El amor ágape – Mateo 5:43-48 y Juan 21:15-18

Meditación basada en Mateo 5:43-48 y Juan 21:15-18 por el A.I. Fernando Acevedo P.
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México

En las últimas tres meditaciones, hablamos acerca de las tres formas del amor divino de Dios; y decíamos que nos ama con un amor benevolente; también nos da su amor de beneficencia, que nos asegura sus bondades que nacen del amor benevolente que tiene por nosotros; y, por último, hablamos del amor complaciente de Dios, y comentamos que Dios se complace en amarnos por causa de su Hijo.

Ahora bien, existen tres sustantivos griegos para referirse al amor: el primero es el sustantivo «eros», el segundo viene del verbo «phileo»; y el tercero es el sustantivo que más escuchamos, este es el «ágape». Estas tres, son las palabras usadas por el idioma griego para referirse al amor.

El primero, el «eros», y que no se encuentra en el Nuevo Testamento, se ha usado para hablar de un amor sensual, que se encuentra cargado de connotaciones eróticas, que conlleva aspectos sexuales demoniacos, ya que a menudo, esta forma de amor lo practicaban en rituales paganos, que se llevaban a cabo en los templos y las orgías que se presentaban en algunos de los festejos reales. Platón y Aristóteles intentaron limpiar esta palabra; y así, la palabra «eros», todavía se usa para referirse a un amor sensual, pero sin relacionarlo con aspectos demoniacos.

El otro tipo de amor, y que, si se encuentra en el Nuevo Testamento, es el amor «philia», y que hace referencia a la ciudad del Nuevo Testamento Filadelfia, nombre que viene de las raíces griegas adelphos que significa hermano, y phileo, que se refiere al amor, y nos lleva a traducir el nombre de Filadelfia como ciudad del amor fraternal. Así, entendemos que phileo o philein, se refiere al amor fraternal entre amigos, a un profundo afecto que nace de una larga amistad. Y, aun así, este no llega a ser muy profundo, no llega a trascender más allá, no llega a un amor, hablando en términos sobrenaturales, como lo es al amor ágape. Este amor, es el amor supremo del que nos habla el Nuevo Testamento y que tiene como base el carácter de Dios. Este amor ágape es el amor con el cual Dios nos ama; es el amor que Dios derrama en el corazón de cada creyente por medio de Su Espíritu Santo.

 El Apóstol Juan, siempre habla en sus epístolas acerca del amor, y la forma en que debemos amarnos unos a otros, ya que el amor le pertenece a Dios, y todos los que somos nacidos de nuevo, debemos de amarnos de la misma manera en que Dios nos ama. Ahora bien, cuando amamos con un amor fraternal, no es necesario que exista una transformación en nuestro ser; ya que este tipo de amor lo experimenta toda la gente. Pero eso sí, cuando hablamos de pasar al siguiente nivel, para llegar a ese amor ágape con el cual nos ama Dios, estamos hablando de un asunto completamente diferente.

 La nueva ética cristiana que nos habla de este amor, la encontramos en Mateo 5: 43 – 48, dice:

Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo.  Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.

Es decir, no existe ningún pretexto aceptable para dejar de amar a alguien, ya sea por decisión propia, porque nada más es tu semejante o, yendo más allá, porque es tu enemigo; ya que, el amar es una orden directa de Cristo.

 Por tanto, Jesús quiere que estemos completos, de la misma manera que el Padre está completo. O sea, el estar absolutamente completos, es tenerlo todo, es ser completamente íntegros. Lo que Jesús nos está enseñando, es que debemos ser imitadores, nada más y nada menos que del que es tres veces Santo; ya que Él, hace el bien a todas las personas, inclusive a los que persiguen a su Hijo y a los que lo odian. Estamos llamados a trascender los sentimientos que tiene todo hombre natural. Por eso, si somos ciudadanos de Su Reino, tenemos que vivir con esta nueva ética, tenemos que vivir como hijos de Dios.

 En el Evangelio de Juan 21, nos narra el encuentro de Jesús con siete de sus discípulos, quienes después de haber pasado la noche tratando de pescar sin ningún resultado, se acercó el Señor por la mañana, y les ordenó que echaran la red a la derecha, la cual se llenó de peces de tal manera, que pesaba mucho. Entonces Juan le dijo a Simón Pedro que era el Señor. Se acercaron a Jesús tras su invitación a comer. Vino pues, Jesús, y tomando el pan les dio, e hizo lo mismo con el pescado.

            En los versículos siguientes del 15 – 19, dice;

Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que estos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Él le dijo: Apacienta mis corderos. Volvió a decirle la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Le dijo: Pastorea mis ovejas. Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas. De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras. Esto dijo, dando a entender con qué muerte había de glorificar a Dios. Y dicho esto, añadió: Sígueme.

 Jesús le pregunta tres veces a Simón, hijo de Jonás, que si lo amaba; y es de llamar la atención de que no le llamara Pedro, ya que después de la confesión de Pedro en Cesarea de Filipo, Jesús le llamó la roca; quién más tarde, en el momento en que fue preso Jesús, le negaría por triple ocasión; y ahora vemos que le dice tres veces, Simón, ¿me amas? Ágape. «más que estos.»

 También llama la atención el hecho de que Jesús le haya preguntado más que estos. Porque no se puede precisar a qué se refería. Podría haberse referido a los otros discípulos que estaban con ellos, o podría haber aludido a todos los utensilios que usaba para la pesca; como diciendo ¿me amas más que la vida de pescador que llevas hasta ahora? No se sabe a ciencia cierta, pero una cosa si es cierta, que cuando Jesús le pregunta me amas, se refiere a ese amor ágape, ese amor que trasciende todo lo humano. Entonces podríamos decir que Jesús le dijo ¿me ágape?; es decir, ¿me amas íntegramente?, ¿me amas con un amor capaz de abandonar todo por seguirme?

 Tres veces le preguntó lo mismo, y no se puede evitar la conclusión, de que este triple cuestionamiento, es porque Pedro ante el mundo lo negó tres veces, que lo repudió en tres ocasiones. Entonces, podemos decir, que este triple interrogatorio sirvió para restaurarlo como su discípulo. Y una vez restaurado le dijo: Sígueme.

 Así que, de la misma manera con que Cristo le solicitó a Pedro a manifestar su amor ágape por Él, todos los verdaderos creyentes en Cristo, estamos llamados a amar con amor ágape a todos por igual, tenemos la comisión de que, con este mismo amor, que fue derramado por el Padre en nuestros corazones, lo expresemos a todo su pueblo.

Comparte con tus amigos