Solo dos amos: muerte o vida – Romanos 6:17-23

Meditación bíblica sobre Romanos 6:17-23 por el A.I. Saulo Murguía A.
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México

Introducción

Toda persona en este mundo es, en un sentido espiritual, un esclavo. Toda persona es esclava del amo del pecado, o esclava del amo de la obediencia a Dios.

Pablo está diciendo exactamente lo que dice el apóstol Juan en 1 Juan 3:9-10:
“Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios. En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios.”.

Voy iniciar leyendo el pasaje que se encuentra en Romanos 6:15-23

15 ¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera. 16 ¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia? 17 Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; 18 y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia. 19 Hablo como humano, por vuestra humana debilidad; que así como para iniquidad presentasteis vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación presentad vuestros miembros para servir a la justicia.

20 Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres acerca de la justicia. 21 ¿Pero qué fruto teníais de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte. 22 Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna. 23 Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.

El pecado no es lo que caracteriza a un cristiano. El haber tenido antes de ser creyente un estilo de vida pecaminoso queda en el pasado pero eso no ya no es lo que lo caracteriza. Ahora -como verdadero creyente- Lo que lo caracteriza es la obediencia a Dios.

Pero, como el pecado no ha sido erradicado de la vida de un cristiano, éste sigue pecando. No obstante, la dirección de la vida de un creyente no es hacia el pecado sino hacia la obediencia.

Hoy veremos como el apóstol Pablo explica las dos esclavitudes.

Explicación de las dos esclavitudes

En los versículos 17 al 22, Pablo explica las dos esclavitudes, partiendo de una afirmación tan clara y evidente que hace en el versículo 16: que una persona es esclava del pecado y de Satanás, o es esclava de la obediencia y de Dios.

Al hacerlo, contrasta tres aspectos de cada uno de esos dos tipos de servidumbre: su posición, su práctica y su promesa.

Su situación

Primero, el apóstol Pablo da gracias a Dios porque los cristianos ya no están sujetos a la esclavitud que lleva a la muerte. Pablo dice en los versículos 17-18
“Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia”

Les dice que son salvos únicamente por la gracia y el poder de Dios. Y por su gracia, la desobediencia habitual a Dios está en tiempo pasado. Es por eso que Pablo dice “erais esclavos del pecado”, tiempo pasado, es decir, por la gracia de Dios, ya han dejado de serlo. Ahora, han sido liberados del pecado y se han convertido en esclavos de la justicia.

El evangelio siempre produce obediencia. El evangelio nunca conduce a más pecado. Y ninguna otra cosa produce ese cambio.

Su práctica

Pablo continúa diciendo: “Hablo como humano, por vuestra humana debilidad;” (Romanos 6:19a),

Pablo está diciendo aquí que esa analogía de esclavos y amos la utilizó para adaptarse a la humanidad de quienes leemos esa carta. Porque es difícil poner los principios y verdades divinas en términos que las mentes humanas finitas puedan comprender.

Continúa:
«…que así como para iniquidad presentasteis vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación presentad vuestros miembros para servir a la justicia.»

Pablo aquí, después de haber descrito la situación, se enfoca en la práctica, amonestando a los cristianos a hacer que su vida corresponda a su nueva naturaleza. Aunque todavía es posible que los cristianos pequen, ya no son esclavos del pecado. Ahora son libres de no pecar, y deben ejercer esa capacidad que Dios ha dado para obedecerle como su nuevo Amo.

Antes de ser cristianos, añadían pecado sobre pecado. El pecado era como un cáncer que se propagaba sin impedimentos.

La iniquidad conduce a más iniquidad.

Pero, para el cristiano, toda la situación cambia. Pablo dice que ahora debemos presentar a nuestros miembros como esclavos a la justicia que conduce a la santificación.

El propósito de Dios al redimirte del pecado no es darte libertad para hacer lo que quieras, sino libertad para hacer lo que a él le plazca, es decir, vivir con rectitud.

Su promesa

Antes de ser cristianos, dice Pablo, cuando eras esclavo del pecado, eras libre en cuanto a la justicia (6:20). Es decir, no tenías conexión con la justicia. No poseías ni el deseo ni la capacidad para cumplir con sus requisitos.

Pero, ¿Pero qué fruto teníais de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis?.
¿Qué estabas obteniendo que era tan grande?
Cuando sus ojos fueron abiertos a la verdad de Dios, descubriste horrorizado, que el fin de esas cosas es la muerte.

Una de las señales de la verdadera salvación es la sensación de estar avergonzado de la vida que uno llevaba antes de venir a Cristo.
Ya sea que la vida anterior haya (tuya o mía) sido de inmoralidad o muy decorosa, de crímenes atroces o de un servicio a los demás, de egoísmo extremo o generosidad extrema. Cualquiera que haya sido el caso, es una vida de la que un verdadero creyente sólo se puede avergonzar.
No importa cómo pueda aparecer ante el mundo, la vida separada de Dios es una vida separada de la justicia.

«Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.» (6:22).

Haber sido liberados del pecado no significa que ya no seamos capaces de pecar, sino que ya no somo esclavos del pecado, ya no estamos indefensos ante el pecado.

La libertad del pecado -de la que habla Pablo aquí- no es un objetivo a largo plazo ni un ideal a lograr, sino un hecho consumado.
Sin excepción, toda persona que es cristiana está libre del pecado y esclavizada por Dios.

Obviamente algunos cristianos son más obedientes que otros, pero los cristianos están igualmente libres de la esclavitud del pecado e igualmente esclavizados por Dios, se les concede por igual la santidad y la vida eterna.

Los Absolutos

Finalmente, el versículo 23 plantea dos absolutos.

«Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.»

El primero es que la paga del pecado es la muerte.
La muerte espiritual se gana, no es algo que se obtiene gratuitamente. Es la compensación justa y adecuada por una vida que se caracteriza por el pecado, que es toda vida separada de Dios.

El segundo absoluto es que el regalo gratuito de Dios es la vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro. Por definición, un regalo es gratuito.

La salvación no se puede ganar por obras, por la bondad humana, por un ritual religioso o por cualquier otra cosa que usted pueda hacer.

El apóstol Pablo les recordaba a los creyentes de Éfeso las palabras escritas en Efesios 2:8-9 dice,

“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9).

Si una persona quiere lo que merece —la muerte eterna— Dios se lo dará como su justo salario.

Y si una persona quiere lo que no merece —la vida eterna— Dios se la ofrece también, pero como un regalo, cuya única fuente es Cristo Jesús Señor nuestro.

Y si te has convertido en cristiano, eres una nueva creación en Cristo. Ya no eres esclavo del pecado. Ahora eres esclavo de la obediencia.

Has cambiado de amos. Tienes una nueva identidad.

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