
La paciencia de David: Esperar en el tiempo de Dios – 1 Samuel 24
Meditación bíblica sobre 1 Samuel 24 por el A.I. Saulo Murguía A.
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México
Introducción a la Serie
La Serie Paciencia que Espera en Dios: Fe Probada y Perseverante, nace del deseo de reconocer que la espera no es pérdida, sino parte del plan formativo de Dios para sus hijos. En un mundo impaciente, donde lo urgente suele opacar lo eterno, esta serie busca invitarnos a detenernos, respirar, y aprender a confiar.
Cada una de las meditaciones de esta serie presenta un rostro distinto de la paciencia: desde el amor perseverante de Jacob hasta la obediencia silenciosa de Noé; desde la oración persistente de Ana hasta la cruz paciente de nuestro Señor Jesucristo. Todos ellos nos enseñan que la paciencia no es una debilidad del carácter, sino una virtud fortalecida por la fe.
Como comunidad de pacto en Cristo, nuestra vocación no es solo conocer la verdad, sino vivirla con esperanza. Que cada uno de estos videos y lecturas sea una pausa especial para meditar, orar y seguir creciendo en fidelidad mientras esperamos la consumación de las promesas de nuestro Dios.
Este es el segundo video de la serie, titulado La paciencia de David: Esperar en el tiempo de Dios
Voy a iniciar leyendo el pasaje de hoy que se encuentra en 1 Samuel 24, escuchen con atención:
1Cuando Saúl volvió de perseguir a los filisteos, le dieron aviso, diciendo: He aquí David está en el desierto de En-gadi. 2 Y tomando Saúl tres mil hombres escogidos de todo Israel, fue en busca de David y de sus hombres, por las cumbres de los peñascos de las cabras monteses. 3 Y cuando llegó a un redil de ovejas en el camino, donde había una cueva, entró Saúl en ella para cubrir sus pies; y David y sus hombres estaban sentados en los rincones de la cueva. 4 Entonces los hombres de David le dijeron: He aquí el día de que te dijo Jehová: He aquí que entrego a tu enemigo en tu mano, y harás con él como te pareciere. Y se levantó David, y calladamente cortó la orilla del manto de Saúl. 5 Después de esto se turbó el corazón de David, porque había cortado la orilla del manto de Saúl. 6 Y dijo a sus hombres: Jehová me guarde de hacer tal cosa contra mi señor, el ungido de Jehová, que yo extienda mi mano contra él; porque es el ungido de Jehová. 7 Así reprimió David a sus hombres con palabras, y no les permitió que se levantasen contra Saúl. Y Saúl, saliendo de la cueva, siguió su camino.
8 También David se levantó después, y saliendo de la cueva dio voces detrás de Saúl, diciendo: ¡Mi señor el rey! Y cuando Saúl miró hacia atrás, David inclinó su rostro a tierra, e hizo reverencia. 9 Y dijo David a Saúl: ¿Por qué oyes las palabras de los que dicen: Mira que David procura tu mal? 10 He aquí han visto hoy tus ojos cómo Jehová te ha puesto hoy en mis manos en la cueva; y me dijeron que te matase, pero te perdoné, porque dije: No extenderé mi mano contra mi señor, porque es el ungido de Jehová. 11 Y mira, padre mío, mira la orilla de tu manto en mi mano; porque yo corté la orilla de tu manto, y no te maté. Conoce, pues, y ve que no hay mal ni traición en mi mano, ni he pecado contra ti; sin embargo, tú andas a caza de mi vida para quitármela. 12 Juzgue Jehová entre tú y yo, y véngueme de ti Jehová; pero mi mano no será contra ti. 13 Como dice el proverbio de los antiguos: De los impíos saldrá la impiedad; así que mi mano no será contra ti. 14 ¿Tras quién ha salido el rey de Israel? ¿A quién persigues? ¿A un perro muerto? ¿A una pulga? 15 Jehová, pues, será juez, y él juzgará entre tú y yo. Él vea y sustente mi causa, y me defienda de tu mano.
16 Y aconteció que cuando David acabó de decir estas palabras a Saúl, Saúl dijo: ¿No es esta la voz tuya, hijo mío David? Y alzó Saúl su voz y lloró, 17 y dijo a David: Más justo eres tú que yo, que me has pagado con bien, habiéndote yo pagado con mal. 18 Tú has mostrado hoy que has hecho conmigo bien; pues no me has dado muerte, habiéndome entregado Jehová en tu mano. 19 Porque ¿quién hallará a su enemigo, y lo dejará ir sano y salvo? Jehová te pague con bien por lo que en este día has hecho conmigo. 20 Y ahora, como yo entiendo que tú has de reinar, y que el reino de Israel ha de ser en tu mano firme y estable, 21 júrame, pues, ahora por Jehová, que no destruirás mi descendencia después de mí, ni borrarás mi nombre de la casa de mi padre. 22 Entonces David juró a Saúl. Y se fue Saúl a su casa, y David y sus hombres subieron al lugar fuerte.
David fue ungido como rey siendo joven, pero tuvo que esperar años, huyendo de Saúl, antes de ocupar el trono.
En el Salmo 40:1 declara:
“Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor.”
La espera de David: entre la promesa y la adversidad
Cuando David fue ungido como rey siendo todavía muy joven, todo parecía indicar que pronto ascendería al trono. Pero la historia de su vida desafía esa expectativa: lo que marcó su recorrido hacia ser coronado Rey, serían años de persecución, incertidumbre y peligro. David tuvo la oportunidad de tomar el camino fácil y apropiarse del reino por la fuerza, pero eligió la senda más difícil y, a la vez, más gloriosa: la de esperar en Dios, renunciando a la venganza.
Un momento de decisión en la cueva
Saúl, el rey que aún ocupaba el trono, persiguió a David incansablemente. En 1 Samuel 24 leemos que David estaba en una cueva, donde Saúl, su enemigo, entra sin saber que David lo observaba. Era el momento perfecto para terminar con su adversidad de una vez por todas. Sin embargo, David no cayó en la trampa de la impaciencia ni en la desesperación del momento. Y declara: “No extenderé mi mano contra mi señor, porque él es el ungido de Jehová” (v.10). David decidió esperar el tiempo de Dios, aun cuando todo parecía indicar que debía actuar.
La paciencia, un acto de fe
Su paciencia no fue una señal de debilidad, sino una muestra de fortaleza y de dominio propio. No fue resignación, sino una fe viva y activa en la justicia del Señor. David confiaba no solo en la promesa de Dios, sino en el carácter de Aquel que la había hecho. Su esperanza estaba anclada en la convicción de que el Señor cumpliría lo prometido, en el tiempo y de la manera que Él considerara perfectos.
El principio de la espera en Dios
Esto va en concordancia con lo que dice Dios a través de la pluma del apóstol Pablo en Romanos 12:19,
No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.
David prefirió que fuera Dios quien lo exaltara, en vez de adelantarse y tratar de resolver el asunto con sus propias manos.
Aquí se revela un principio que trasciende el relato y llega hasta nuestras vidas: esperar en Dios es una decisión de confianza, una entrega de nuestros planes y tiempos a los caminos y el calendario divinos, aunque los nuestros parezcan más lógicos o cómodos. Este pasaje nos muestra que la paciencia bíblica implica renunciar al control y a la retribución personal, confiando en que Dios obrará mejor de lo que imaginamos.
Un corazón preparado en la prueba
Durante esa larga espera, Dios no solo preparaba el trono para David, sino que también preparaba el corazón de David para el trono. En el proceso, fue forjando en él un carácter conforme al corazón divino. Como expresa el Salmo 40, David descubrió que quien espera con paciencia, verá a Dios inclinarse y responder.
La espera activa y la invitación para confiar
La espera de David no fue pasiva. En medio de la adversidad, escribió cánticos, lideró a personas, resistió la amargura y transformó su vida en una alabanza paciente. Dios usó cada prueba para formarlo como rey, pastor y adorador.
Hoy, te invito a reflexionar: ¿En qué áreas de tu vida necesitas ejercitar la paciencia? ¿Estás dispuesto a confiar en el tiempo de Dios, aunque parezca lento o incierto? Recuerda que la paciencia no es resignación, sino la capacidad de confiar en un Dios que siempre llega a tiempo. Permite que, como David, tu espera sea un acto de fe, una oportunidad para ser moldeado y preparado para lo que viene. Dios honra la paciencia, y en su tiempo, responde con fidelidad y amor.
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