
CUIDADO CON LAS APARIENCIAS
La verdad es que los falsos maestros no llegan a la iglesia diciendo: “¡Hola, vengo a engañarlos!” Al contrario, suelen ser personas súper carismáticas, que hablan bonito, se ven bien y hasta parecen muy correctos. Pero poco a poco, sin que muchos se den cuenta, empiezan a cambiar cosas clave del mensaje original. Y si alguien los cuestiona, empiezan a hablar de “unidad”, sabiendo que a muchos no les gusta meterse en conflictos.
No hay nada de malo en comunicar con estilo o dar mensajes que atrapan. De hecho, como creyentes, estamos llamados a buscar la unidad. Pero si esa unidad se construye sobre medias verdades o palabras que suenan bien pero no tienen sustancia, ahí sí hay que poner límites. A veces, incluso, toca decir “hasta aquí” y apartar a esa persona por el bien de todos.
Pablo nos dejó señales claras para identificar a estos falsos maestros. La primera: buscan lo suyo. En la Biblia se usa una imagen fuerte: “sirven a su vientre”, o sea, se dejan llevar por el egoísmo. No está mal que los líderes disfruten cosas buenas, pero si su vida gira en torno al lujo o al dinero, algo anda mal. Pablo lo dice sin rodeos: los que lideran no deben ser amantes del dinero.
No se trata de que los maestros no puedan ser amables. La Biblia misma dice que “la lengua apacible es árbol de vida”. El problema es cuando usan palabras bonitas solo para caer bien, sin sinceridad. Los falsos maestros saben cómo hablar para atraer y retener gente, pero no lo hacen por amor, sino por conveniencia.
Juan Calvino lo explicó muy bien: los verdaderos predicadores son honestos y amables, mientras que los falsos adulan y toleran lo que está mal solo para no perder seguidores.
IGLESIA NACIONAL PRESBITERIANA BERITH, BOLETIN BUEN ÓLEO Domingo 31 de Agosto 2025