El ungimiento de Jesús – Mateo 26:6-13

Meditación bíblica sobre Mateo 26:6-13 por Alfonso Abascal
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México

Este acontecimiento se da dentro de la Semana Santa, para ser preciso el día miércoles. Así, entonces, daremos lectura al relato de Mateo 26:6-13. Dice así:

Y estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, vino a él una mujer, con un vaso de alabastro de perfume de gran precio, y lo derramó sobre la cabeza de él, estando sentado a la mesa. Al ver esto, los discípulos se enojaron, diciendo: ¿Para qué este desperdicio? Porque esto podía haberse vendido a gran precio, y haberse dado a los pobres. Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Por qué molestáis a esta mujer? pues ha hecho conmigo una buena obra. Porque siempre tendréis pobres con vosotros, pero a mí no siempre me tendréis. Porque al derramar este perfume sobre mi cuerpo, lo ha hecho a fin de prepararme para la sepultura. De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que esta ha hecho, para memoria de ella.

Amén.

Esta mujer que menciona Mateo, sabemos por Juan que se trata de María (Juan 12:3), la identifica como María, hermana de Marta y de Lázaro, y las tres veces que se menciona en los evangelios la vemos a los pies de Jesús. Se sentó a los pies de Jesús para escuchar la palabra (Lucas 10:38-42), se postró a sus pies después de la muerte de Lázaro (Juan 11:28-32), y le adoró a sus pies cuando lo ungió (Juan 12:1). Al combinar los relatos de los tres evangelios, notamos que María ungió la cabeza y los pies del Señor Jesús, y con sus cabellos le enjugó sus pies.

Sin duda, María era una mujer profundamente espiritual, y que demostró su adoración a los pies de Jesús, derramando lo mejor de lo mejor sobre la cabeza de Jesús. Este acto fue duramente criticado por los discípulos como un desperdicio, diciendo que el perfume podría haber sido vendido para ayudar a los pobres. Resulta sorprendente lo fácil que perdemos de vista lo verdaderamente importante, pues Jesús les dice a sus discípulos que a los pobres siempre los tendrían, no así a Él.

De poco serviría ayudar a los pobres sin antes tener una vida rendida a los pies de Jesucristo. Para María estaba muy claro, todo lo que se rinde a los pies de Jesucristo nunca será un desperdicio, todo lo contrario cobrará un gran valor. Para muchos resulta difícil entender y tener una vida rendida totalmente a los pies de Jesucristo, y lo verán como un desperdicio.

Este acto de adoración no sólo le dio gozo a Jesús, también bendijo al mundo entero, y su amor y devoción de María nos da un ejemplo de amar y servir a Jesús con lo mejor de lo mejor que tengamos. Este gesto de amor y devoción contrasta fuertemente con lo que se da después. Me refiero al convenio que hace Judas Iscariote para entregar a Jesús por treinta monedas de plata, traicionándole (Mateo 26:14-16). Así, mientras María muestra un gran amor incondicional a Jesús, derramando un costoso perfume sobre Él, Judas lo vende a un precio insignificante. Jesús, a pesar de saber la traición de Judas, Jesús se mantuvo firme en su propósito mostrando su gran amor sacrificial.

Reflexionemos, ¿somos como María buscando dar lo mejor a Jesús? ¿O como Judas, cediendo a la tentación, creyendo que surgió algo mejor?

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