Sociedad Femenil Lidia – 8 abril, 2020

Hermanas, esta es la lección que corresponde al día de hoy 8 abril de 2020, en la Soc. Femenil Lidia: este mes nuestra expositora es la hermana Margarita Ángulo, así que incluimos una pequeña reflexión en audio acerca del texto de la lección de hoy y que ella estudió y comparte con nosotros. Les invitamos a escucharla.

Reflexión - Margarita Angúlo
LA CRUZ TRAE ARREPENTIMIENTO.

1. Además es necesario que nuestro misericordioso Padre no solo prevenga nuestra debilidad futura, sino también que corrija nuestras ofensas pasadas para mantenernos en el sendero de la obediencia. Cuando nos llega la aflicción, debemos de examinar inmediatamente nuestra vida pasada, y, al hacerlo, ciertamente encontramos que merecemos la disciplina que hemos recibido. Sin embargo, no deberíamos sacar la conclusión de que todo se nos exhorta primeramente a la paciencia, porque necesitamos recordar nuestro pecados. La Escritura nos da mejores razones cuando nos dice que en la adversidad “somos sometidos por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo”.

2. en consecuencia, aun en la más amarga de nuestras pruebas deberíamos disfrutar de la misericordia y bondad de nuestro Padre, pues ni aun en las circunstancias más duras deja de preocuparse por nuestro bienestar. Dios no nos aflige para destruirnos o arruinarnos, sin más bien para librarnos de la condenación del mundo. Este pensamiento nos lleva a otro versículo de la Escritura, “No menosprecies, hijo mío, la reprensión de Jehová, ni te fatigues de su corrección; porque Jehová al que ama reprende, como el padre al hijo a quien quiere”. Cuando reconocemos la vara de un padre, ¿no deberíamos mostrarnos dóciles antes que imitar la actitud de esos hombres desesperados que se han endurecido en sus mismas maldades? Si El Señor no nos trajera hacia Él por medio de la corrección cuando le hemos fallado, nos dejaría perecer junto con el mundo que va de mal en peor. Como dice en la Epístola a los hebreos: “Pero si estáis sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos”.

3. Sí no estamos de acuerdo con Dios somos realmente perversos, pues Él nos muestra continuamente su amor y benevolencia, y su gran preocupación por nuestra salvación. La Escritura establece esta diferencia entre los creyentes y los que no lo son, los últimos, como antiguos esclavos de su incurable perversidad, no pueden soportar la vara, pero los primeros, como autentico hijos de noble cuna, proceden al arrepentimiento y aceptan la corrección. Ahora nos toca a nosotros decidir de qué lado queremos estar. Habiendo ya tratado este tema en otras muchas páginas, hasta decir que lo que he tocado aquí en forma breve. Ver. (2ª Cor. 11: 32; Prov. 3: 11-12; Heb. 12: 8)

LA PERSECUSIÓN TRAE CONSIGO EL FAVOR DE DIOS.

1. El favor del Señor es una fuente de singular consolación para todo aquel creyente que sufre “Persecución por causa de la justicia”. En tales ocasiones deberíamos darnos cuenta de que Dios nos honra, haciéndonos objeto de la ministración de su consuelo y misericordia. Cuando hago mención de la “Persecución por causa de la justicia”, no solo me refiero a aquellas ocasiones en que sufrimos por causa del evangelio, sin también cuando la gente se nos opone ante nuestra defensa por cualquier causa justa. Al defender la verdad de Dios contra las mentiras de Satanás, o proteger a la gente con condiciones humildes e inocentes contra cualquier fraude engañoso y proteger de las injusticias, y las injurias, es posible que seamos presa del aborrecimiento y el odio del mundo, de manera que de nuestras vidas, nuestras posesiones, o aun nuestra reputación, estén en peligro. Sin embargo, no debiéramos afligirnos ni considerarnos miserables cuando estamos en el servicio de Dios, pues Él, de su propia boca nos llama bienaventurados. Es verdad que la pobreza en si misma es una miseria, e igualmente puede decirte del exilio, el desprecio, la vergüenza y la cárcel; y de todas las calamidades, la muerte es la última y se puede llamar la peor cuando no se conoce a Dios y su salvación. Pero, cuando Dios nos cubre con su favor, todas estas cosas obran para nuestra felicidad y nuestro bienestar. Estemos, pues, contentos con la aprobación de Cristo, antes que con al falsa opinión de nuestra carne. Entonces nos regocijaremos como los Apóstoles, que se consideraban “Gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa de su Nombre”.

2. ¿Qué hay de todo ello? Si siendo inocentes y teniendo una buena conciencia nos vemos despojados de nuestros bienes terrenales a causa de la maldad del mundo, debemos concentrarnos en los aumentos de nuestras verdaderas riquezas con Dios en los cielos. Si tenemos que salir de nuestro territorio, o llevados por alguna causa de la verdad como extranjeros, debemos que tener la esperanza que seremos recibidos con Dios en los Cielos. Si somos atormentados y despreciados, seremos más arraigados en Cristo al acudir a Él. Si somos cubiertos de reproche y de vergüenza, recibiremos una mayor gloria en el Reino de Dios. Si somos masacrados, seremos recibidos en gloria eterna. Debiéramos estar avergonzados de considerar los valores eternos de menos valor que las cosas corruptibles y los placeres pasajeros de la vida presente. Ver (Mat. 2: 10; Hech. 5: 41)


Preguntas pág. 1
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