
CONFESAR
Nadie quiere confesar. Ofende nuestro orgullo; daña nuestra auto estima. Entonces lo evitamos. O hacemos listas abreviadas y resumidas, repletas de generalizaciones. A nadie le parece como hábito placentero y saludable. Muy pocos buscan pericia en ello, y menos aún estudian la técnica para hacerlo.
El problema es que el pecado es como la basura. No se debe permitir acumularlo. Confesar el pecado es como tirar la basura. Se debe hacer regularmente porque es insano y desagradable vivir donde está acumulado.
Después de dar gracia, los cristianos confiesan sus pecados. Confiesan todos sus pecados, lo que todos saben, y los que solamente Dios sabe. Confiesas sus pecados no solamente porque se sienten mejor sin cargar con el cúmulo de ellos, sino especialmente porque saben que los pecados ofenden a Dios, y quieren pedir disculpas y decir que lo sienten mucho. Lo sienten por que han tardado tanto para confesar, y lo siente más por que han vivido una vida de dobleces y engaños, como si hubieran confesado, o si como no tuviesen pecados qué confesar.
Hay tanto que motiva al cristiano a confesar. Es tan culpable. Se preocupó más por estar bien con el jefe, que con Dios. Busca más ir al cine y ver la televisión que estar con Dios. Gastó más dinero en frivolidades que en extender el evangelio y dar de comer a los pobres. Sin embargo, resiste estos sentimientos negativos y piensan más en lo que le gusta. No obstante, todo cristiano sabe que tiene que confesar, y que tarde o temprano (más bien, tarde), sabe que tiene que hacerlo, y lo hará.
¿Qué hace un cristiano que confiesa? Dice: “Lo hice, y sé que está mal. No debí haberlo hecho, y lo hice. Lo que debo de haber hecho, no lo hice. Señor, vivimos lejos de Ti, y quiero regresar. No puedo vivir sin tu presencia. Recíbeme, límpiame, sáname, perdóname. No puedo cuidarme yo sólo, cuídame para que no peque. Yo no puedo darme perdón, Tú, perdóname”.
Esta oración se hace desde la “cuna de gracia”, con la seguridad de que estamos en los brazos del Señor, todo lo que sabemos que Jesús murió para dar perdón.
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith. Publicado originalmente en el Boletín “Buen Óleo“ el domingo 18 de febrero de 2007