Sociedad Femenil Lidia – 10 de agosto, 2022

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Miércoles 10 de Agosto de 2022.
Hoy continuamos con la Serie “Génesis, un análisis profundo del
Texto”, con el tema: “Dominio del pecado”, basado en el Capítulo
4:1-7.
En el texto bíblico se nos describe que la raza humana se
empezó a multiplicar hasta después de la expulsión del paraíso.
Dice el texto bíblico “conoció Adán a su mujer Eva, la palabra en
hebreo es “yadá” “conocer”, nos habla de una comunión y una
relación íntima de Adán con su mujer Eva y es así como Dios
instituye el matrimonio.
Eva concibe y da a luz un varón y exclama: “por voluntad del
Señor he adquirido varón”. Eva reconoce que es obra de Dios el
nacimiento de su hijo varón.
Dice la escritura que después nació Abel, el nombre de Abel
“hébel” en Hebreo, significa “soplo” “suspiro”, algo efímero.
Cada uno de los hijos tuvo un oficio, estas actividades
seguramente eran desarrolladas por Adan, Dios había dado al ser
humano toda planta que da semilla y todo árbol en que hay fruto
y que da semilla, para comer (Gen. 1:29), pero había que labrar
la tierra, Dios estableció el trabajo también antes del pecado, en
Génesis 2:5 leemos: “…porque Jehová Dios aún no había hecho
llover sobre la tierra, ni había hombre para que labrase la tierra.”
y en Génesis 2:15 leemos: “Tomó pues, Jehová Dios al hombre, y
lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase.”

También Dios había dicho: toda bestia de la tierra en que hay
vida, les será para comer (Gen. 1:30), esto también desde que
estaban en Edén y antes del pecado.
Posteriormente, la tierra fue maldita (sin la bendición de Dios),
por causa del pecado del hombre, dijo Dios a Adam (Gen 3:17):
“maldita será la tierra por tu causa, con dolor comerás de ella
todos los días de tu vida”.
Así que cada uno de los hijos de Adam, se dedicó a una
actividad, Abel fue pastor de ovejas y Caín fue labrador de la
tierra (Gen 4.2).
Y es en esta parte de la escritura donde se nos relata el origen de
la búsqueda del ser humano, de tener una relación con su
creador, el reconocimiento de Dios como proveedor de su
sustento, la necesidad del ser humano de estar en comunión con
Dios, en virtud de que, derivado del pecado esa comunión se
rompió y con la ofrenda traída a Dios del fruto de su trabajo, lo
que busca el ser humano es una reconciliación con su creador,
una restauración de la comunión perdida. Esta necesidad surgió
tanto en Caín como en Abel, algunos teólogos señalan que en el
soplo de Dios (Gén. 2:7) en la nariz del ser humano, el aliento de
vida que no puso Dios en ningún otro ser viviente, es esa
necesidad de buscar a nuestro creador, tanto creyentes como no
creyentes, el ser humano siempre busca el origen de todo lo que
existe, al creador.
Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová y Abel trajo
de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas como
ofrenda a Dios (v.3 y 4).

Aquí cabe hacer un paréntesis para explicar que la idea de
primogénito en la cultura hebrea, no es solamente el primero,
sino el primero apto, Abel trajo de los primogénitos lo más gordo;
Caín sólo trajo del fruto de la tierra una ofrenda, es decir, no
describe que haya sido primicia (lo primero) ni que haya sido lo
mejor, lo más apto (reshit).
Nos relata la escritura que Dios miró con agrado a Abel y a su
ofrenda, esto lo que nos indica que la ofrenda de Abel fue
conforme a la voluntad de Dios; pero no miró con agrado a Abel y
a la ofrenda suya (v.4), esto es, que la ofrenda de Caín no fue
conforme a la voluntad de Dios.
Dice el texto que Caín se enojó (se ensañó) mucho y decayó su
semblante, por lo cual Dios le pregunta: ¿porqué te enojas? (v.6)
y agrega:
v. 7 Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? y si no hicieres bien,
el pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú
te enseñorearás de él.
Aquí observamos que decayó el semblante de Caín, por lo cual
Dios le dice, si bien hicieres ¿no serás enaltecido?, es decir si
actúas conforme a la voluntad de Dios, tú cara puede estar
erguida, levantada; en Job 11:14 y 15 vemos una idea similar: “Si
alguna iniquidad hubiere en tu mano y la echares de ti, Y no
consintieres que more en tu casa la injusticia, entonces
levantarás tu rostro limpio de mancha, y serás fuerte, y nada
temerás…”
Pero si no haces la voluntad de Dios (el bien), el pecado (lo
contrario a la voluntad de Dios) está a la puerta, es decir: te está
acechando; y concluye: “con todo esto, a ti será su deseo”, es
decir tu siempre vas a tender a hacer lo contrario a la voluntad de
Dios, pero termina “y tú te enseñorearás de él”.
Dios afirma que podemos enseñorearnos (dominar) el pecado,
ahora, nosotros entendemos que nosotros, por nuestras fuerzas,
con nuestra buena voluntad, no podemos dominar el pecado, y
es con el poder del Espíritu Santo, el poder de Dios que mora en
nosotros, los creyentes, que podemos dominar el pecado.
Un ejemplo de esto lo encontramos en la historia de José en
Génesis 39:7
“7Aconteció después de esto, que la mujer de su amo puso sus
ojos en José, y dijo: Duerme conmigo. 8Y él no quiso, y dijo a la
mujer de su amo: He aquí que mi señor no se preocupa conmigo
de lo que hay en casa, y ha puesto en mi mano todo lo que tiene.
9No hay otro mayor que yo en esta casa, y ninguna cosa me ha
reservado sino a ti, por cuanto tú eres su mujer; ¿cómo, pues,
haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios? 10Hablando ella
a José cada día, y no escuchándola él para acostarse al lado de
ella, para estar con ella, 11aconteció que entró él un día en casa
para hacer su oficio, y no había nadie de los de casa allí. 12Y ella
lo asió por su ropa, diciendo: Duerme conmigo. Entonces él dejó
su ropa en las manos de ella, y huyó y salió.”
De José aprendemos que aún cuando nosotros nos esforcemos
por evitar el pecado, el pecado está a la puerta, pero nosotros
podemos dominarlo, y la escritura nos enseña que para
dominarlo lo mejor es huir de él, alejarnos de la tentación.
No confiemos en nuestras fuerzas, nosotros somos santos,
escogidos y apartados por el Señor, y en consecuencia lo mejor
es huir de la tentación y del pecado.

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