El Dios Verdadero: Llamado a la Fidelidad

En un mundo saturado de voces y símbolos que compiten por nuestra atención, es vital volver a una verdad fundamental: solo hay un Dios verdadero. Por muy atractivas que parezcan otras deidades, no son más que imitaciones vacías. Aunque esta afirmación pueda parecer evidente, no debemos subestimar el poder seductor de los ídolos, capaces de distraer y extraviar nuestro corazón.
Jesús lo expresó de manera contundente:
“Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3)
Conocer al Dios verdadero no es un conocimiento teórico, sino el fundamento mismo de la vida eterna. Sin esta relación viva y transformadora, corremos el riesgo de entregar nuestra devoción a falsos dioses y caer, incluso sin notarlo, en la trampa de la idolatría.
Desde tiempos antiguos, el pueblo de Dios ha enfrentado este desafío. Las Escrituras, especialmente el Antiguo Testamento, relatan con franqueza cómo la comunidad del pacto, una y otra vez, sucumbió a la tentación de rendirse ante imágenes y divinidades ajenas. Los Salmos advierten con claridad: todo lo que sustituye a Dios en nuestras vidas se convierte, por definición, en un ídolo.
Por eso, es crucial formar una visión precisa y profunda del Dios verdadero. Cuando nuestra imagen de Él es fragmentada, distorsionada o superficial, nos volvemos vulnerables al engaño. La ignorancia espiritual es terreno fértil para que el error eche raíces, tanto en lo personal como en lo comunitario.
Pero no estamos abandonados. Dios se ha revelado fielmente en su Palabra. En ella descubrimos su carácter, sus nombres, sus atributos y sus propósitos. Es a través de este testimonio que aprendemos a distinguir lo auténtico de lo falso, y a caminar con discernimiento.
Hoy, vivimos rodeados de ofertas espirituales que adoptan múltiples formas. En medio de esta pluralidad, la Iglesia está llamada a ser una comunidad alerta y firme, capaz de reconocer la verdad divina en medio del ruido. Crecer en el conocimiento del Dios verdadero es nuestro deber, pero también nuestro privilegio: vivir con fidelidad y reflejar su luz en el mundo.
Que este mensaje sea tanto un recordatorio como una invitación: volvamos a la fuente, a las Escrituras, y renovemos nuestro compromiso de conocer, amar y adorar únicamente al Dios que es verdadero, eterno y digno.

IGLESIA NACIONAL PRESBITERIANA BERITH, BOLETIN BUEN ÓLEO 3 de Agosto 2025

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