LA JUSTICIA DE DIOS: Más allá del conocimiento, hacia una fe transformadora – Romanos 2:12-15
Meditación bíblica sobre Romanos 2:12-15 por el A.I. Saulo Murguía A.
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México
Introducción
A diferencia de los tribunales humanos, donde los testigos pueden falsear los hechos o mentir, el juicio de Dios se basa en la verdad absoluta. Dios conoce cada secreto y cada intención del corazón, así que nadie podrá engañarlo.
Quienes rechazan a Dios están acumulando consecuencias para el día de su juicio. El castigo será proporcional a la actitud de cada persona, pero todos enfrentaremos el juicio de Dios.
En los tribunales humanos, muchos buscan la forma de tener un trato preferencial, pero Dios juzga a todos con los mismos estándares. No hay favoritismos ni excepciones: cada persona será juzgada por sus acciones.
Pablo enfatiza que no basta con conocer la verdad o hablar de justicia; lo que realmente cuenta es cómo vivimos. Dios juzgará a cada uno según sus obras, sin importar lo que diga o crea saber.
Leamos el pasaje de hoy en Romanos 2:12-15
12 Porque todos los que sin ley han pecado, sin ley también perecerán; y todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados; 13 porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados. 14 Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, estos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, 15 mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos, 16 en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio.
Nuestra percepción de la justicia
Es difícil desprendernos de nuestra idea de justicia cuando la comparamos con la justicia de Dios. A menudo, creemos que cumplir ciertas normas o tradiciones nos hace justos, pero Pablo nos muestra que la verdadera justicia no depende solo de conocer la ley, sino de vivirla.
La falsa seguridad del cumplimiento de la ley
En tiempos de Pablo, muchos judíos creían que la salvación venía por el cumplimiento de la ley. Pasaban horas estudiándola y asistiendo a la sinagoga, convencidos de que su conocimiento los hacía justos. Jesús ilustró esta actitud en Lucas 18:11-12, donde un fariseo se jacta de sus buenas obras, creyendo que eso lo hace superior a los demás.
Incluso Pablo, antes de conocer a Cristo, pensaba de esta manera. En Filipenses 3:5-6, describe su vida como fariseo, convencido de que su celo religioso lo hacía irreprensible.
La advertencia de Pablo: ¿cumplimos la ley?
Pablo confronta esta falsa seguridad en Romanos 2:13, recordando que no basta con escuchar la ley, sino que hay que cumplirla:
«porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados.» Romanos 2:13
Este es el punto clave: no basta con conocer la voluntad de Dios, sino que debemos vivir conforme a ella. La ley exige obediencia perfecta, y ninguno de nosotros la ha cumplido completamente.
¿Cómo puede el hombre ser justificado ante Dios?
Si la ley nos condena porque no podemos cumplirla a la perfección, ¿qué esperanza tenemos? Pablo nos lleva a la conclusión de que necesitamos una salvación que no dependa de nuestras obras, sino de la gracia de Dios.
Jesús vino precisamente para ofrecernos esa salvación. No podemos justificarnos por nuestros propios méritos, sino que debemos confiar en la obra de Cristo.
La justicia de Dios es perfecta, y su llamado es claro: no basta con conocer la verdad, sino que debemos vivirla.
¿Cómo puede haber pecado sin ley?
En el capítulo 2 de Romanos, Pablo enfrenta una objeción común: los gentiles, a diferencia de los judíos, no recibieron la ley de Dios. Entonces, ¿cómo podían ser considerados pecadores? Pablo responde con una afirmación contundente: «Porque todos los que sin ley han pecado, sin ley también perecerán; y todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados;» (Romanos 2:12).
La ley escrita en el corazón
Pablo explica en Romanos 2:14-15 que, aunque los gentiles (es decir los no-judíos) no recibieron la ley de Moisés, tienen la ley escrita en sus corazones. Además, poseen una conciencia que les indica lo que es correcto e incorrecto, y los acusa cuando actúan mal.
No se trata solo de conocer la voluntad de Dios a través de la revelación escrita, sino de reconocer que todos los seres humanos tienen un sentido innato del bien y el mal.
La revelación natural y la responsabilidad humana
Antes de hablar de la ley moral, Pablo ya había mencionado la «revelación natural» en Romanos 1:18-32. Dios se ha dado a conocer a través de la creación, y todos los seres humanos deberían buscarlo y adorarlo. Sin embargo, muchos rechazan esta revelación, lo que los hace responsables ante Dios.
Romanos 2:14-15 va más allá de la revelación natural y nos muestra que, además de la creación, Dios ha puesto en cada persona un código moral interno. Aunque no tengan la ley escrita, saben lo que es correcto y lo que es incorrecto.
Pablo nos muestra que nadie puede excusarse ante Dios alegando ignorancia. Tanto judíos como gentiles tienen acceso a la verdad, ya sea por la ley escrita o por la conciencia interna.
¿Cómo alcanzamos la salvación?
A lo largo de la historia, los seres humanos han intentado justificarse por sus propias obras o excusarse por su falta de conocimiento. Sin embargo, Pablo nos recuerda en Romanos 2:12 que todos los que pecan, sin importar si conocen la ley o no, enfrentarán la justicia de Dios: «Todos los que pecan sin la ley, sin la ley también perecerán».
Jesús: la única esperanza para la salvación
Jesús murió en la cruz para pagar el precio de nuestro pecado. Él tomó sobre sí el castigo que merecíamos, abriendo el camino para que podamos ser reconciliados con Dios. Como dijo C. S. Lewis, esto es «un consuelo indescriptible», pero antes de recibir ese consuelo, debemos reconocer nuestra necesidad de salvación.
¿Dónde está nuestra confianza?
La salvación no se encuentra en nuestras obras ni en nuestro conocimiento, sino en la fe en Jesucristo. Si nunca habías pensado en confiar en Él, hoy es el momento. Apártate del pecado y entrégale tu vida.
La Promesa de Dios
Si ponemos nuestra fe en Jesús, su promesa es clara: «No perecerás, sino que tendrás vida eterna». Este es el regalo más grande que Dios nos ofrece.