EL PERDÓN

La palabra que se encuentra en el pasaje de Mateo 6:12 para perdón es ἄφες (afes) que se deriva de ἀφίημι (afíemi) que casi siempre significa «perdón», generalmente de pecados, pero también puede significar: liberación, en sentido escatológico, exención de impuestos.

En el pasaje que hoy nos ocupa, que es la base bíblica para la quinta petición del Padre Nuestro, el perdón tiene dimensión divina y humana. En la relación divina, el perdón es, ante todo, el acto amable de Dios por el cuál los creyentes verdaderos son puestos en una relación correcta con Dios, transferidos de la muerte espiritual a la vida espiritual por el sacrificio de Jesús. El perdón también es, en esta dimensión divina, el obsequio progresivo de Dios sin el cual viviríamos como cristianos «fuera de coyuntura» y repletos de culpa. Es por este acto divino de la gracia de Dios que los creyentes verdaderos se liberan de la carga de los pecados que ellos confiesan.
En términos de la dimensión humana, el perdón es ese acto y la actitud hacia los que nos han agraviado que restaura las relaciones y la confraternidad. Jesús habló sobre esta dimensión humana del perdón. La condición firme para recibir el perdón de Dios es el consentimiento de perdonar a los otros. Dos lugares donde vemos esto es en la Oración del Señor cuando Jesús dice, «Perdona nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.» (Mateo 6:12) y en la parábola del Sirviente sin misericordia (Mateo 18:21-35). Jesús indicó claramente en tal caso: «pero si no perdonas sus ofensas a los hombres, tampoco tu Padre te perdonará tus ofensas.» (Mateo 6:15). La vida perdonada es la vida que perdona. El perdón humano refleja nuestra experiencia y la comprensión del perdón divino.
Muchos hermanos se preguntan si el no perdonar a su prójimo puede estorbar sus oraciones. La respuesta contundente que nos da la Escritura es «Sí». El no estar dispuesto a perdonar, puede estorbar la vida de oración.
El verdadero sentido de perdón, es saber que Dios nos ha perdonado y que estamos bien con Él. Muchas de nuestras aflicciones espirituales se deben a nuestra obstinación de no perdonar.
Jesús demuestra poderosamente esta enseñanza en la cruz, cuando pidió que Dios perdonara Sus verdugos (Lucas 23:34). Pablo recordó a la iglesia en Éfeso del motivo de su perdón y la base en que ellos deben perdonar el uno al otro cuando él dijo, «….sed bondadosos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.» (Efesios 4:32)

Iglesia Nacional Presbiteriana Berith. Boletín “Buen Óleo“ publicado originalmente domingo 23 de agosto de 2009.

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