LOS PADECIMIENTOS DE PABLO – Hechos 14:19-20
Meditación bíblica sobre Hechos 14:19-20 por Alfonso Abascal
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México
La semana pasada hablamos acerca de los acontecimientos dados en Listra tras la sanación del hombre lisiado de nacimiento, y de la importancia de cómo buscar hacer conexión con los oyentes, y jamás adjudicarse el lugar y honor que sólo Dios merece.
Hoy hablaremos de cuando toca padecer por Cristo y para esto daremos lectura a Hechos 14:19-20. Dice así:
“Entonces vinieron unos judíos de Antioquía y de Iconio, que persuadieron a la multitud, y habiendo apedreado a Pablo, le arrastraron fuera de la ciudad, pensando que estaba muerto. Pero rodeándole los discípulos, se levantó y entró en la ciudad; y al día siguiente salió con Bernabé para Derbe.” Amén.
Estos judíos que sin duda buscaban silenciar a Pablo persuadieron a la multitud para apedrearle. Esta multitud era fácil de influenciar pues apenas unos días antes consideraban a Pablo y a Bernabé como dioses. Así que después de ser apedreado es arrastrado fuera de la ciudad dándole por muerto. Sus discípulos probablemente también pensaron lo mismo y rodeándolo quizá para orar por él Pablo se levantó y entró a la ciudad.
Un relato breve y sorprendente que nos hace Lucas y que sin lugar a duda marcó un antes y un después en la vida de Pablo.
El Señor Jesús en Hechos 9:6 dijo “yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre”.
Pablo supo a lo que Jesús se refería en cuanto a padecer por su nombre, y Pablo da una larga lista en Segunda de Corintios 11:25 en adelante, donde habla de los trabajos, padecimientos y peligros que enfrentó, diciendo: encarcelado, cinco veces azotado, apedreado una vez, tres veces en naufragios; después menciona las muchas veces que, en los caminos, estuvo en peligro: en los ríos, con ladrones, con los de su nación, con los gentiles, en la ciudad, en el desierto, en el mar, y peligros entre los hermanos.
También menciona su trabajo en cuanto a su ministerio: con fatigas, con muchos desvelos, con hambre, sed, ayunos, frío y desnudez, y otros más que le sucedían en el día a día, enfrentándose a engaños, enfermedades y su preocupación por las iglesias.
Ahora, es importante aclarar que todos estos padecimientos que Pablo experimentó los vivió como un fiel siervo de Dios, y no es que Pablo se jactara de sí mismo; lo hacía con respecto a Jesucristo.
Más adelante, en el capítulo 12 de Segunda de Corintios, Pablo menciona su “aguijón en la carne”: algún tipo de molestia o enfermedad que él padecía y que seguramente le causaba incomodidad.
Este aguijón lo llevaba a no gloriarse de sí mismo y a recordar su debilidad, pero, al mismo tiempo, su fortaleza en Cristo.
Pues cuando él oró al Señor para que le quitara este aguijón, la respuesta fue: “Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en tu debilidad”.
El apóstol Pablo nos enseña que solo en Cristo hay poder, y que en ese poder, y por la fe, somos más que vencedores cuando llegue el momento de la prueba.
