Como árbol plantado (Salmo 1)

Hay una plétora de imágenes en la Biblia para hacer al creyente entender cómo es él. Una de las más bellas y que llega a ser una descripción de mucha promesa es la que encontramos en el primer Salmo. Ahí dice que el creyente es “como un árbol plantado”.

Las imágenes poéticas se perciben casi instintivamente y luego, al estudiarlas y meditar en ellas, el pensamiento va profundizándose en nosotros, hasta que podemos sentir crecer nuestro entendimiento.

La característica que produce esta descripción en el creyente está en el versículo anterior (el segundo). El creyente es uno que encuentra placer en meditar en la ley (revelación) de Dios. Y, de hecho, medita en ella día y noche. Esto quiere decir que la lleva en la mente. La tiene grabada en su pensamiento y su corazón está empapado con ella. Su conciencia le dice constantemente que es Dios y, por eso, siempre oye su voz.

Es, pues como un árbol plantado. Está fijo, tiene raíces. Tiene estabilidad, firmeza y solidez. No es como el tamo (la paja), tan ligero y tan sin raíces que las brisas ligeras lo llevan, sin que pueda resistir. Este contraste, expresado en el siguiente versículo (el cuarto) está como comentario sobre la palabra “plantado”.

Además, está plantado junto a corrientes de agua. Está nutrido por la tierra y regado por la humedad necesaria. Está arraigado en el lugar propicio.

Para su crecimiento y desarrollo. El tamo se deja llevar por la corriente (del aire, en este caso) y al final se encuentra inútil en algún rincón donde el viento lo dejó. No hay crecimiento ni desarrollo.

El resultado de estar plantado y estar junto a las corrientes de aguas es que llega a ser productivo.

En su tiempo por supuesto, pero eso sí, da su fruto. Este árbol no solamente ocupa su espacio. Hace mucho más, sirve para los demás, pues los árboles no comen su propio fruto. Su fruto es para los otros. Los otros son bendecidos en él.

Este árbol, entonces, representa bien los descendientes de Abraham, pues en él los otros son benditos.

Este árbol proclama al mundo que tiene vida. Su hoja no cae. Presenta todas las señales de vida. Su aspecto es una presentación visible de la vida que tiene. El creyente es más que un tronco seco, con ramas enjutas. Vive y se presenta como vivo.

Prospera. Da riqueza. Todo lo que hace prosperará. El creyente hade hacer cosas. Ha de prosperar. Esto es lo que dice Dios. Piénsalo.

Artículo publicado originalmente en el Editorial del Boletín Buen Oleo de la INP Berith – 13 de noviembre, 2005

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