Los GENTILES: parte del PUEBLO DE DIOS – Hechos 11:1-18

Meditación bíblica sobre Hechos 11:1-18 por Alfonso Abascal
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México

Hoy seguiremos con nuestro estudio del Libro de los Hechos y nos apoyaremos en el libro de John Stott para dicho estudio. Hemos estado hablando de cómo las costumbres y preceptos religiosos pueden contribuir de manera negativa para dar a conocer a otros el mensaje de salvación, como ya lo habíamos visto o mencionado en reflexiones pasadas, y hoy abundaremos un poco más en este tema.

Daremos lectura a Hechos 11:1-18. Dice así:

Oyeron los apóstoles y los hermanos que estaban en Judea, que también los gentiles habían recibido la palabra de Dios. Y cuando Pedro subió a Jerusalén, disputaban con él los que eran de la circuncisión, diciendo: ¿Por qué has entrado en casa de hombres incircuncisos, y has comido con ellos? Entonces comenzó Pedro a contarles por orden lo sucedido, diciendo: Estaba yo en la ciudad de Jope orando, y vi en éxtasis una visión; algo semejante a un gran lienzo que descendía, que por las cuatro puntas era bajado del cielo y venía hasta mí. Cuando fijé en él los ojos, consideré y vi cuadrúpedos terrestres, y fieras, y reptiles, y aves del cielo. Y oí una voz que me decía: Levántate, Pedro, mata y come. Y dije: Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda entró jamás en mi boca. Entonces la voz me respondió del cielo por segunda vez: Lo que Dios limpió, no lo llames tú común. Y esto se hizo tres veces, y volvió todo a ser llevado arriba al cielo. Y he aquí, luego llegaron tres hombres a la casa donde yo estaba, enviados a mí desde Cesarea. Y el Espíritu me dijo que fuese con ellos sin dudar. Fueron también conmigo estos seis hermanos, y entramos en casa de un varón, quien nos contó cómo había visto en su casa un ángel, que se puso en pie y le dijo: Envía hombres a Jope, y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro; él te hablará palabras por las cuales serás salvo tú, y toda tu casa. Y cuando comencé a hablar, cayó el Espíritu Santo sobre ellos también, como sobre nosotros al principio. Entonces me acordé de lo dicho por el Señor, cuando dijo: Juan ciertamente bautizó en agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo. Si Dios, pues, les concedió también el mismo don que a nosotros que hemos creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo que pudiese estorbar a Dios? Entonces, oídas estas cosas, callaron, y glorificaron a Dios, diciendo: ¡De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida!

La noticia de que el Evangelio había llegado a los gentiles de Cesarea se extendió rápidamente, llegando hasta Judea, por lo que Pedro subió a Jerusalén para dar una explicación de todos los acontecimientos que habían sucedido y lo hizo paso a paso. Recordemos que de acuerdo con sus preceptos y costumbres para los judíos era inconcebible entrar en casa de un gentil, así que Pedro narró todo lo acontecido iniciando por lo que le sucedió primero a él y más adelante narra lo sucedido a Cornelio.

Entonces Pedro primero narró lo de la sábana con animales puros e impuros simbolizando a las personas puras e impuras, es decir circuncisas e incircuncisas, no haciendo distinción de personas dada su raza o condición social.

Lo segundo, que ya antes habíamos mencionado, es el orden cronológico de los acontecimientos tanto para Cornelio y sus enviados como para Pedro y los testigos, testigos que fueron significativos para dar testimonio de acuerdo con la ley.

Y lo tercero fue el obrar divino del Espíritu Santo, pues cuando Pedro estaba dando su mensaje al igual que en Pentecostés el Espíritu Santo descendió sobre ellos.

Estos acontecimientos demostraron a Pedro y a sus oyentes de forma contundente que Dios había derribado la barrera y daba la bienvenida a los creyentes gentiles como parte de su familia; Dios les ha dado a ellos el mismo don que a nosotros (Versículo 17).

Este relato y testimonio de Pedro nos deja dos enseñanzas prácticas. La unidad que debe prevalecer en la iglesia. Dios no hace acepción de personas, no puede haber favoritismo, la iglesia ha de mostrar su unidad entre unos y otros y en Cristo, sin caer en discriminación. Sin embargo, esto no siempre es así; el mismo Pedro cayó más adelante en tal situación, alejándose de los gentiles en Antioquía, siendo confrontado por el apóstol Pablo.

Lamentablemente, hoy día se sigue dando alguna clase de discriminación por color, origen racial, social, cultural o incluso sexista, como la discriminación a la mujer, algo que si en la sociedad es mal visto, en la iglesia es ofensivo, atentando contra Dios y la dignidad humana. Termino con esta reflexión,

¿Cómo iglesia demostramos la unidad y el amor en Cristo, sin caer en favoritismo o discriminación?

¿Y cómo recibimos a aquellos creyentes en los que ha obrado el Espíritu Santo, pero que visiblemente es diferente a nosotros?

Comparte con tus amigos

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *