Anuncio del nacimiento de Juan – Lucas 1:5-32
Meditación sobre Lucas 1:5-32 por el A.I. José Antonio Velázquez
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México
Transcripción…
Hoy, a propósito de la Navidad, vamos a contar un bello acontecimiento que consiste ni más ni menos que en los sucesos previos al nacimiento de nuestro Señor Jesús, el hecho histórico más importante para la humanidad, y que transformó al mundo. Tan es así que la historia se comenzó a registrar a partir de este momento, y marca un antes y un después para creyentes y no creyentes. Es decir para toda la humanidad, el nacimiento de Cristo, quién ha de hacer posible la salvación del hombre, quien es apartado, santificado, para que en la gracia del Padre y el sacrificio de nuestro Señor Jesús seamos nuevamente hijos de Dios.
Viajemos en el tiempo y espacio a Judea en el tiempo del gobierno de Herodes, cuando el pueblo de Israel era dominado por los romanos y aún que tenían ciertos privilegios no dejaban de ser un pueblo oprimido.
Dios ya había previsto y preparado todo para la llegada del Salvador, incluso quien habría de preparar el camino para su llegada, quien sería el emisario predicho en Isaías 40: 1-3
Consolaos, consolaos, pueblo mío, dice vuestro Dios. Hablad al corazón de Jerusalén; decidle a voces que su tiempo es ya cumplido, que su pecado es perdonado; que doble ha recibido de la mano de Jehová por todos sus pecados. Voz que clama en el desierto: Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios.
El evangelio de Lucas nos narra primeramente el nacimiento de Juan que quiere decir «El Señor da Gracia», Juan ha de llegar a una familia, Zacarías y Elizabeth, fieles creyentes e irreprensibles, quienes han orado al Señor por un hijo que aparentemente ya no llegaría pero que siendo ya ancianos, solo por la gracia de Dios, pueden recibir tan preciado don. Esta gracia ha de ir más allá de una familia, pues el hijo nacido de ellos será llamado Juan, quién ha de anunciar la llegada del Redentor no tan solo de el pueblo de Israel, sino de todas las naciones y quién ha de ser la cabeza del pacto de salvación. Pero escuchemos la narrativa que hace el historiador y médico Lucas, tal cual la escribió.
Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, de la clase de Abías; su mujer era de las hijas de Aarón, y se llamaba Elisabet. Ambos eran justos delante de Dios, y andaban irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor. Pero no tenían hijo, porque Elisabet era estéril, y ambos eran ya de edad avanzada. Aconteció que ejerciendo Zacarías el sacerdocio delante de Dios según el orden de su clase, conforme a la costumbre del sacerdocio, le tocó en suerte ofrecer el incienso, entrando en el santuario del Señor. Y toda la multitud del pueblo estaba fuera orando a la hora del incienso. Y se le apareció un ángel del Señor puesto en pie a la derecha del altar del incienso. Y se turbó Zacarías al verle, y le sobrecogió temor. Pero el ángel le dijo: Zacarías, no temas; porque tu oración ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan. Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán de su nacimiento; porque será grande delante de Dios. No beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre. Y hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos. E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto. Dijo Zacarías al ángel: ¿En qué conoceré esto? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada. Respondiendo el ángel, le dijo: Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios; y he sido enviado a hablarte, y darte estas buenas nuevas. Y ahora quedarás mudo y no podrás hablar, hasta el día en que esto se haga, por cuanto no creíste mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo. Y el pueblo estaba esperando a Zacarías, y se extrañaba de que él se demorase en el santuario. Pero cuando salió, no les podía hablar; y comprendieron que había visto visión en el santuario. Él les hablaba por señas, y permaneció mudo. Y cumplidos los días de su ministerio, se fue a su casa. Después de aquellos días concibió su mujer Elisabet, y se recluyó en casa por cinco meses, diciendo: Así ha hecho conmigo el Señor en los días en que se dignó quitar mi afrenta entre los hombres.
S. Lucas 1:5-25
¡Gracias a Dios por su fidelidad!