Justificación y vida en Cristo – Un mensaje de gracia y seguridad – Romanos 8:1-2
Meditación bíblica sobre Romanos 8:1-2 por el A.I. Saulo Murguía A.
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México
La pregunta que define tu eternidad
Permíteme comenzar con una pregunta que no solo es profunda, sino urgente:
¿Cómo puedes estar seguro de que, el día en que mueras y te presentes ante Dios, no serás condenado?
Esta no es una inquietud teórica ni una curiosidad filosófica. Es una pregunta que atraviesa el alma.
El apóstol Pablo dedica buena parte de su carta a los Romanos a responderla, y lo hace no con especulaciones, sino con una certeza firme que puede sostener tu fe.
Hoy, en medio de tantas voces, encontramos respuestas muy distintas a esta pregunta:
El ateo dice: “No hay Dios, así que nada importa realmente. No hay juicio que temer.”
El agnóstico no teme al juicio porque duda de que exista un Dios que lo ejerza.
El universalista confía en que, por la bondad de Dios, todos serán aceptados en su Reino, sin importar su vida o creencias.
Y hay quienes se aferran a la idea de que son dueños de su destino, sin rendir cuentas a nadie.
Pero la pregunta persiste, y se vuelve más personal:
¿Cómo puedes tener la certeza de no ser condenado ante Dios, aun cuando sabes lo profundo de tus fallas y luchas con el pecado?
Pablo enfrenta este dilema con una declaración que transforma el temor en esperanza. En Romanos 7:24, exclama: “¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?” Pero en Romanos 8:1, da un giro radical:
“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús.”
¿Cómo se alcanza esa seguridad? ¿Cómo puede alguien, consciente de su pecado, vivir con paz ante el juicio de Dios?
La respuesta que libera
El mensaje de Pablo es claro y poderoso:
Quienes confían en Cristo pueden tener una certeza inquebrantable de su justificación y salvación, aun en medio de la lucha diaria contra el pecado.
Romanos 8:1 declara:
“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.”
Esta afirmación no es una simple frase de consuelo. Es una proclamación divina que establece:
- Quienes han sido justificados por Dios no enfrentan condenación.
- Dios ha liberado a los creyentes de la ley del pecado y de la muerte, por medio del Espíritu.
- La vida santificada es inseparable de la justificación, como fruto inevitable de estar unidos a Cristo.
Esta libertad no es temporal ni condicional. No depende de tus méritos, sino de la obra perfecta de Cristo. El castigo que tú merecías fue descargado sobre Él en la cruz. La ley fue cumplida en su obediencia. Por eso, tú eres considerado justo, no por tus obras, sino por su sacrificio.
Si alguna vez reconociste sinceramente tu pecado, te arrepentiste y confiaste únicamente en Jesucristo para tu salvación, entonces Dios acreditó tus pecados a Cristo y su justicia a ti.
Ese es el milagro de la justificación.
Y ese veredicto, pronunciado hoy, será el mismo que escucharás cuando te presentes ante Dios:
“No hay condenación.”
Unión que garantiza seguridad
Pero Pablo no habla solo de un estado legal. Habla de una unión viva y transformadora.
La promesa es para quienes están “en Cristo Jesús”. Esta expresión revela una realidad espiritual profunda:
Estar en Cristo significa estar unido a Él por el Espíritu Santo, de manera que su vida, su justicia y su victoria te pertenecen.
Esta unión garantiza que la salvación no es un estado pasajero ni un perdón frágil. Es una realidad permanente.
Y esa misma gracia que te justificó, te santifica. La vida del creyente se caracteriza por andar en el Espíritu, no como una exigencia para ser salvo, sino como evidencia de que ya lo es.
Cuando el pecado te golpea ¿Dónde está tu consuelo?
Ahora bien, ¿qué sucede cuando, a pesar de tus deseos renovados, sigues luchando con el pecado?
Si eres creyente, sabes que anhelas vivir en justicia, pero también sabes que fallas. ¿Dónde encuentras consuelo? ¿Cómo puedes estar seguro de que no hay condenación para ti?
Romanos 8:2 responde:
“Porque la ley del Espíritu de vida te ha librado en Cristo Jesús de la ley del pecado y de la muerte.”
Tu seguridad no depende de cómo te sientes, ni de lo que haces, ni de tus circunstancias.
Depende de lo que Dios ha hecho en Cristo.
Por eso, cuando el pecado te acusa, cuando la conciencia te inquieta, cuando el enemigo te susurra que no eres digno…
Recuerda: si estás en Cristo Jesús, no hay condenación para ti.
