María alaba a su Señor – Lucas 1:39-56
Meditación sobre Lucas 1:39-56 por el A.I. José Antonio Velázquez
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México
María alaba a su Señor
Lucas 1:39
En aquellos días, levantándose María, fue de prisa a la montaña, a una ciudad de Judá; y entró en casa de Zacarías, y saludó a Elisabet. Y aconteció que cuando oyó Elisabet la salutación de María, la criatura saltó en su vientre; y Elisabet fue llena del Espíritu Santo, y exclamó a gran voz, y dijo: Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre. ¿Por qué se me concede esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí? Porque tan pronto como llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Y bienaventurada la que creyó, porque se cumplirá lo que le fue dicho de parte del Señor. Entonces María dijo: Engrandece mi alma al Señor; Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador. Porque ha mirado la bajeza de su sierva; pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones. Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso; Santo es su nombre, y su misericordia es de generación en generación a los que le temen. Hizo proezas con su brazo; Esparció a los soberbios en el pensamiento de sus corazones. Quitó de los tronos a los poderosos, y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes, y a los ricos envió vacíos. Socorrió a Israel su siervo, acordándose de la misericordia de la cual habló a nuestros padres, para con Abraham y su descendencia para siempre. Y se quedó María con ella como tres meses; después se volvió a su casa.
María ha recibido una noticia extraordinaria que nadie más nunca recibirá, será el instrumento escogido por Dios para que el Verbo se haga carne, para que la segunda persona de la Trinidad se manifieste en su condición humana, tan necesaria para que podamos ser redimidos de nuestros pecados, ella será la madre terrenal de Emanuel, Dios con nosotros.
Es apenas una señorita ya comprometida pero aún virgen, al recibir la noticia surgen muchas preguntas en su mente y corazón sin embargo poco a poco se van disipando y su corazón se llena de regocijo. Decide ir a visitar a Elisabet pues ella comprenderá perfectamente todos los sentimientos y emociones que ahora tiene, ella también ha recibido un regalo excepcional. Llama la atención que el texto bíblico dice: y Elisabet fue llena del Espíritu Santo. Para reconocer el fruto del vientre de María fue necesaria la intervención del Espíritu Santo para alabar a Dios por su gran regalo, cierto es que llama bendita a María, pues lo es, Dios la ha bendecido grandemente al elegirla para ser quien cuide de ese bebé tan preciado, importante y esperado, pero de inmediato reconoce que este es el cumplimiento de la promesa del Señor, esa promesa tan esperada y anhelada por el pueblo de Israel, la de recibir al Mesías.
María no tiene más opción que elevar adoración a su Señor, ella se reconoce como sierva, cómo quien obedece a su dueño, cómo quien sirve. Empieza a enumerar una serie de marivillas que Dios ha hecho para con los oprimidos, los menos afortunados, los despreciados, sobre los altivos y orgullosos. El pueblo de Israel seguía dominado por un imperio que abusa de ellos pero María puede ver cómo Dios traerá sobre ellos libertad y justicia a través del pequeño que nacerá de su vientre, reconoce el cumplimiento de la promesa hecha a Abraham y su descendencia. Tal vez no tenía muy claro como este pequeño salvaría a toda la nación escogida pero en su corazón no había duda que así sería y ella es dichosa por ser instrumento del Señor pues se da cuenta que ella misma recibirá este beneficio tan magnifico, del salvada del pecado, de la muerte.
Alabemos a Dios junto con María por recibir este magnífico regalo de la vida a través de este niño, de Jesús el Salvador, de Emanuel Dios con nosotros.