PONDRÉ MIS LEYES EN ELLOS

Como un aspecto importante de la salvación, el Señor nos dio una promesa de que pondrá su ley en nuestro corazón, esto es, escrita en la mente. Lo dice en Jeremías (31:33), y en Hebreos (10:16) se repite para hacemos entender que la promesa no es solamente una faceta de la enseñanza del Antiguo Testamento, sino una parte del eterno evangelio, que es válido para todos los tiempos. No solemos asociar esta promesa con el evangelio, sin embargo, la Biblia, en muchos lugares y en repetidas veces hace resaltar este aspecto de la salvación.
En Ezequiel (36:26,27) encontramos lo que parece la misma promesa, pero con otras palabras. En lugar de «leyes» dice «Espíritu»: Dios promete poner un espíritu nuevo (v.26) dentro de su pueblo, luego (v.27) llama este espíritu «mi Espíritu», pues dice «pondré dentro de vosotros mi Espíritu.» Ezequiel usa palabras que había empleado antes (11:19,20), ahora con más claridad. Se nota entonces que los profetas hablan de la «ley» de Dios y el «Espíritu» de Dios como sinónimos. Al darnos el Espíritu, Dios pone su ley en nuestro corazón.
Es muy común la idea de que mandamiento y amor no se mezclan. La relación entre el que ordena y el que obedece parece ser muy diferente a la relación de amor. Amor y ley no se suelen asociar. Pero Jesús sí los asocia. Él dijo: «Si me amáis, guardad mis mandamientos y rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad» (Juan 14:15-17). En Juan 15:9,10 dice, «Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado: permaneced en mi amor. Si guardareis mis mandamientos permaneceréis en mi amor»
El amor que experimentamos con Cristo, en su doble dimensión -su amor hacia nosotros, y el nuestro hacia Él— no es un amor sin leyes, o mandamientos. Hay que recordar que ley es instrucción en el amor. En la Biblia el concepto de ley gira alrededor del amor. El resumen de la ley que Jesús hizo muestra esto. «Amarás, dijo, a Dios sobre todo y a tu prójimo como a ti mismo* Agregó que esto era lo básico. lo fundamental. Toda la ley, y los profetas también, depende de esto.
Por eso, concluimos que la ley y el amor están sumamente relacionados, y que toda la ley en todas sus expresiones es instrucción en el amor. Ahora bien, el amor nunca es meramente el cumplimiento de un conjunto de reglas. Sin embargo, el amor tiene sus condiciones y normas, tiene sus atributos y sus rasgos e implícitamente los criterios para distinguir el amor de lo que no lo es. Y todo eso tenemos que llevar adentro para amar. Y todo eso es un eco o un reflejo de lo que es el amor.
Por eso, ya que la ley es la instrucción en el amor, es necesario que llevemos la ley de Dios adentro. Sin embargo, nos preguntamos ¿Cómo? Es algo que no podemos hacer por nuestra cuenta, solos. Por eso, el poner su ley en nuestro corazón es un aspecto de la salvación. Es una promesa de gracia.
Debido a que por naturaleza odiamos a Dios y a nuestro prójimo, y que toda inclinación de nuestro corazón es el mal continuamente, necesitamos ayuda de fuera para poder amar a Dios y a nuestro prójimo. Para remediar la situación Dios mismo promete poner su ley, las instrucciones sobre el amor, en nuestro corazón.
Si, como lo dijo Jesús, toda la ley se resume en amar a Dios y al prójimo, la ley en lo que exige ha de afectar toda nuestra vida. Para vivir una vida de amor, entonces, es menester que tengamos la ley de Dios escrita en el corazón.

IGLESIA NACIONAL PRESBITERIANA BERITH, Publicado originalmente en BOLETIN BUEN ÓLEO.

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