Participación

Editorial

Tomar parte en el culto, ser participante, no requiere que uno dirija, predique, ore en voz alta, cante uno solo, o que tenga otra intervención en el programa
La participación en el culto, para el cristiano evangélico es activa. El participante es más que un observador, aunque el culto evangélico no puede excluir a los inactivos. Uno puede estar presente en el canto congregacional  y no participar. Si el himno es conocido y el canto rítmico sería difícil no participar, pero no imposible. Es más fácil no participar en las lecturas antifonales y en unísono; en las oraciones se requiere algo de disciplinada atención, haciendo real la posibilidad de que uno este presente, pero que no sea participante. Sin embargo, la norma es que todos participen, o sea,  que todos tomen parte.

Hay muchos factores que entran en la participación pero no cabe duda que uno de los más importantes es la intención de la persona. Viene al culto no sólo para estar presente y recibir una bendición, sino para tomar su parte en el culto. Canta con los demás lee con ellos y ora en conjunto, y así su participación es real.

La atención disciplinada a la predicación también es una participación. También se siente ligado con los demás en la predicación, y cuando la atención se desvía y no se experimentan los sentimientos sutiles que la verdad hace brotar – de entendimiento, de gozo, de humor, de arrepentimiento, de tristeza, de esperanza, etc. – se siente aislado y solo.

Tomar parte en el culto, ser participante, no requiere que uno dirija, predique, ore en voz alta, cante uno solo, o que tenga otra intervención en el programa: más bien ligarse con los demás en un sentido de solidaridad y participar en grupo es la clave de la participación.

Gerald Nyenhuis H. | 24 de enero de 1988 | Boletín Buen Oleo

Comparte con tus amigos