Pidiendo el perdón de Dios – Salmos 51:1-9

Parte 1 de la Serie: Reflexiones sobre el SALMO 51
Meditación bíblica sobre el Salmo 51 por el A.I. Saulo Murguía A.
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México

Muy buenos días,
Hoy iniciamos una serie de cuatro videos en los que reflexionaremos sobre el Salmo 51. Nuestro punto focal es la adoración.
Pero ¿que tiene que ver este salmo con la adoración?

Tradicionalmente desde hace mucho tiempo, el Salmo 51 ha sido tomado como un modelo de cómo orar cuando estamos frente a un fuerte sentimiento de culpa al darnos cuenta de que hemos ofendido a Dios.

David oró este salmo después de cometer adulterio con Betsabé, pero sus palabras y su corazón arrepentido son relevantes y aplicables para todos los que sienten el peso de su pecado.

Muchas de las palabras y frases usadas en este Salmo -hisopo, espíritu noble, sacrificio, holocausto, y otros conceptos- se presentan en el salmo 51 como ilustraciones, que en realidad son muy poco conocidas en nuestro ámbito actual.

Entonces, mucha gente tiende a omitir las porciones que no comprende o solamente tomar las palabras o pequeñas porciones que le suenan más poéticas, sin comprender -desde luego- del todo el trasfondo y en sentido del Salmo.

Conforme avancemos en el estudio sobre este Salmo podremos aprender más acerca de la adoración a Dios.

Iniciemos,

Pidiendo el perdón de Dios

Voy a iniciar dando lectura al Salmo 51 (todo) para que podamos tener el contexto de lo que vamos a hablar el día de hoy. Hoy halaremos de la primera parte. Recuerden que son cuatro partes.

1 Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia;
Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones.
2 Lávame más y más de mi maldad,
Y límpiame de mi pecado.
3 Porque yo reconozco mis rebeliones,
Y mi pecado está siempre delante de mí.
4 Contra ti, contra ti solo he pecado,
Y he hecho lo malo delante de tus ojos;
Para que seas reconocido justo en tu palabra,
Y tenido por puro en tu juicio.
5 He aquí, en maldad he sido formado,
Y en pecado me concibió mi madre.
6 He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo,
Y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría.
7 Purifícame con hisopo, y seré limpio;
Lávame, y seré más blanco que la nieve.
8 Hazme oír gozo y alegría,
Y se recrearán los huesos que has abatido.
9 Esconde tu rostro de mis pecados,
Y borra todas mis maldades.

10 Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio,
Y renueva un espíritu recto dentro de mí.
11 No me eches de delante de ti,
Y no quites de mí tu santo Espíritu.
12 Vuélveme el gozo de tu salvación,
Y espíritu noble me sustente.
13 Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos,
Y los pecadores se convertirán a ti.
14 Líbrame de homicidios, oh Dios, Dios de mi salvación;
Cantará mi lengua tu justicia.
15 Señor, abre mis labios,
Y publicará mi boca tu alabanza.
16 Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría;
No quieres holocausto.
17 Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado;
Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios.
18 Haz bien con tu benevolencia a Sion;
Edifica los muros de Jerusalén.
19 Entonces te agradarán los sacrificios de justicia,
El holocausto u ofrenda del todo quemada;
Entonces ofrecerán becerros sobre tu altar.

David se siente sucio. Necesita a Dios para que lo limpie. Y pide insistente ser limpiado:

Ten piedad de mí
Borra mis rebeliones
Lávame más y más de mi maldad
Límpiame de mi pecado
Purifícame con hisopo
Esconde tu rostro de mis pecados

Pero ese tipo de suciedad no se puede lavar con agua o tomando un baño. Es una suciedad que está dentro de nosotros.

Esa suciedad es el pecado y la única solución es el perdón de Dios.

Cuando pecamos podemos sentir equivocadamente que lo que necesitamos es encubrir nuestro pecado, inventar cualquier clase de excusas que nos justifiquen por haberlo hecho, o incluso recurrir a métodos «psicológicos» para deshacernos de cualquier sentimiento de culpa. Grave error.

Lo que necesitamos es el perdón de Dios.

En el versículo 1, David ruega a Dios que tenga piedad de él.
Y esta súplica está llena de esperanza y de convicción de que será atendida por Dios, ya que dice a continuación: “conforme a tu misericordia”.
David le está pidiendo a Dios piedad, no con base en algún mérito personal sino con base en lo que Dios mismo es.
Le está pidiendo a Dios que actúe de acuerdo a Su misericordia, ya que Dios es misericordioso.

A continuación, David dice «Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí.»
Debemos conocer bien nuestros pecados y estar dispuestos a arrepentirnos cuando el Espíritu Santo nos convence de nuestros propios pecados y de la realidad de ellos.

Estoy seguro que a nadie le gusta sentir la convicción de haber hecho algo malo, pero esa convicción, en realidad, es una demostración del amor de Dios.

Luego David, ora por el perdón, no porque Dios no quiera ofrecerlo, sino porque somos conscientes de para ser perdonados dependemos totalmente de la misericordia de Dios.

No nos autoflagelamos para expiar nuestro propio pecado.
Tampoco cubrimos nuestro pecado.
Lo que hacemos es -como David- exponer nuestro pecado y depender de la promesa de Dios de perdonar a su pueblo.
Cuando estamos arrepentidos, desearíamos retroceder en el tiempo y deshacer lo que habíamos hecho, pero eso no es posible.
Pero tenemos una promesa segura, como vemos en la historia que nos narra el libro de Samuel en 2 Samuel 12:13,
«Entonces dijo David a Natán: Pequé contra Jehová. Y Natán dijo a David: También Jehová ha remitido tu pecado; no morirás.»

Cuando nos arrepentimos de nuestro pecado muy en particular y lo confesamos a Dios, tenemos la promesa de que Él perdonará nuestro pecado.

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