EL CULTO

Participamos en el culto, muchas veces, sin saber qué es el culto y que es lo que hacemos en el culto para que el culto, sea culto. Esto no quiere decir que nuestro culto, no sea culto, o que sea un culto falso: sino, más bien, que nuestra participación, sin saber el sentido pleno de lo que hacemos, es una participación que no logra experimentar la riqueza de la experiencia espiritual que pudiera ser nuestra si supiéramos mejor lo que hacemos.

El culto, por decirlo en términos bien sencillos, es la respuesta de adoración que el creyente hace al Dios único que se revela en su Palabra. Contiene dos partes: la subjetiva y la objetiva. Es una experiencia subjetiva y una actividad objetiva, Involucra actitudes y actividades. Las actitudes son la reverencia, respeto, honor, veneración, acatamiento, devoción, amor, gratitud y adoración, entre otras. Las actividades incluyen las de adorar, cantar, servir, alabar, agradecer, escuchar, orar y responder. El culto no es solamente un aspecto, sino la combinación de los dos. El culto no es un profundo sentimiento no expresado, ni tampoco una serie de acciones sin sentimiento.

El culto verdadero involucra la mente, la inteligencia, las emociones, los  sentimientos, la inteligencia, las emociones, la consciencia y la voluntad. Tiene que ser inteligente para que sepamos lo que hacemos, para que conscientemente nos rindamos a Dios.

También tiene que proceder de un sincero sentimiento y de una honesta motivación. A la vez

tiene que conducir a acciones  obedientes que glorifiquen a Dios. Entramos en el culto con estas intenciones.

El culto no es una formalidad vacía, ni actividades sin sentido. No es mero ritual ni ceremonia rígida, pero si habrá una  estructura significativa en nuestra respuesta a Dios. Habrá orden en nuestra comunicación: será una expresión racional. Será una respuesta viva, personal y apasionada, al Dios vivo, quién nos invita a reunirnos con Él.

Iglesia Nacional Presbiteriana Berith, boletín Buen Óleo 3 de enero 1988

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