Sufrimiento: nuestra debilidad revela el poder de Dios
Frecuentemente vemos en las redes sociales, que hay gente que busca alardear de todo. Se jacta de sus viajes, de lo que come, de su belleza, de sus ideas y conocimientos, de su superioridad moral, espiritual o hasta de su humildad.
Si nos tomamos el tiempo para leer con detenimiento el capítulo 11 de 2a Corintios, encontraremos las cosas de las cuales el apóstol Pablo decide jactarse. No se jacta de sus conocimientos o su inteligencia… nada de eso.
Pablo se jacta de que ha estado en prisión más veces, ha sido golpeado más veces, ha estado más cerca de la muerte por ser golpeado por sus propios compatriotas y ocupantes extranjeros, ha naufragado, ha pasado un día y una noche flotando en el mar abierto, enfrentó peligros de todo tipo y ha tenido sed y hambre sin saber de dónde vendría la comida y el agua.
Esta es la lista de jactancia del apóstol Pablo.
¿Cómo está tu lista?
El mensaje que Pablo estaba enviando a los demás era: «Prefiero jactarme de lo que Cristo y su poder han podido hacer a través de mis debilidades, que de la gran vida que he tenido».
¿Puedes decir lo mismo?
¿Estamos, como creyentes, jactándonos de la poderosa presencia del Espíritu Santo de Dios en nuestras vidas, o estamos jactándonos de lo grandiosas que son nuestras vidas con todas las cosas de la tierra?
Si nos sentimos y parecemos autosuficientes, nosotros obtendremos la gloria, no Dios.
Dios escoge las cosas débiles del mundo “para que ningún ser humano se gloríe en la presencia de Dios” (1 Corintios 1:29). Y a veces debilita a las personas aparentemente fuertes para que el poder divino sea más evidente.
Sabemos que Pablo experimentó esto como una gracia porque se regocijó en ella, diciendo:
“Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.” 2 Corintios 12: 9-10
Vivir por fe en la gracia de Dios significa estar satisfecho con todo lo que Dios es para nosotros en Cristo Jesús.
Por lo tanto, nuestra debilidad y sufrimiento revelan y magnifican todo lo que Dios es para nosotros en Jesús. Eso es lo que deben hacer nuestras propias debilidades y sufrimiento.
Qué gran testimonio de la gracia de Dios y el poder de Cristo, que se perfecciona en nuestras debilidades.
No importa qué pruebas tengamos que enfrentar, tenemos la plena seguridad de Dios de que Su gracia es suficiente para todas las eventualidades que puedan surgir.
Dios quiera que podamos, como Pablo, jactarnos con más alegría de nuestras propias debilidades y fragilidades, para que el poder de Dios descanse sobre nosotros, para alabanza de su nombre.