
La visión correcta de Dios – Isaías 6:1-8
Meditación bíblica sobre Isaías 6:1-8 por el A.I. Saulo Murguía A.
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México
Introducción
Si pedimos a cualquier persona que describa a Dios y eventualmente llegará a 1 Juan 4:8.
El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.
Allí la Biblia nos dice que Dios es amor.
Pero ¡cuidado! Nuestras mentes caídas nos pueden llevar inmediatamente a una idea totalmente equivocada, si tomamos en forma aislada esta afirmación acerca de la verdadera naturaleza de quién es Dios y qué es Dios.
La visión incorrecta de Dios
Pero debemos tener en cuenta este hecho: la humanidad caída no entiende el amor en absoluto.
Para las personas que no tienen ningún discernimiento espiritual o bíblico, el amor es una emoción, una sensación agradable que acompaña al enamoramiento. Se considera el amor como algo que te hace sentir bien contigo mismo y con la persona amada, o incluso con un objeto.
El amor -también- se suele tomar como tolerancia, o como soportar todo tipo de pecados, simplemente porque, después de todo, amamos al pecador. Seguramente has oído esta frase: Amar al pecador, odiar el pecado.
Bueno, lo que dice la Biblia es que Dios odia el pecado y al pecador.
Salmo 11:5
Jehová prueba al justo;
Pero al malo y al que ama la violencia, su alma los aborrece.
También hay quienes enseñan que Dios ama a todos por igual. Y sí, Dios ama a todos, pero lo cierto es que según lo que Dios mismo ha revelado en Jesucristo, no nos ama a todos por igual.
De hecho, esta visión ilusoria del amor enseña que Dios ama a todos y, por consiguiente, no enviará a nadie al infierno.
Esa aseveración es una exageración. Aunque el amor es un atributo del carácter de Dios, incurren en el grave error de emplear una forma no bíblica de amor. Lo que hacen realmente es entonces una perversión y una tergiversación de lo que es Dios y de lo que es el amor. Muchas personas ven un dios que ellos mismos inventaron y crearon en su mente. Ven un dios de amor absoluto que no se parece en nada al Dios de la Biblia y, por lo tanto, no es ningún dios, sino un ídolo de su propia imaginación.
Definición del amor – 1 Corintios 13:1-8a; 1 Juan 2:3-6; 5:3
El amor, tal como está definido en las Escrituras, es parte del fruto del Espíritu (Gálatas 5:22-23) que nos permite elegir con nuestra voluntad cómo vemos y tratamos a otra persona.
Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.
El amor, además, se define como la obediencia a Dios (1 Juan 5:3). Sí, es así de simple. Amar a Dios es obedecerlo.
Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos.
Entonces, ¿cómo definimos el amor? 1 Corintios 13:1-8 nos da muy bien las características del verdadero amor bíblico.
Lea el capítulo y medite sobre todo lo que dice acerca del amor. ¡Y recuerde que Dios es amor!
¿Cómo podemos entonces tener una visión correcta de Dios?
Veamos que dice la Escritura en Isaías 6:1-8
1 En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo. 2 Por encima de él había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. 3 Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria. 4 Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se llenó de humo. 5 Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos.
6 Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas; 7 y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado.
8 Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí.
Una vez que vemos el amor por lo que es y lo que no es, vemos que aquí hay en juego algo más que emociones. El amor es una decisión. Y Dios es amor.
Entonces, ¿cómo podemos tener una visión correcta de Dios?
En este capítulo de Isaías, el profeta ve a Dios. ¡Y lo que ve nos dice mucho sobre Dios y sobre los hombres!
Primero vemos que, Dios es soberano, está sentado en un trono alto y sublime. Los ángeles que están alrededor del Trono y que guardan Su gloria proclaman esta verdad:
“Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria”
En la Biblia, para dar enfatizar algo, el escritor repite una frase. Por ejemplo, Jesús muchas veces dijo “De cierto, de cierto”, que significa “de verdad, de verdad” y enfatiza la veracidad de lo que estaba a punto de decir. Y la característica de Dios que más se enfatiza en la Biblia se ve aquí. Por sobre todas las cosas, Dios es santo, santo, santo. Él es perfecto y bueno y perfectamente bueno. Él no puede pecar. No es que Él no peque, Él no puede pecar, por Su propia naturaleza como un Ser perfecto y justo. Dios no puede pecar. Él es santo.
Cuando Isaías ve esta gloria, esta santidad y perfección supremas, es impactado por una realidad singular. Él clama, “¡Ay de mí! ¡Estoy perdido!” ¿Qué quiere decir aquí? Bueno, esto en el idioma hebreo es en realidad una maldición. ¡Él se maldice a sí mismo! ¡Ay de mí! Estoy perdido. Cuando se compara con la santidad de Dios, Isaías ve inmediatamente su propia pecaminosidad absoluta y clama que está maldito y “desmoronándose”.
Él no puede estar en presencia de tal santidad. Y sin embargo, hoy en día muchos tienen una visión tan baja, una visión tan humanizada de Dios, que no hay nada Santo, extraordinario o incluso temible en Él. Si esa es la verdad de tu visión de Dios, entonces no estás mirando a Dios.
La respuesta de Isaías en este capítulo es tal que, cuando es purificado por el carbón del altar, que representa la expiación de Cristo por su pecado, inmediatamente cambia su clamor. Ahora es: “Heme aquí, envíame a mí”. Ahora está listo y esperando para servir a su Señor. A menudo pienso que las personas no obedecen a Dios porque no lo conocen y, ciertamente, no lo reconocerían si lo vieran. Cuando lo reconocemos por quién es, no podemos hacer nada menos que maldecir nuestro pecado y entregarnos a su servicio.