PERDONADOS PARA AVANZAR

El comienzo de un nuevo año es un momento propicio para reflexionar sobre el significado y las implicaciones del paso del tiempo. Al mirar los años transcurridos, surge una pregunta inevitable: ¿qué influencia pueden tener y cuán permanentes pueden ser en nuestra experiencia presente?
Existe la creencia común de que los años simplemente se dejan atrás y caen en el olvido. Sin embargo, esto no es correcto. Cada período vivido aporta una contribución invaluable a nuestro desarrollo personal, intelectual y espiritual. La suma de experiencias, aprendizajes y crecimiento acumulados en cada etapa de la vida forma parte de quienes somos hoy. Lo absorbido en tiempos anteriores se manifiesta como conocimiento, madurez y sabiduría que influye no solo en nuestro desempeño, sino también en nuestras relaciones interpersonales.
Lo que hemos aprendido de Dios ya forma parte de nuestro ser. Recordamos las palabras de Jesús en su oración: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado”.
Pero no solo permanece lo bueno; también lo malo deja huella. Todas nuestras acciones pasadas conllevan consecuencias inevitables. Las conductas éticas o inapropiadas generan efectos que pueden perdurar y moldear tanto la percepción social como la vida cotidiana.
Al analizar introspectivamente lo que hemos hecho y el camino recorrido en un año que concluye, comprendemos mejor nuestra posición actual y podemos proyectar con mayor claridad las estrategias para el futuro.
A menudo esperamos que Dios olvide nuestros errores y pecados, pero que jamás olvide sus promesas. No debemos perder de vista que Dios nos perdona, pero el perdón no es un simple acto de olvido, sino un proceso consciente de anulación de la culpa mediante la intervención redentora de Cristo.
El perdón no surge de una ofensa que se desvanece sin más, sino de la liquidación de la deuda a través de Cristo Jesús, el Hijo de Dios. Si estamos en Cristo, nuestros pecados han sido anulados. Dios no los olvidó: los anuló.
Esta verdad nos ofrece un fundamento ético y espiritual de enorme relevancia, otorgándonos un sentido de justificación y libertad para enfrentar el porvenir. Comenzar un nuevo año implica asumir responsablemente el legado del pasado, mientras avanzamos hacia el futuro con plena conciencia de la reconciliación y de la posibilidad de renovación. Somos justificados y liberados de nuestros pecados para vivir para nuestro Salvador.

IGLESIA NACIONAL PRESBITERIANA BERITH, BOLETIN BUEN ÓLEO Domingo 28 de Diciembre 2025

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