Dios es el que te da la victoria

CDMX, viernes 11 de septiembre de 2020

El libro de Josué es un libro histórico, Dios demuestra su fidelidad al cumplir su promesa de darle a Abraham y a sus descendientes, una tierra que fluye leche y miel. Lo único que ellos tenían que hacer era entrar a poseerla, teniendo fe, en que Dios siempre cumple sus promesas.

Dios había dado a todos estos reyes de Canaán y a sus pueblos 420 años, para decidirse a volver a Dios, pero no lo hicieron. Dios envió a Moisés para guiar a los israelitas para atravesar el Mar Rojo, y atravesar el desierto, no tan solo por amor a ellos, sino también para demostrar Su poder redentor, mediante la sangre del Cordero Pascual, la última noche en Egipto, cuando el ángel de la muerte pasó de largo las casas que tenían la sangre en sus postes. Todo esto no fue solamente una señal para los egipcios, de que había un Dios vivo y verdadero, sino también como testimonio a todos los pueblos cananeos. Josué fue escogido por Dios para guiar al pueblo de Israel en la conquista de la tierra prometida. Cuando Rahab, oyó en Jericó contar cómo Israel había salido de Egipto, cruzado el Mar Rojo, atravesado el desierto y Cruzado el rio Jordán, creyó en el Dios de Israel. Hermanos, Dios nos llama a través de su palabra, cuando leemos las maravillas que ha realizado. En Hebreos 12:25 dice:

25 Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos.

Aquellos que rechazaron la misericordia de Dios y no creyeron tuvieron que hacer frente al juicio de Dios.

En los versículos 16 al 20 de nuestro pasaje dice:

16 Y los cinco reyes huyeron, y se escondieron en una cueva en Maceda.
17 Y fue dado aviso a Josué “que los cinco reyes habían sido hallados escondidos en una cueva en Maceda.”
18 Entonces Josué dijo: “Rodad grandes piedras a la entrada de la cueva, y poned hombres junto a ella para que los guarden;
19 y vosotros no os detengáis, sino seguid a vuestros enemigos, y heridles la retaguardia, sin dejarles entrar en sus ciudades; porque Jehová vuestro Dios los ha entregado en vuestra mano.”
20 Y aconteció que cuando Josué y los hijos de Israel acabaron de herirlos con gran mortandad hasta destruirlos, los que quedaron de ellos se metieron en las ciudades fortificadas.

Cuando los cinco reyes de los amorreos fueron derrotados se escondieron en una cueva, Josué la mando cerrar con grandes piedras y mando seguir al enemigo sin darle descanso, sin dejarlos entrar a sus ciudades, les dijo “Jehová vuestro Dios los ha entregado en vuestra mano”.

Josué no había permitido que nada, ni siquiera que la captura personal de los reyes, detuviera la persecución y la completa victoria del pueblo de Israel. Los reyes podían ser aprisionados y tratar con ellos después.

En los versículos 24 y 25 dice:
24 Y cuando los hubieron llevado a Josué, llamó Josué a todos los varones de Israel, y dijo a los principales de la gente de guerra que habían venido con él: Acercaos, y poned vuestros pies sobre los cuellos de estos reyes. Y ellos se acercaron y pusieron sus pies sobre los cuellos de ellos.
25 Y Josué les dijo: No temáis, ni os atemoricéis; sed fuertes y valientes, porque así hará Jehová a todos vuestros enemigos contra los cuales peleáis.

Acabada la batalla mando sacar a los reyes de la cueva y los llevo ante el pueblo. Estos grandes reyes tirados en el piso, sojuzgados, con el pie de los israelitas en el cuello, nos hace recordar cuando los espías habían entrado por primera vez en la tierra prometida, cuarenta años antes, ellos habían sido la causa de que los espías israelitas (Números 13:31- 33) dijeran: «No podemos entrar en la tierra, los moradores son más fuertes que nosotros, son gigantes, nunca nos será posible tomar posesión de la tierra». En esta ocasión, Josué hizo que los capitanes de su ejército pusieran sus pies sobre los cuellos de estos reyes, para animar y dar fuerza al pueblo. Y hacerle ver que el Dios de Israel les ha dado la victoria.

En 1ª Juan 5: 4 al 5 dice:
4 Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe.
5 ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?

Hermanos, cuando nos enfrentamos a problemas económicos, enfermedades, o alguna otra situación difícil, recordemos que los Israelitas que conquistaron la tierra de Canaán, tenían temor, miedo, pero a pesar de todas las circunstancias en contra, desafiaron gigantes, vencieron a grandes ejércitos y destruyeron ciudades amuralladas, porque su fe estaba en Dios, tenían la certeza que Él estaba con ellos en todo momento y peleaba por ellos. Hermanos, nosotros podemos estar confiados de que Dios está con nosotros, nos cuida, pelea por nosotros en las situaciones difíciles que nos rodean y nos da la victoria, somos más que vencedores por medio de la gracia de Dios que es en Cristo Jesús.

En el versículo 27 de nuestro pasaje dice:
26 Y después de esto Josué los hirió y los mató, y los hizo colgar en cinco maderos; y quedaron colgados en los maderos hasta caer la noche.
27 Y cuando el sol se iba a poner, mandó Josué que los quitasen de los maderos, y los echasen en la cueva donde se habían escondido; y pusieron grandes piedras a la entrada de la cueva, las cuales permanecen hasta hoy.

Los israelitas, habrían podido dejar que reyes murieran de hambre en la cueva. Pero era más humano matarlos. No los podían dejar libres, y no tenían ninguna prisión donde dejarlos. Los reyes cananeos fueron ejecutados. Josué quería poner en claro que no hay espacio en lo absoluto para esos reyes cananeos, Dios lo había mandado así. Si los hubiera dejado ir libres, lo más seguro es que estos reyes se habrían rebelado contra Josué, la cual habría significado la muerte de muchas personas. Los colgaron de un madero hasta la noche y después los devolvieron a la cueva donde se habían escondido.

En el versículo 28 dice:
28 En aquel mismo día tomó Josué a Maceda, y la hirió a filo de espada, y mató a su rey; por completo los destruyó, con todo lo que en ella tenía vida, sin dejar nada; e hizo al rey de Maceda como había hecho al rey de Jericó.

 Dios acompaño al pueblo de Israel como lo había prometido, su victoria es el resultado de la fe y la confianza de que Dios estaba a su lado y peleaba por ellos.

En los versículos del 29 al 39 vemos cómo Josué y el pueblo de Israel, Conquistan completamente el Sur de la tierra de Canaán, las ciudades de: Libna, Laquis, Eglón, Gezer, Hebrón, Debir. Cayeron porque Dios les dio la victoria. Hicieron como Dios había mandado, las hirieron a filo de espada, y mataron a sus reyes; por completo las destruyeron, con todo lo que en ellas tenía vida, sin dejar nada, como lo habían hecho en Jericó.

En los versículos 40 al 43 dice:
40 Hirió, pues, Josué toda la región de las montañas, del Neguev, de los llanos y de las laderas, y a todos sus reyes, sin dejar nada; todo lo que tenía vida lo mató, como Jehová Dios de Israel se lo había mandado. Y los hirió Josué desde Cades-barnea hasta Gaza, y toda la tierra de Gosén hasta Gabaón. Todos estos reyes y sus tierras los tomó Josué de una vez; porque Jehová el Dios de Israel peleaba por Israel. Y volvió Josué, y todo Israel con él, al campamento en Gilgal.

Todos los reyes del sur de la tierra de Canaán fueron conquistados y sus ciudades destruidas sin dejar nada. Dios peleaba por Israel y acompaño al pueblo en cada batalla, como le había prometido a Josué… Dios les dio la victoria.

El apóstol Pablo en Romanos 8:37 al 39 dice:

37 Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.
38 Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir,
39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.

Es importante destacar que Dios en su gran misericordia fue quien les dio la victoria y posesión de la tierra prometida a los israelitas. Hoy en día hermanos, nuestra victoria se halla en Cristo. La vida victoriosa consiste en que Él vive en nosotros y somos bendecidos con toda bendición espiritual y nada nos podrá separa del amor de Dios en Cristo Jesús nuestro señor.

A. I. Nelson Daniel Miranda Giles.

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