Mi casa, casa de oración será llamada – Marcos 11:15–19
Lunes 29 de marzo de 2021
Estudio bíblico a las 19:30 hrs.
Buenas noches hermanos bienvenidos, me da gusto saludarles en el nombre de nuestro señor Jesucristo a nombre de la Iglesia Nacional Presbiteriana Berith.
Cada día de la Semana Santa trae un mensaje para cada uno de nosotros, en los que encontramos enseñanzas que nos ayudan a entender que Jesucristo es el hijo de Dios.
El estudio bíblico de este lunes se titula “Mi casa, casa de oración será llamada”
Y nuestro pasaje se encuentra en el evangelio de Sn. Marcos 11: 15 – 19.
La palabra de Dios dice así:
15 Vinieron, pues, a Jerusalén; y entrando Jesús en el templo, comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban en el templo; y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas;
16 y no consentía que nadie atravesase el templo llevando utensilio alguno.
17 Y les enseñaba, diciendo: ¿No está escrito: Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones? Mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.
18 Y lo oyeron los escribas y los principales sacerdotes, y buscaban cómo matarle; porque le tenían miedo, por cuanto todo el pueblo estaba admirado de su doctrina.
19 Pero al llegar la noche, Jesús salió de la ciudad.
Dios bendiga su palabra.
Para tener un mejor entendimiento del mensaje que Dios tiene para nosotros en el día de hoy, voy hacer un breve repaso de los acontecimientos. Jesús visitó el Templo en Jerusalén durante la celebración de las Pascuas.
En el evangelio de Sn. Juan 12:12-13 leemos:
12 El siguiente día, grandes multitudes que habían venido a la fiesta, al oír que Jesús venía a Jerusalén,
13 tomaron ramas de palmera y salieron a recibirle, y clamaban: !!Hosanna!!! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel!
El domingo la multitud lo había aclamado al entrar triunfalmente a Jerusalén, Había mucha gente llegando a Jerusalén, la ciudad estaba abarrotada de peregrinos judíos y gentiles que habían viajado de todas las regiones para visitar el Templo y ofrecer un sacrificio a Dios.
Ese Domingo, los Fariseos intentaron ordenar a Jesús que silenciara las alegres alabanzas de la multitud. (En Lucas 19:39,40) los fariseos le dijeron a Jesús “Maestro reprende a tus discípulos”
Jesús, respondiendo, les dijo: “Os digo que, si éstos callaran, las piedras clamarían”.
Después de su llegada a Jerusalén al atardecer, Jesús decidió pasar la noche del domingo en Betania, una aldea al pie del Monte de los Olivos que estaba a 30 minutos [(Mateo 21:7).
No se menciona en qué lugar exactamente donde pasó la noche, pero en Betania vivían Lázaro, Marta y María, a quienes Jesús había visitado en varias ocasiones.
En la primera parte del versículo 15 de nuestro pasaje dice:
Vinieron, pues, a Jerusalén; y entrando Jesús en el templo,
Debemos tener claro antes de continuar ¿Que era el templo? y ¿cuál era su significado o que debía significar para el pueblo de Israel?
El pueblo de Israel cuando aún no había templo, se congregaba para adorar a Dios en un tabernáculo, construido de acuerdo a las especificaciones que recibió Moisés en el desierto.
En la conquista de la tierra prometida, simbolizo la presencia de Dios en medio de su pueblo.
Era el lugar donde se congregaba el pueblo para llevar a cabo sacrificios de expiación, de gratitud, se oraba y se rendía adoración a Dios. En su interior se preservaba el Arca de la Alianza o del Pacto estaba un lugar especial, apartado, santo, donde se guardaban y custodiaban las Tablas de la Ley, la vara de Aarón y el maná.
Cuando el tabernáculo de Jehová estaba en Silo y Elí era el sumo sacerdote, Podemos recordar que Ana oró a Dios en este lugar con gran aflicción en su corazón y le hizo un voto a Jehová.
Ella pidió tener un hijo y prometió que lo dedicaría al servicio al señor. Y Dios escuchó su plegaria y le concedió la petición de su corazón.
Su hijo Samuel llegó a ser un gran profeta y juez en Israel, por 47 años.
El rey David, tuvo en su corazón hacer un edificio especial, un templo en el cual estuviera el arca del pacto.
Pero Dios no se lo concedió, le dio la promesa que uno de sus hijos lo edificaría.
En 1ª Crón. 28. Encontramos el relato de como el rey David entregó a Salomón por escrito todas las instrucciones que el Señor le había dado, con todas las especificaciones, detalles de los planos y la descripción de todos los utensilios que se utilizarían en el templo.
Así el rey Salomón, con los recursos acumulados por su padre, más los que él mismo recaudó, hizo una obra espléndida que daba esperanza el corazón de todo el pueblo de Israel.
Dios siempre ha estado en medio de su pueblo Israel, a través de esta gran construcción que veían con sus ojos y podían tocar con sus manos, les daba una referencia de que Dios estaba con ellos, era una clara señal que llenaba de paz su corazón, al saber que su Dios estaba ahí.
Al terminar el templo después de siete años, Salomón oró a Dios para consagrarlo como un lugar Santo para Dios (2ª Crón. 6:19-21; 7:1-3, 12-22).
Podemos leer lo que Dios contesto a la oración de Salomón en 2ª Crón. 7: 15 y 16 :
15 Ahora estarán abiertos mis ojos y atentos mis oídos a la oración en este lugar;
16 porque ahora he elegido y santificado esta casa, para que esté en ella mi nombre para siempre; y mis ojos y mi corazón estarán ahí para siempre.
Un templo en el que Dios asegura su presencia en medio de su pueblo, es ¿Dónde más podrás encontrar el pueblo consuelo y restauración para su vida sino ante la presencia de Dios?
Desafortunadamente, el templo de Salomón fue saqueado en varias oportunidades por los enemigos de Israel hasta ser destruido.
Después del cautiverio babilónico el pueblo de Judá que regreso inició la reconstrucción del templo, sobre los fundamentos del anterior, pero no llegó a ser tan majestuoso como el primero,
Cuando los judíos se rebelaron en contra del Imperio romano (y en el 70 ac.), las legiones romanas bajo las órdenes de Tito reconquistaron Jerusalén, destruyendo la mayor parte de la ciudad y el Segundo Templo.
Años después Herodes el grande emprendió la obra de construcción y ampliación del templo, una obra majestuosa cuya construcción dura 46 años.
Tenía incrustaciones de oro en paredes de roca blanca, resplandecía con la luz del sol; embaldosado en mármol, y construido en secciones cada vez más ascendentes, inspiraban un temor reverente.
A este templo es al que llegaron Jesús y sus apóstoles, el templo de Jerusalén es el lugar donde todo el pueblo de Dios llegaba para adorar y estar en la presencia del Señor.
En el templo, el pueblo podía acercarse al Señor por medio de sacrificios que apuntaban a aquél que les daría la seguridad plena que sus pecados serían perdonados, podrían ser vistos y aceptados con agrado por parte de Dios.
Como hemos visto el Templo es un lugar santo, apartado para estar en comunión con Dios, en el libro de Habacuc 2:20 nos dice:
20 Mas Jehová está en su santo templo; calle delante de él toda la tierra.
Después de todo lo anterior podemos decir que el templo, era un espacio que servía como un medio físico para señalar grandes verdades espirituales a los judíos y a todas las naciones.
Les habla de que Dios es Santo, Santo, Santo, majestuoso, glorioso, inmenso, un Dios omnipotente, justo, que es a la vez misericordioso y tierno padre que ama profundamente a los suyos, y les ofrece salvación.
Ahora consideremos algunos detalles acerca del templo tal como estaba en los días de Jesús.
El área del templo ocupaba la cima del monte de Sion, por lo tanto, había cierto desnivel en las secciones.
Lo primero que se encontraba al entrar al templo era el «Atrio de los Gentiles», una gran explanada rodeada de hermosos pórticos. Esta era una zona a donde podía entrar cualquier persona, ya fuera judío o gentil, hombre o mujer.
Subiendo unos escalones, se llegaba al «Atrio de las Mujeres». Allí no se permitía el paso a ningún gentil. Unos carteles decían: «Que ningún hombre de otra nación traspase esta barrera ni la cerca que rodea el templo. Quien sea sorprendido será el único culpable de su propia muerte». Aquí se permitía la entrada tanto a hombres como a mujeres que fueran judíos.
Subiendo un poco más se llegaba al «Atrio de los Israelitas», en donde sólo podían entrar los varones judíos.
Más arriba estaba el «Atrio de los Sacerdotes». Y, por último, arriba en la cima de todo, estaba el «Santuario» al que sólo podía entrar el Sumo Sacerdote una vez al año.
Los acontecimientos de que estamos hablando el día de hoy tuvieron lugar en el «Atrio de los Gentiles». En realidad, aquella zona se había diseñado con la intención de que fuera un lugar de oración y preparación antes de entrar a las zonas interiores del templo. Al mismo tiempo, era una zona en el que los gentiles tenían la posibilidad de entrar y escuchar la Palabra del Dios.
Leamos nuevamente los versículos 15 al 16
15 Vinieron, pues, a Jerusalén; y entrando Jesús en el templo, comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban en el templo; y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas;
16 y no consentía que nadie atravesase el templo llevando utensilio alguno.
Lo que vio Jesús en el templo le desagradó profundamente. La presencia de Dios era la que hacía santo el templo, por tanto, debía haber reverencia.
El templo estaba lleno de animales y de comerciantes que explotaban a los adoradores que iban allí procedentes de todas las naciones.
Pero lo que aún era peor que la suciedad y el mal olor que todos aquellos animales pudieran producir, era la suciedad moral y espiritual de los sacerdotes que dirigía el templo para su propio beneficio.
Aparentemente todo funcionaba correctamente; las ceremonias, los sacrificios, la música… pero la realidad era totalmente diferente.
Algunas personas, los principales sacerdotes y los comerciantes habían olvidado quién moraba en el Templo. No era el lugar para llevar mercadería, no era lugar para hacer negocios, aunque esta actividad en algún momento haya sido lícita, había un espacio en otro lugar para hacerla, porque siempre ha habido plazas o mercados, ¿Por qué tenían que hacerlo en el templo, en el santuario de adoración?
Para cada judío era obligatorio el pagar un impuesto para sostén del templo.
Normalmente este se pagaba durante la fiesta de la Pascua, cuando los judíos venían de todas las partes del mundo para su celebración. El sumo sacerdote no aceptaba monedas extranjeras, el impuesto se tenía que pagar en «el siclo del santuario», así que el dinero que los judíos traían de sus países de origen o de otras regiones no servía. Por eso se había habilitado aquella zona del templo para que los «cambistas» pusieran sus mesas e hicieran el cambio de moneda. Por supuesto, había que pagar una fuerte comisión, de la que los dirigentes del templo y el sumo sacerdote se llevaba una buena parte al ser ellos quienes controlaban el templo.
El comercio y la avaricia habían alterado el carácter del Templo. El dinero del templo el siclo, utilizada para comprar sacrificios, era sujeto de extorsión por los cambistas.
Hermanos, todo tiene su tiempo y su lugar. ¿imaginen el desorden en ese templo lleno de animales y “casas” de cambio improvisadas?, En el atrio del templo se escuchaba mucha bulla, ruidos, voces y gritos, todo este vocerío de vendedores, cambistas y traficantes como si fuera un mercado y no la casa de Dios, este ambiente mal sano e irreverente hacía casi imposible la práctica de la verdadera adoración a Dios.
Por eso es que Jesús decidió llamarles la atención, recordándoles las palabras escritas por los profetas.
En el versículo 17 de nuestro pasaje leemos:
17 Y les enseñaba, diciendo: ¿No está escrito: Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones? Mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.
Hermanos ustedes ¿creen que este era el mejor escenario para que los asistentes que llegaban al templo meditaran en Dios, y se prepararan para ofrecer sus sacrificios al Señor?, ¿sería esto adecuado en ese entonces o sería esto adecuado en estos días?
Hermanos en cualquier tiempo donde quiera que se reúna el pueblo del Señor definitivamente no, el templo por ser un lugar de adoración, un templo santo para Dios, debe haber reverencia porque allí está Dios en medio de todos y de todo, debe haber gozo, pero también profunda reverencia, como dice del apóstol Pablo en 1ª Cor. 14:40. “pero hágase todo decentemente y con orden”,
Cuando Jesús limpió el templo, demostró la autoridad espiritual que como Mesías e Hijo de Dios tenía. El señor Jesús dice “mi casa, casa de oración será llamada”
Por supuesto, los principales sacerdotes no lo vieron así, sino que pensaron en sus prósperos negocios que estaban siendo atacados y puestos en peligro.
Además, el Señor con sus palabras declaró solemnemente que el templo había dejado de responder al plan de Dios, para pasar a estar al servicio de los intereses económicos del Sanedrín, y de los sacerdotes del templo.
Como era de esperar, la denuncia de Jesús no gustó nada a los líderes religiosos y los enojo terriblemente, pues se dieron cuenta de que su falsa religiosidad estaba siendo desenmascarada, puesta en evidencia. Esto constituyó uno de los motivos más importantes para que buscaran matarle.
A partir de aquí podemos ver cómo la tensión en la relación entre Jesús y los líderes religiosos judíos iba en aumento. Lo que estaba en juego era muy importante.
Por un lado, la declaración del Señor Jesús citando al profeta Isaías diciendo: “¿No está escrito: Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones?” (Is. 56:7).
Y en Jeremías 7: 11
“¿Es cueva de ladrones delante de vuestros ojos esta casa sobre la cual es invocado mi nombre? He aquí que también yo lo veo, dice Jehová”
Como en tiempos de Jeremías. Las autoridades del templo eran culpables de codicia, extorsión y profanación de la casa de Dios. Habían convertido aquel lugar sagrado en una «cueva de ladrones», en un lugar donde esconderse, después de cometer sus crímenes, en un lugar donde los ladrones se asociaban.
Esto era muy grave: cuando la casa de Dios se convierte en un lugar en donde los pecadores sin arrepentirse se pueden asociar, ponerse de acuerdo para pecar, con pleno conocimiento y consentimiento de los líderes religiosos.
Estaban usando el templo y la adoración a Dios como cobertura para sus pecados.
Y por otro lado la preocupación de Jesús estaba en que el verdadero culto a Dios y su Ley habían sido abandonados, y su misma autoridad como Mesías era rechazada. Al decir “Este templo santo es para Dios”, dice que este lugar está dedicado a la oración y devoción al Señor.
En los versículos 18 y 19 leemos:
18 Y lo oyeron los escribas y los principales sacerdotes, y buscaban cómo matarle; porque le tenían miedo, por cuanto todo el pueblo estaba admirado de su doctrina.
19 Pero al llegar la noche, Jesús salió de la ciudad.
Al echar fuera a los vendedores y al enseñar en el templo, dio comienzo a una lucha a muerte. Las autoridades del templo que estaban empeñadas en mantener su poder, su prestigio, la obediencia y el respeto del pueblo y por su puesto sus ingresos.
Los sacerdotes y los líderes del Sanedrín estaban llenos de rencor hacia Jesús por estos los últimos acontecimientos en el templo, pero no podían simplemente capturarlo y matarlo.
La gente, el pueblo estaba con Jesús, lo admiraban estaban asombrados por sus enseñanzas y autoridad, sus palabras eran una amenaza al prestigio y autoridad del Sanedrín, nadie antes se había atrevido a quejarse de la situación, por lo que buscaban la manera de provocar su muerte y acabar con él, querían detenerlo a como diera lugar, este enfrentamiento llevaría a nuestro señor Jesucristo finalmente a la Cruz.
Después de todo lo acontecido en el templo al atardecer, Jesús aprovecha que aún hay un poco de luz del día y decide dirigirse a Betania con sus discípulos a descansar en un ambiente más acogedor.
Conclusión
Si preguntamos ¿Por qué las autoridades de la época trataron de matar a Jesús? La respuesta es simple, eran corruptos y no estaban cumpliendo con la voluntad de Dios, estaban más interesados en controlar a las personas, en su prestigio personal y la obtención de riqueza que en cumplir la voluntad de Dios.
Hermanos, somos un templo santo para Dios, los creyentes de todos los tiempos que han escuchado esta buena nueva en el evangelio de Marcos, y nosotros en este tiempo. Somos partícipes de la presencia misma de Dios con nosotros, Cristo con su obra redentora, está en medio de nosotros, manifestando su agrado, trayendo consuelo y restauración a nuestras vidas.
Cristo es el Señor del Templo, estudiemos la palabra de Dios, y pongámosla en práctica en nuestras vidas, y pongamos atención en lo que su palabra enseña sobre la iglesia como la expresión de la comunión de los Santos, que están unidos a Cristo.
Como dice en 1ª Corintios 6: 19 y 20.
19 ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?
20 Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.
El templo está dedicado a la oración y devoción a Dios. El llamado es cumplir este propósito también en nuestras vidas. Si miramos la obra de Cristo, su sacrificio en la cruz que nos permitió el libre acceso a la presencia de Dios. Hermanos, debemos tener la confianza de que el cumplirá todas sus promesas, oremos y meditamos en lo que Dios es, y en lo que Cristo hace por cada uno de nosotros, para hallar dirección, gozo y consuelo en nuestro Dios.
Cristo ha hecho que seamos un templo santo para Dios y ha prometido estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Amen
A.I. Nelson Daniel Miranda Giles.
Excelente mensaje y estudio. He decidido usar parte del mismo en mi clase bíblica. Por supuesto la asignación es que lo lean completo.
Soy miembro de la Primera Iglesia Presbiteriana de San Germán, Puerto Rico.
Gracias por tan fantástico estudio.
Leeré los otros.
Bendiciones,
Mercedes Rodríguez