EVANGELIO: Poder de Dios para salvación – Romanos 1:8-17
Serie: EPÍSTOLA A LOS ROMANOS
Parte 2: EVANGELIO: Poder de Dios para salvación – Romanos 1:8-17
Meditación bíblica sobre Romanos 1:1-6 por el A.I. Saulo Murguía A.
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México
Introducción
Hoy continuaremos hablando acerca de la carta del apóstol Pablo a los Romanos.
¿Qué tenía Pablo qué decir a este grupo de creyentes en Roma en el primer siglo?
¿Tenía alguna noticia que pudiera interesarles o incluso sorprenderlos?
En realidad no. No tenía nada nuevo que decir. La iglesia que estaba en Roma en ese momento tenía el mismo evangelio que Pablo predicaba y en esta carta presenta un resumen muy preciso de este evangelio a ese grupo de creyentes en Roma, para ayudarlos y ganar su amistad. Les dice que el evangelio es para judíos y gentiles por igual. Para todo el mundo, de hecho, y es dice que ese evangelio -esa buena noticia- tiene que ver con todo, su fe y su vida diaria, el presente y el futuro.
Pablo no inventó este evangelio. Lo recibió. Es el “evangelio de Dios”, es la historia de lo que Dios hizo por la humanidad a través de su Cristo Jesús. Es el evangelio que afirma que Dios puede salvar y salvará a todos los que creen en esa buena noticia: que Él ofrece salvación.
Voy a dar lectura al pasaje de hoy que se encuentra en Romanos 1:8-17
8 Primeramente doy gracias a mi Dios mediante Jesucristo con respecto a todos vosotros, de que vuestra fe se divulga por todo el mundo. 9 Porque testigo me es Dios, a quien sirvo en mi espíritu en el evangelio de su Hijo, de que sin cesar hago mención de vosotros siempre en mis oraciones, 10 rogando que de alguna manera tenga al fin, por la voluntad de Dios, un próspero viaje para ir a vosotros. 11 Porque deseo veros, para comunicaros algún don espiritual, a fin de que seáis confirmados; 12 esto es, para ser mutuamente confortados por la fe que nos es común a vosotros y a mí.
13 Pero no quiero, hermanos, que ignoréis que muchas veces me he propuesto ir a vosotros (pero hasta ahora he sido estorbado), para tener también entre vosotros algún fruto, como entre los demás gentiles. 14 A griegos y a no griegos, a sabios y a no sabios soy deudor. 15 Así que, en cuanto a mí, pronto estoy a anunciaros el evangelio también a vosotros que estáis en Roma.
16 Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego. 17 Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.
Con el objeto de explicarles la razón por la que escribe la carta, Pablo les hace recordar que el evangelio es de Dios y tuvo su origen en Israel; que Cristo Jesús fue descendiente de David pero también es Hijo de Dios con poder; que, a través de Cristo Jesús, Dios ofrece salvación a todos; y que Dios envió a Pablo a predicar especialmente a los gentiles (los no-judíos).
Pablo, entonces, agradece a Dios por las cosas que le habían sido informadas acerca de la fe de ese grupo de creyentes en Roma. Les asegura que ha orado por mucho tiempo y que seguía orando para poder visitarlos y eventualmente predicar ahí.
No me avergüenzo
Pablo, entonces, plantea un gran tema. Incluso en Roma, que era la poderosa y orgullosa capital del Imperio Romano, no se avergüenza del evangelio.
Roma, de hecho, tenía un gran poder militar y político; pero el verdadero poder, el poder para salvar al ser humano, Dios nos lo da en el evangelio. La verdadera relación con Dios y la vida correcta es para todo aquel que cree.
A primera vista, parece extraordinario que Pablo dijera que no se avergüenza del evangelio. Cuando leemos esa declaración, nos preguntamos ¿Por qué el apóstol habrá pensado que algo tan grandioso podría ser vergonzoso?
Esa pregunta en realidad tiene una respuesta sencilla aunque puede ser difícil de aceptar para algunos, y es que todos nos hemos avergonzado del evangelio en algún momento de nuestras vidas.
La razón por la que alguien se puede avergonzar del evangelio es que el mundo se opone al evangelio y lo ridiculiza, y tendemos a estar en sintonía con el mundo mucho más de lo que imaginamos. La cultura actual tiene una apariencia de tolerancia religiosa, de modo que la gente tiene cuidado de no despreciar abiertamente a los cristianos. Pero el mundo sigue siendo el mundo, y la hostilidad hacia Dios siempre está presente.
Tal vez usted me dirá: “Yo nunca me he avergonzado del evangelio”, pero creo que al menos al menos si ha tenido la tentación de avergonzarse. Veamos lo que dice Dr. Martyn Lloyd-Jones al respecto:
“Si nunca has tenido la tentación de avergonzarte del evangelio, la razón no es que seas un cristiano excepcional, sino que tu comprensión del evangelio nunca ha sido clara”.
Cualquiera que tenga una comprensión clara del evangelio entiende por qué es difícil proclamarlo y es fácil sentirse avergonzado.
¿Pablo se sintió tentado a avergonzarse, como nosotros? Probablemente.
Sabemos que Timoteo si se llegó a avergonzar, y Pablo le escribió para animarlo y que no se avergonzara. En 2 Timoteo 1:8 vemos lo que Pablo le dice a Timoteo:
Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios.
Porque es poder de Dios para salvación
En nuestro texto Pablo explica la razón por la que no se avergonzaba del evangelio, y la razón es la siguiente:
“porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego. Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá”
Cuando Pablo dice que el evangelio “es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree”, no está diciendo que el evangelio se trata del poder de Dios, como si simplemente nos estuviera señalando un poder más allá del nuestro. Tampoco está diciendo que el evangelio es la fuente de un poder que podemos obtener y usar para salvarnos a nosotros mismos.
El evangelio es poderoso porque es el medio por el cual Dios trae salvación a todo aquel que cree.