Sin Excusa – Romanos 1:20

Nuestro texto es Romanos 1:20, en el que el apóstol Pablo dice que, de hecho, no tenemos excusa ante Dios. Permítanme leer Romanos 1:18-20 para que podamos ver el contexto del texto de hoy:

18 Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; 19 porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. 20 Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa.

Introducción

Pocas personas reconocen que ponen excusas. De hecho algunas excusan por poner excusas.

Sorprendentemente, muchas no son conscientes de los numerosos pretextos y justificaciones que utilizan a diario.

Para ellas, estas racionalizaciones son explicaciones legítimas de circunstancias que, curiosamente, siempre parecen estar fuera de su control.

Por ejemplo, algunas personas no se consideran a sí mismas como personas que llegan siempre tarde; en cambio, prefieren decir: «voy un poco retrasado» para evitar ser las primeras en llegar. Otras se consideran a menudo víctimas de un «tráfico impredecible».

¡Es sorprendente la facilidad con la que racionalizamos nuestros malos hábitos! Transformamos los pretextos en «explicaciones» o «razones», nos referimos al miedo como «precaución» y etiquetamos las expectativas pobres como «ser realistas».

Rara vez admitimos ser mediocres; y para excusarnos, nos convencemos -y tratamos de convencer a otros- de que lo que estamos haciendo es «aceptable».

Por lo tanto, está claro que poner excusas es una forma de deshonestidad, ya sea con nosotros mismos o con los demás.

El texto de hoy dice que, a pesar de nuestra capacidad casi infinita para poner excusas, no tenemos excusas para no reconocer, buscar y adorar al Dios verdadero y vivo. Hoy quiero intentar responder algunas de las excusas que algunos ponen para no reconocer, buscar y adorar al Dios verdadero y vivo.

“No sabía que Dios existía”

La primera de las excusas es que no saben que Dios existe, o al menos, que no saben con certeza que existe. Dicen “no sabía que Dios existía”

En cada época ha habido diferentes excusas características para no buscar y adorar a Dios, pero en nuestra época actual, “era científica”, esta es sin duda una racionalización bastante común.

¿Recuerdan cuando el cosmonauta soviético Yuri Gagarin regresó a la Tierra después de su breve estancia en el espacio? Se dice que con la típica arrogancia atea, dijo: “No vi a Dios”. El hecho de que no viera a Dios se suponía que era una prueba de la inexistencia de Dios.

Lo que dijo es típico de muchas personas. Es el argumento de que la ciencia ha refutado a Dios o bien que no ha sido capaz de encontrar pruebas adecuadas para afirmar su existencia.

Ahora, quiero recalcar lo que espero que esté claro para muchos de ustedes. Puesto que la Biblia es la Palabra de Dios, tenemos que alinear nuestras opiniones con lo que Dios dice en su Palabra. En última instancia, todas nuestras opiniones deben someterse a la Palabra de Dios.

Algunos pueden decir: “No hay evidencia de la existencia de Dios” o “No hay evidencia suficiente de la existencia de Dios”.

Pero Dios dice que, de hecho, es todo lo contrario. Dios dice, en Romanos 1:20,

Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa.

En otras palabras, no hay excusa para ignorar la existencia de Dios.

La alternativa que se plantea hoy es que el universo es eterno porque la materia es eterna, y que todo lo que vemos ha surgido a lo largo de un largo período de tiempo como resultado del azar o de sucesos aleatorios.

Esta, por ejemplo, esa era la opinión de Carl Sagan, quien afirmó la eternidad de la materia. “En el principio era el cosmos”, dijo Sagan.

Pero piensen en lo que esta frase implica.

En primer lugar, la intención de la frese era afirmar que todo ha evolucionado desde algo mucho más sencillo hasta lo que podemos ver hoy.

Supongamos que todo lo que vemos evolucionó a lo largo de enormes períodos de tiempo a partir de simple materia. Supongamos que nuestro complejo universo surgió de algo menos complejo. Y ese algo menos complejo surgió de algo aún menos complejo y así sucesivamente.

Estamos tratando de explicar las formas complejas de la materia tal como las conocemos hoy, pero ¿de dónde surgieron esas formas?

Es imposible no darse cuenta de que todo esto tenía propósito, organización y forma.

De hecho, la palabra griega kosmos (κόσμος) que se usa en esta frase, significa «orden» y por eso la usamos para describir el universo como un sistema bien ordenado.

¿Puede alguien realmente afirmar que Dios no existe frente a la evidencia de la existencia de Dios en la creación? La Biblia dice que no podemos, y un análisis de las opciones respalda esa afirmación de la Biblia.

La ignorancia, entonces, no es excusa para no buscar y adorar a Dios, porque en realidad no somos ignorantes y tenemos este universo ante nuestros ojos todo el tiempo.

“Hay demasiadas preguntas sin respuesta”

Otra excusa es que, aunque hay personas que incluso podrían estar de acuerdo en que Dios existe, pero que, sin embargo, se excusan con el argumento de que todavía tienen demasiadas preguntas que no tienen respuesta.

Reconocen que el Dios del que estamos hablando no es un “dios” cualquiera, sino el Dios que no solo se ha revelado en la creación sino también en las Escrituras. Y cuando piensan en eso, tienen un montón de preguntas. Suponen que estas son excusas válidas para su rechazo de Dios.

Veamos algunas de esas preguntas:

Primero, dicen ¿qué pasa con un pobre nativo inocente de algún sitio remoto, alejado de la civilización, que nunca haya oído hablar de Jesucristo? De hecho, esta es posiblemente la pregunta que más se hacen muchos cristianos y no cristianos.

Esta pregunta implica que ese nativo “inocente” va a ser enviado al infierno por no hacer algo que nunca tuvo la oportunidad de hacer, es decir, creer en Jesucristo como su Salvador, y que un Dios que sería tan injusto como para condenar a ese nativo “inocente” no puede ser Dios.

Pero no es así. Es cierto que el nativo es inocente de no creer en Jesús si nunca ha oído hablar de él. Pero no por eso, el nativo o cualquier otra persona que no haya oído hablar de Jesús, es condenada. Como nos dice Romanos 1, ese hombre sería condenado por no hacer lo que sabe que debe hacer, es decir, reconocer, buscar y adorar al Dios verdadero y vivo revelado en la creación. En otras palabras, no es condenado por no haber oído hablar de Jesús (lo cual, después de todo, no es su culpa), sino que es condenado por su pecado.

Alguien podría incluso argumentar que el nativo sí busca a Dios, porque adora algunos fenómenos naturales, algo que se dado en llamar universalidad de la religión. Pero eso tampoco es excusa, porque la universalidad de la religión, mas bien, es evidencia de la impiedad del hombre.

¿Por qué? Porque las religiones que la humanidad crea son intentos de escapar de tener que enfrentarse al verdadero Dios. Inventamos la religión, no porque estemos buscando a Dios, sino porque estamos huyendo de él. Y, por lo tanto, no somos inocentes.

Otra pregunta que les sirve de excusa es ¿no está llena la Biblia de contradicciones? Esta pregunta la escuchamos frecuentemente. Se nos dice que, a medida que la ciencia ha ido avanzando y conociendo mejor el universo que nos rodea, se han encontrado tantos errores en la Biblia que ninguna persona racional podría creer que esa es la verdadera revelación de Dios. Y a partir de eso deducen que, en el mejor de los casos, la Biblia es una colección de escritos humanos, por lo que nadie puede aceptar inteligentemente el cristianismo basándose en la “revelación” bíblica.

El problema con esta pregunta es que está basada en la presuposición de que la acumulación de hechos históricos y científicos ha descubierto cada vez más y más errores en el texto bíblico, pero lo que ocurre es lo contrario. A medida que han ido apareciendo los datos a lo largo de los años, en particular en las últimas décadas, la tendencia es a que la Biblia quede comprobada.

La otra pregunta que suelen hacer es: si hay un Dios y si Dios es bueno, ¿por qué tolera el mal? Este argumento tiene dos formas. Una forma es filosófica, preguntando cómo el mal pudo haber entrado en un mundo creado y gobernado por un Dios bueno. La otra es personal y práctica, preguntando por qué me pasan cosas que no me gustan, o por qué Dios no me da lo que le pido, o no hace lo que le digo en mis oraciones que quiero que haga.

En cuanto al aspecto filosófico de esta pregunta podemos decir que nuestra incapacidad para entender cómo se produjo el mal no refuta su existencia, pero tampoco refuta la existencia de Dios.

En cuanto a la segunda forma de esta pregunta (personal y práctica) que, por cierto, es lo que posiblemente más preocupa a la gente, es: “¿Por qué Dios tolera el mal, particularmente en mi vida? ¿Por qué me pasan cosas malas? ¿Por qué Dios no responde a mis oraciones como me gustaría?”.

Parte de la respuesta es que si tuviéramos lo que merecemos, estaríamos sufriendo no sólo los males que ahora tenemos, sino más bien esos tormentos eternos que serán el destino de los inconversos en el infierno. En otras palabras, en lugar de preguntarnos: “¿Por qué me pasan cosas malas?”, deberíamos preguntarnos: “¿Por qué me pasan cosas buenas?”. Todo lo que merecemos es condenación. Si la vida tiene algo bueno, ese bien (por mínimo que sea) debería señalarnos al Dios de quien proviene todo lo bueno. El hecho de que nos quejemos del trato de Dios, en lugar reconocerlo y adorarlo, solo aumenta nuestra culpa. Nos muestra que somos precisamente lo que Pablo declara que somos en Romanos 1:18: impíos y malvados.

Tenemos que comprender en la práctica la verdad de que Dios es verdaderamente soberano. Él sabe todas las cosas y tiene el control de todas las cosas. Nosotros no sabemos todas las cosas ni tenemos el control sobre todas las cosas.

¿Es correcto tener preguntas sobre por qué Dios actúa como lo hace? ¡claro que sí! ¿Quién no ha tenido preguntas? Es correcto confiar en Dios y continuar buscando una mayor comprensión.

Pero usar como excusa la incapacidad que tenemos de comprender algunas cosas para no responder a lo que sí sabemos, sería precisamente suprimir deliberadamente de la verdad de la que habla Pablo en Romanos 1:18-20.

“No pensé que fuera importante”

La excusa más débil que alguien puede ofrecer es la afirmación: “Simplemente no pensé que fuera importante”.

Dios existe y todos estamos destinados a encontrarnos con Él y rendir cuentas por nuestras acciones algún día, entonces nada puede ser más crucial que arreglar nuestra relación más fundamental: la relación entre nosotros y Dios.

Sin embargo, por diversas razones (quizás porque las exigencias de la vida diaria parecen más apremiantes), tendemos a dejar de lado este asunto tan importante.

Imagínese estar en el día final delante de Dios, diciendo

“No creí que fuera importante”, “No pensé que Tú eras importante”

No hay excusas válidas, como afirma Pablo en nuestro texto (Romanos 1:20). En ese día, ni siquiera será posible exponer nuestras excusas.

Ese día final no ha llegado, todavía hay tiempo para alejarnos de esa arrogancia que nos hace poner todo tipo de excusas.

No pongas más excusas. Reconoce que no tienes excusa a los ojos de Dios. Refúgiate en el Salvador.

Comparte con tus amigos

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *