Imitadores de Dios como hijos amados – Efesios 5:1-2

Imitadores de Dios como hijos amados – Efesios 5:1-2
Meditación bíblica sobre Efesios 5:1-2 por el A.I. Saulo Murguía A.
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith

1 Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados.
2 Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante.

Sed imitadores de Dios… para ello hay que tener una vision correcta de quien es Dio1.

Idea incorrecta sobre Dios

Muchas veces cuando pido a alguien que describa a Dios, eventualmente llega a 1 Juan 4:8.

8 El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.

Allí la Biblia nos dice que Dios es amor.

¡Inmediatamente, nuestras mentes inclinadas al mal pueden desviarnos con esta información incompleta sobre la verdadera naturaleza de quién es Dios y qué es Dios!
Porque, la humanidad caída, en general, no entiende en absoluto el amor.

Para las personas sin ningún discernimiento espiritual o bíblico, el amor es una emoción, un sentimiento un poco confuso que acompaña al enamoramiento.
Es algo que te hace sentir bien contigo mismo y con la persona que amas.

El amor a menudo se ve como tolerancia, o soportar todo tipo de pecado, simplemente porque, después de todo – dicen- amamos al pecador. Seguramente has oído esto antes: «Amar al pecador, odiar el pecado» ¡Pues Dios odia el pecado y al pecador! (Salmo 11:5).

"Jehová prueba al justo;
Pero al malo y al que ama la violencia, su alma los aborrece."

Sin embargo, se nos enseña que Dios ama a todos por igual.
¡Sí, Él ama a todos, pero no por igual!
De hecho, esta visión distorsionada del amor enseña que Dios ama a todos y, si esto fuera así, por consecuencia no enviará a nadie al infierno.

Esta es una exageración de un atributo del carácter de Dios, Su amor, y lamentablemente, es una exageración creado por un concepto de amor no bíblico, que es realmente una perversión y una tergiversación de lo que es Dios y lo que es el amor.

Mucha gente -como consecuencia de estas ideas- ve un dios de su propia creación.

Ven a un dios que todo lo ama y que no se parece en nada al Dios de la Biblia y, por lo tanto, no es un dios en absoluto, sino un ídolo de su propia imaginación.

Entonces, ¿cómo podemos tener una visión correcta de Dios?

Definiendo el amor

La biblia define el amor como parte del fruto del Espíritu (Gálatas 5:22-23)

"22 Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley."

El amor, además, se define como obediencia a Dios (1 Juan 5:3).

"3 Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos."

Sí, realmente es así de simple. Amar a Dios es obedecerle.

La Visión Correcta de Dios

Una vez que vemos el amor por lo que es y lo que no es, nos damos cuenta de que es algo más que emociones. Dios es amor. Entonces, ¿cómo podemos tener una visión correcta de Dios?

En Isaías 6:1-8, el profeta ve a Dios.

1 En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo.
2 Por encima de él había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban.
3 Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria.
4 Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se llenó de humo.
5 Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos.
6 Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas;
7 y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado.
8 Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí.

¡Lo que ve Isaías aquí, nos dice mucho acerca de Dios!

Primero vemos que Dios es Soberano – Él está sentado en un trono, alto y sublime. Los ángeles alrededor del trono que guardan Su gloria proclaman esta verdad: “Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria»

En la Biblia, para dar énfasis a algo, el escritor repite una frase.

Jesús decía a menudo “de cierto, de cierto” (amén, amén) enfatizando la veracidad de lo que estaba a punto de decir.

Y la característica de Dios que más se enfatiza en la Biblia se ve aquí.
Por encima de todo, Dios es santo, santo, santo.
Es perfecto y bueno y perfectamente bueno. No puede pecar. No puede pecar por Su propia naturaleza como un Ser perfecto y justo. Dios no puede pecar. Es santo.

Cuando Isaías ve esta gloria, esta máxima santidad y perfección, se sorprende ante esa realidad.

Grita: “¡Ay de mí! que soy muerto” ¿Qué quiere decir aquí? En el idioma hebreo esto es en realidad una maldición. ¡Se maldice a sí mismo! Ay de mí, soy muerto: al compararse con la santidad de Dios, Isaías ve inmediatamente su propia pecaminosidad absoluta y clama:

«Soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos.»

Isaías no podía estar en la presencia de tal santidad.

Y, sin embargo, tantas personas hoy en día tienen una visión tan baja, una visión tan humanizada de Dios, que no ven nada santo, extraordinario o incluso temible en Dios.
Si esa es tu visión de Dios, ¡entonces no estás mirando realmente a Dios!

La respuesta de Isaías es tal en este capítulo que cuando es limpiado por el carbón del altar, que representa la expiación de Cristo por su pecado, Isaías inmediatamente cambia su clamor.

Ahora dice, “Heme aquí, envíame a mí»

Ahora está listo y esperando para servir a su Señor.

Nos podemos dar cuenta de que muchas personas no obedecen a Dios porque en realidad no lo conocen.

Cuando lo reconocemos por lo que Él es, no podemos hacer nada menos que maldecir nuestro pecado y abandonarnos a Su servicio.

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