Por nada estéis afanosos…

31 de mayo 2020 | EDITORIAL          

La ingratitud humana es uno de los defectos que más nos duele experimentar, aunque todos nosotros lo hemos experimentado, en mayor o menor grado, en algún momento de nuestra vida. Nunca se nos olvida que a fulano le ayudamos cuando más lo necesitaba y que, cuando salió a flote, no tuvo la menor expresión de gratitud hacia nosotros; y ese resentimiento se encueva profundamente dentro de nuestro corazón y está corroyendo nuestro pensamiento constantemente.

“POR NADA ESTÉIS AFANOSOS, SINO SEAN CONOCIDAS VUESTRAS PETICIONES DELANTE DE DIOS EN TODA ORACIÓN Y RUEGO, CON ACCIÓN DE GRACIAS” Fil. 4:6

Y si esto nos sucede a nosotros, pecadores y malvados, ¿cuál será la reacción de Dios hacia nuestra ingratitud, a pesar de las innumerables e incomparables bendiciones con que Él contesta nuestras preces y satisface espontáneamente nuestras necesidades?
La ingratitud del pueblo de Israel provocaba la ira de Jehová, y Moisés tenía que interceder valientemente a fin de que los desagradecidos no recibieran el condigno castigo, aunque algunas veces no lo consiguió. El pueblo tenía que manifestar su gratitud por medio de ofrendas y de holocaustos.

El apóstol Pablo nos recomienda muy especialmente en Fil. 4:6 la “acción de gracias”, como parte muy importante de nuestra oración. Pero no solo digamos “¡Gracias Dios!”, sino manifestemos nuestra sincera gratitud colaborando abierta y generosamente, con nuestras ofrendas y diezmos para el extendimiento y promulgación del reino de ese Dios misericordioso que nos colma de sus bienes.
Nuestra Iglesia está en una etapa de emergencia en la cual necesita el esfuerzo completo y vigoroso de todos sus miembros

¿Somos capaces de ser hijos agradecidos de Dios? ¿O seremos pueblo desagradecido que olvida los beneficios de Dios y muestra indiferencia y frialdad ente el amoroso cuidado que el Padre tiene de él?

Editorial 29 de Enero de 1989 | Gerald Nyenhuis H. | Boletín Buen Oleo


Comparte con tus amigos