
EL VERDADERO CRECIMIENTO DE LA IGLESIA
Cuando pensamos en una iglesia que está creciendo, lo primero que suele venirnos a la mente es: “¡Wow, cuánta gente hay los domingos!” Pero la verdad es que el crecimiento real va mucho más allá de llenar bancas. La iglesia no es solo un lugar, es un cuerpo vivo. Jesús es la cabeza, y nosotros somos los miembros que lo conforman. Y como cualquier cuerpo, no puede desarrollarse de forma sana si cada parte no crece de manera equilibrada. Así que, si queremos ver una iglesia florecer, primero tenemos que crecer como personas.
Cuando Jesús habla de crecimiento, no está contando asistentes, está mirando corazones. Lo que Él busca es que cada creyente madure espiritualmente. En una iglesia que realmente está creciendo, hay personas dispuestas a darlo todo, a sacrificarse por el bien de los demás. Son quienes animan, apoyan, levantan… no los que siempre esperan ser atendidos. Porque seamos honestos: un cristiano que no ha crecido, en vez de consolar, termina desanimando.
Un creyente maduro también sabe cómo enfrentar las crisis. No anda buscando iglesias que prometen una vida sin problemas, porque entiende que mientras estemos en este mundo, los desafíos son parte del paquete. Pero no se deja vencer por ellos, porque sabe que puede prepararse para los días difíciles. En cambio, hay quienes se alejan de Cristo porque les dijeron que con Él todo sería color de rosa… y eso no es verdad. Un cristiano que ha crecido sabe que las aflicciones son parte del camino, pero también sabe cómo atravesarlas con confianza plena en Dios.
Una iglesia que crece está llena de personas que se preocupan por el crecimiento de los demás. Que invierten tiempo, que enseñan, que acompañan. Y también son agradecidos con quienes los han guiado. Porque sí, Jesús valora mucho la gratitud. Además, cuando ayudas a otros a fortalecerse, tu propia vida se fortalece. En cambio, los cristianos inmaduros se incomodan al ver que otros avanzan.
Y no podemos dejar fuera la oración. En una iglesia saludable, la gente no ora solo por sus propios asuntos, sino por todo el cuerpo de Cristo. Las oraciones centradas solo en uno mismo son señal de inmadurez. Por eso, una iglesia que crece está formada por personas que oran con propósito, con visión, con amor por los demás.
Al final, no se trata de llenar sillas vacías, sino de llenar corazones. Corazones de los que ya están, y de los que aún no han llegado.
Así que, si de verdad queremos ver una iglesia en crecimiento… el primer paso es crecer nosotros.
IGLESIA NACIONAL PRESBITERIANA BERITH, BOLETIN BUEN ÓLEO Domingo 14 de Septiembre 2025