HÁBITOS SANTOS

Los hábitos son extremadamente útiles. Sería exageradamente difícil vivir sin ellos. Nos ahorran muchas horas cada día y hacen posible la realización de muchas actividades que serían inalcanzables sin ellos. El desarrollo de los hábitos adecuados es un elemento esencial para el éxito en casi todos los campos del empeño humano. El estudiante tiene que desarrollar sus hábitos de estudio, el profesionista en el desempeño de su profesión, y el deportista en el suyo.
El vivir felizmente en familia, y en el matrimonio, depende de gran manera en el desarrollo de los hábitos sanos. Al mismo tiempo, aunque no podemos vivir sin ellos, los hábitos son peligros, también en extremo.
Todos nosotros tenemos dificultades con algunos hábitos y, aunque luchamos contra ellos, a menudo nos vencen. Nuestros malos hábitos nos meten en problemas y causan trastornos, estorban nuestro desarrollo y frustran nuestras relaciones sociales. Y lo peor es que solemos defenderlos ya que identificamos nuestros hábitos con nosotros mismos y nuestro orgullo prohíbe que los cambiemos o aun aceptar una crítica de ellos.
El pueblo de Dios necesita hábitos santos. Una parte de las leyes ceremoniales en el Antiguo Testamento tiene que ver con ello. Nos dan nuestra identidad. Los hábitos deben ser colectivos, comunales, e individuales. Los hábitos santos nos harán más resistentes a los malos y desarrollarán las calidades deseables. Es mucho a nuestro beneficio aprender los hábitos santos.
Al principio, el desarrollar los hábitos santos cuesta trabajo, requiere un esfuerzo de la voluntad. Tenemos que decidir a hacer la actividad y hacerlo regularmente, sin fallar, y después de un tiempo lo haremos casi automáticamente. Ponernos a leer la Biblia, orar, apartar tiempo para reflexión, todas estas actividades deben ser habituales. Ir a los cultos, a los estudios también deben ser hábitos. Orar para dar gracias por la comida, y antes de dormir, etc. son hábitos que deben caracterizarnos. Llegar a tiempo debe ser habitual, ya que llegar tarde es un hábito malo. Debemos usar nuestra imaginación para desarrollar los hábitos santos, ya que, aunque pueden ser muy semejantes entre nosotros, los hábitos siempre son muy personales, y tienen que ver con quienes somos. Podemos ser mejores ciudadanos del Reino y mejores miembros de la iglesia, mejores amigos y, pues, mejores cristianos, desarrollando en nosotros los hábitos santos.

IGLESIA NACIONAL PRESBITERIANA BERITH – Publicado originalmente en el Boletín BUEN ÓLEO – Domingo 4 de julio de 1999.

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