LA ESPERA QUE FORTALECE LA FE
Vivimos en un mundo en el que siempre se busca la gratificación inmediata. Decimos cosas como: «Lo creeré cuando lo vea». «Lo creeré cuando tenga la prueba justo delante de mí». O, a menos que pueda ver la prueba justo delante de mí, simplemente no voy a confiar en eso.
La Biblia siempre nos invita a confiar en las promesas de Dios incluso cuando no las veamos. Dios podría estar haciendo algo invisible en nosotros, que no podemos ver hasta que finalmente dé su fruto.
Recordemos la historia de Sara y Abraham. Después de años de luchas y espera, Dios cumple su promesa: Sara, estéril y con 90 años, concibe a Isaac, el hijo anunciado. Abraham, con más de 100 años, es testigo de cómo lo imposible se convierte en realidad. El nombre Isaac, que significa “el que ríe”, transforma las risas incrédulas de Abraham y Sara en alegría y adoración, recordándonos que Dios siempre tiene la última palabra.
Pero la historia de Abraham no termina ahí, sino que señala hacia una promesa más grande. Dios promete que lo convertiría en una gran nación, proveería tierra para todos sus descendientes y bendeciría a todas las naciones a través de su descendencia. Sin embargo, eso no ocurrió de inmediato, el cumplimiento final de esta promesa de Dios no se materializó hasta después de mil años o más. No se cumplió en su plenitud hasta que Jesús nace en el momento justo.
El hecho de que algo tarde no significa que Dios no vaya a hacerlo. O tal vez, de hecho, la espera sea la verdadera bendición que Dios tiene para nosotros.
La naturaleza humana tiende a querer apresurar el plan de Dios, hacer lo que queremos para crear lo que queremos, correr y cumplir las promesas de Dios a nuestra manera. Y, aquí vemos que Dios hará realidad lo que quiere cuando quiere.
Y podemos confiar en ese plan, aunque todavía no podamos ver exactamente cómo se desarrollará en nuestra vida.
IGLESIA NACIONAL PRESBITERIANA BERITH, BOLETIN BUEN ÓLEO Domingo 30 de Noviembre 2025
