Mirad cuál amor nos ha dado el Padre

Audio del sermón
Mirad cuál amor nos ha dado el Padre (1 Juan 3:1-3)

Texto: 1 Juan 3:1-3

Introducción

Seguimos estudiando la primera carta de Juan, hace 8 días estuvimos reflexionando 1 Juan 2:18-29. En este pasaje bíblico estuvimos estudiando el cristianismo falso, mencionamos por lo menos tres características principales del cristianismo falso en estos versículos.

  1. El cristianismo falso ha salido de la fe (2:19)
  2. El cristianismo falso ha negado la fe (2:21-22)
  3. El cristianismo falso engaña a los creyentes (2:26)

Pero también vimos en este mismo pasaje bíblicos las características del cristianismo verdadero. Hay por lo menos tres características del cristianismo verdadero en estos versículos.

  1. El cristianismo verdadero afirma que Jesucristo es el Hijo de Dios. (23,24)
  2. El cristianismo verdadero escucha la Palabra de Dios (24)
  3. El cristianismo verdadero tiene la unción del Espíritu Santo. (20, 27)

El último versículo del capítulo 2 dice “Todo el que hace justicia es nacido de Dios” sabemos que nuestro Dios es justo, y todo lo que Él hace es justo, y  todo aquel que es nacido de Él es justo.

1. Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él.

aMirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios: Habiendo mencionado Juan ser nacidos de Él, Juan habla admirado sobre este amor que nos hace hijos de Dios. Él quiere que miremos – o sea, que veamos y estudiemos con atención.

El pensamiento de haber nacido de Dios lleva a Juan a hacer una pausa, lleno de maravilla, y a llamar a sus lectores a contemplar el maravilloso amor que nos ha introducido en la familia de Dios. Pero lo maravilloso del amor de Dios se muestra en que nos ha hecho parte de su familia como hijos: Mirad qué amor tan maravilloso nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios.

bQue seamos llamados hijos de Dios: La grandeza de este amor es mostrada en que, por él, somos llamados hijos de Dios. Cuando Dios volteó abajo a ver a la humanidad perdida, pudo sólo haber tenido una compasión generosa, una lástima en nuestra lastimera situación en esta vida y en la eternidad. Con una simple lástima, Él pudo haber ideado un plan de salvación con el que el hombre se pudiera salvar del infierno. Pero Dios fue mucho más allá al llamarnos hijos de Dios.

Es importante saber quién nos llama hijos de Dios.

¿Quién nos llama hijos de Dios?

 El Padre 2 Corintios 6:18 “Y seré para vosotros por Padre, Y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso.

El Hijo. Hebreos 2:11 “Por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos”

El Espíritu Rom. 8:16 “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios”.

Si verdaderamente somos hijos de Dios, se debe mostrar en nuestro parecido con nuestro Padre, y en nuestro amor por nuestros hermanos.

c. Por esto el mundo no nos conoce: Ahora, al andar en nuestro camino cotidiano, el mundo no nos reconoce como hijos de Dios. La gente del mundo no nos comprende ni comprende por qué nos comportamos como lo hacemos. Desde luego, el mundo no comprendió al Señor Jesús cuando estuvo aquí en la tierra. <<Estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de él, pero el mundo no le conoció>>. Por cuanto tenemos los mismos rasgos que el Señor Jesús, tampoco podemos esperar que el mundo nos comprenda.

 2. Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es.

a. Ahora somos hijos de Dios: Nuestra situación actual es muy clara. Podemos saber y tener la seguridad de que estamos, ciertamente, entre los hijos de Dios. En el libro de Romanos 8:16 dice de esta manera: El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios” Si nosotros somos un hijo de Dios, nosotros tenemos una seguridad interna de ello.

bAún no se ha manifestado lo que hemos de ser: Aunque nuestra situación actual es clara, nuestro destino futuro se ve nubloso. No sabemos, como quisiéramos saber, los detalles de cómo seremos en el mundo venidero. En este sentido, no podemos ni imaginarnos cómo seremos en la gloria.

c. Pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es: No estamos completamente a obscuras con respecto a nuestro estado futuro. Cuando Jesús nos es revelado ya sea por Su venir por nosotros o nuestro acercarnos a Él, sabemos que seremos semejantes a él.

Esto no significa que seremos físicamente como Jesús en el cielo. El Señor Jesús tendrás su propia apariencia concreta, y llevará las cicatrices del Calvario por toda la eternidad. Cada uno de nosotros, creemos, tendremos nuestros propios rasgos característicos y seremos reconocidos como tales. La Biblia no enseña que todos seremos iguales en el cielo. Sin embargo, si seremos moralmente como el Señor Jesucristo. Estaremos exentos de la posibilidad de contaminación, de pecado, de enfermedad, de dolor y de muerte. 

3. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.

a. Todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo: Conocer nuestro destino eterno y vivir en esta esperanza purificará nuestras vidas. Cuando sabemos que nuestro final es ser más como Jesús, nos hace querer ser más como Jesús ahora.

Saber con anticipación que estaremos con Jesús, y de la pronta venida de Jesucristo, puede tener un maravilloso efecto purificador en nuestras vidas. Nos hace querer estar listos, servirle ahora, agradarle ahora.

bEsta esperanza en él: Fundamentalmente, nuestra esperanza no está en el cielo ni en nuestra propia gloria en el cielo. Nuestra esperanza está en él. Nunca debemos poner nuestra esperanza en otras cosas; no en una relación, éxito, fondo de inversión, salud, posesiones o simplemente en nosotros mismos. Nuestra única real esperanza está en Él.

Pbro. Pedro Arcos Sánchez. 22 de marzo de 2020

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