Muchos lo verán – Salmo 40:1-4

Meditación bíblica sobre Salmo 40:1-4 por el A.I. Saulo Murguía A.
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México

Comúnmente no somos conscientes del efecto de nuestra salvación tiene los que están alrededor de nosotros; pero el comienzo del Salmo 40 es en realidad una promesa.
Es la promesa de transformar nuestras vidas; que no es sólo para nosotros: es para los demás que la verán y serán también transformados.

El pasaje de hoy, Salmo 40:1-3 dice así:

Pacientemente esperé a Jehová,
Y se inclinó a mí, y oyó mi clamor.
Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso;
Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos.
Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios.
Verán esto muchos, y temerán,
Y confiarán en Jehová.

Pareciera que nos describe lo que pasa, paso a paso:

1 Esperamos pacientemente en Dios
2 Dios escucha nuestro clamor
3 Dios nos saca del pozo de la desesperación y del lodo cenagoso
4 Dios pone nuestros pies sobre la roca y endereza nuestros pasos
5 Dios pone un cántico nuevo en nuestras bocas

y después de esto…

6 Muchos lo verán y temerán y confiarán en Dios.

Espero que se hayan dado cuenta de algo muy importante:
Aquí, Dios está haciendo todo. Lo único que nosotros tenemos que hacer es «esperar pacientemente en Dios».

Pero el esperar no es un tiempo en el que «no pasa nada» no es un tiempo muerto. No es tiempo de estar cruzado de brazos.
No es permanecer pasivos y paralizados inútilmente.
Tampoco es tiempo de afanarse buscando una solución a los problemas.
Tampoco es tiempo de estar desesperadamente clamando por doquier en busca de ayuda.
Mientras esperamos en Dios, Él está transformando mi vida.

Nos transforma sacándonos de la desesperación y pone nuestros pies sobre la roca enderezando nuestros pasos.

La misericordia de Dios se completa al poner nuestros pies sobre una roca, donde encuentran un punto de apoyo firme, nos llena de esperanza en donde antes había temores y desesperación. Endereza nuestros pasos y ahora podremos caminar rectamente.

Al mismo tiempo, Dios también nos dará algo significativo que decir que, en última instancia, puede cambiar la vida de alguien.

Mis palabras no pueden cambiar a nadie por sí solas, pero un “cántico nuevo” de Él puede traer transformación al corazón de otros.

No estoy diciendo que entonces nos vamos a poner a escribir canciones. Lo que dice el texto que es que Dios abre nuestras bocas y pone palabras que guiarán a otros a confiar en Dios.

Esperar en Dios es lo más útil que podemos hacer, pero normalmente es lo último que hacemos.
Voy a terminar hoy reflexionando el lo que dice en el verso 4:

“Bienaventurado el hombre que puso en Jehová su confianza,
Y no mira a los soberbios, ni a los que se desvían tras la mentira.”

Entonces lo mejor que podemos hacer es poner nuestra confianza en Dios por encima de todo, por encima de todo esfuerzo humano, por encima de todo líder, escuchando la voz de Dios en Su palabra y no doblegándonos ante las mentiras que nos harían desviarnos.

Estamos en un momento de la historia en que debemos tener discernimiento todos los días, el discernimiento que Dios da a sus hijos y tener siempre presente la voz de Dios.
Atención: dije «la voz de Dios», no nuestra propia voz o la voz de nuestro pensamientos, no la voz de líderes políticos o religiosos.
No podemos simplemente escuchar -dice el texto- a los «soberbios» en los medios de comunicación, radio, podcasts y videos en las redes sociales, sino que debemos discernir qué es verdad y qué es mentira.

Siempre escuchando al voz de Dios en Su palabra.

Esto nos lleva a acercarnos a Dios y a apoyarnos en Él con mayor dependencia que nunca.

La vida cristiana normal y natural es una vida de alabanza a Dios y gozo. No se trata del tipo espectacular de alabanza y gozo, sino que es un cántico nuevo en nuestro corazón que produce una paz y un gozo que se vuelve visible para todos los que nos rodean.

Cuando la paz y el gozo a pesar de las circunstancias son evidentes en nuestra vida, muchos lo verán y temerán y confiarán en Dios.
Esto no significa que estemos «felices» todo el tiempo; sino más bien, tenemos una confianza tan completa en Dios en todas nuestras experiencias en la vida, que nos llenamos de una profunda paz interior.

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