Y ustedes ¿quién dicen que soy yo? – Marcos 8:27-33
Meditación bíblica sobre Marcos 8:27-33 por el A.I. Saulo Murguía A.
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México
Voy a dar lectura al pasaje que se encuentra en Marcos8:27-33
27 Salieron Jesús y sus discípulos por las aldeas de Cesarea de Filipo. Y en el camino preguntó a sus discípulos, diciéndoles: ¿Quién dicen los hombres que soy yo? 28 Ellos respondieron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los profetas. 29 Entonces él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy? Respondiendo Pedro, le dijo: Tú eres el Cristo. 30 Pero él les mandó que no dijesen esto de él a ninguno.
31 Y comenzó a enseñarles que le era necesario al Hijo del Hombre padecer mucho, y ser desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y ser muerto, y resucitar después de tres días. 32 Esto les decía claramente. Entonces Pedro le tomó aparte y comenzó a reconvenirle. 33 Pero él, volviéndose y mirando a los discípulos, reprendió a Pedro, diciendo: ¡Quítate de delante de mí, Satanás! porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.
En este momento de afirmación, que vemos en este pasaje, Pedro llamó a Jesús “el Cristo”, el Ungido, y Jesús comenzó a enseñar a los discípulos cómo sería su misión usando el término “Hijo del Hombre”.
En la pregunta enfática del señor Jesús, “¿Quién decís que soy yo?” Jesús desafía no sólo a Pedro o a los discípulos, sino a cada uno de nosotros a reflexionar sobre nuestra comprensión de quién es él, quién es él para nosotros individual y personalmente, pero también quién es él de hecho. Podemos preguntarnos,
¿Por qué Jesús no querría que sus discípulos compartieran lo que entendían sobre él? ¿Por qué les advertiría que no le contaran a nadie sobre él?
Antes de que los discípulos estuvieran listos para compartir el evangelio (la buena nueva), tenían que entender el evangelio tal como era, no como ellos querían que fuera.
Aquí, Pedro llevó a Jesús a un lado y lo reprendió después de que Jesús explicó lo que estaba por venir.
¿Pedro retrocedió ante la idea de que este hombre a quien amaba sufriera?
¿Pedro rechazó la misión de Cristo en sí, teniendo una idea diferente de lo que significaba que el Mesías vendría?
O tal vez Pedro quería protegerse de ese futuro. No lo sabemos.
En nuestras propias vidas, podemos dar un paso atrás cuando escuchamos que la cruz (el sufrimiento) es una parte normal de la vida cristiana.
Podemos alejarnos de Dios cuando vemos sufrir a quienes amamos o cuando nosotros mismos experimentamos el sufrimiento.
Podemos, en cierto sentido, reprender a Dios en nuestra ira cuando las cosas no salen como pensamos que deberían.
Nuestra respuesta a los desafíos y sufrimientos en nuestras vidas debe ser la confianza, porque “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8:28).
Podemos formar nuestros corazones y voluntades para abrazar todo lo que Dios permite a través de su providencia.
Cómo pensamos: el apóstol Pablo nos dice: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.” (Romanos 12:2).
Ver nuestras vidas como Dios las ve, desear lo que Dios desea para nosotros, requiere que nuestras mentes sean renovadas.
Necesitamos que abrazar la voluntad de Dios y que esto se convierta en una tendencia natural que nos permita remover cualquier obstáculo para que su gracia actúe en nuestras vidas.
Cuanto más buscamos hacer la voluntad de Dios (ver las cosas de Dios), más profundo es nuestro arrepentimiento por haber obrado en desacuerdo con la voluntad de Dios y nuestro propósito de no volver a actuar mal en lo sucesivo, mientras mas buscamos la voluntad de Dios, mejor preparados estamos para que Dios obre en nuestra alma a través de su gracia.