiedad de nosotros, pero sí, pertenecemos a la iglesia y somos miembros de ella, y la iglesia es nuestra iglesia.
No nos hacemos miembros de la iglesia como nos hacemos miembros de un club, ni pertenecemos a la iglesia como pertenecemos a un club. Por la gracia de Dios somos hechos miembros de la iglesia, y pertenecemos a ella por la actividad de Dios, por medio de su Palabra. Ser miembros de la iglesia no es tanto lo que hacemos, sino lo que somos.
Pertenecemos a la iglesia por la obra de Cristo. Lo que somos debe manifestarse en lo que hacemos. Por eso hacemos nuestra profesión de fe, para anunciar que pertenecemos a Cristo y, por eso, miembros de su iglesia. Y ahora, tenemos que vivir lo que somos, o sea, trabajar en la iglesia que somos, realizando así nuestra propia naturaleza.
Gerald Nyenhuis H. | Originalmente publicado el 21 de febrero de 1999 en| Boletín Buen Óleo