COMO DISTRUTAR NUESTROS TIEMPOS

(O SEA, UNA FILOSOFÍA DE LA HISTORIA)

Octubre es un mes de gozo y gratitud. En este mes celebramos dos eventos que nos dan identidad. En este mes sabemos quiénes somos, y lo sabemos por estos dos eventos que celebramos: la Reforma religioso del siglo XVI, y nuestro inicio como iglesia local. Por razones históricas, celebramos los dos eventos en el mismo día, que siempre es el último domingo de Octubre.
Dijimos: «por razones históricas». Con estas palabras afirmamos que la historia nos da razones, es decir, la historia tiene razón, tiene sentido y nos dice algo. Ahora bien, ¿qué es la historia, que nos dice algo y que tiene sentido y nos da razón? La historia no es simplemente un relato de lo que pasó (y lo que pasa) como si una relación entre los eventos fuese de pura coincidencia, sin ninguna relevancia. Es como si los eventos que pasaran antes o después, o al mismo tiempo, nada tuvieran que ver con el significado, el sentido o la significación de los eventos.
Nadie puede negar que la Reforma Religiosa del siglo XVI tuviera importancia. El mundo moderno, con los distintos países, con muchos gobiernos lejos de ser monarquías, se entiende solamente haciendo referencia a la Reforma Religiosa del siglo XVI. Las formas del arte, literatura, pintura, escultura y música dan múltiples testimonios a la influencia de la Reforma Religiosa del siglo XVI. Los conceptos, ideas, valores y percepciones de los hombres de la Reforma son de suma importancia en la civilización occidental actual. Nadie puede entender las ideas y maneras actuales si elabora una historia que omita la Reforma y no la mencione.
Vemos los datos, estudiamos los hechos históricos y concluimos que la Reforma tenía sus causas, sus características y sus resultados. Y todo esto nos da una sospecha inescapable: también la Reforma tiene un propósito. Es decir, tiene una función en el desarrollo de la historia; nos hace concluir que la historia va hacia un fin. Hay algo que ha de proporcionar, tiene una finalidad, hay algo con que ha de cumplir.
Vemos a la reforma como el resultado de la re-introducción de la Palabra de Dios en la vida de la iglesia (y de las gentes). Es el resultado de algo que cambió la dirección de la historia, ya que la iglesia se había desviado. Si notamos el cambio en la vida de los creyentes y la reforma de la asamblea de los creyentes (la iglesia) y si lo interpretamos (correctamente) como un efecto, una secuela, un fruto de la nueva difusión del conocimiento de la Palabra, percibimos el propósito de la Reforma y vemos también que este es un resultado de la Reforma en toda la historia después de ella, hasta el día de hoy.
Y, el «día de hoy» es cuando nosotros entramos en esta historia. Como iglesia iniciamos nuestra existencia, conscientes de que la iglesia Berith es resultado de la Reforma, una consecuencia del hecho que Jehová es el Dios del Pacto, que hemos de participar en la iglesia que salió de la re-introducción de su Palabra en el pueblo de Dios, con el propósito de hacer conocida esta Palabra y la vida que ella proporciona.

No es accidente ni cuándo ni cómo nacimos como iglesia. Muestra la providencia de Dios, como el Soberano de la historia. La re-introducción de la Palabra en el pueblo de Dios le dio esperanza y seguridad que, a pesar de persecuciones y sufrimientos, fue un verdadero gozo al pueblo de Dios. Pues, esperanza y seguridad siempre son razones de gozo. Así, podemos disfrutar nuestros tiempos pues, tenemos esperanza, seguridad y gozo.

Gerald Nyenhuis H. | Originalmente publicado el 19 de octubre de 2014 en| Boletín Buen Óleo

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