¡Al Señor hemos visto!

¡Al Señor hemos visto! – Juan 20:24-31
Meditación sobre Juan 20:24-31 por el A.I. Nelson Daniel Miranda Giles

CDMX, viernes 9 de abril de 2021

Al escuchar algunas noticias pensamos eso no es posible, no creemos lo que nos dicen, también vemos que en las redes sociales llegan a nosotros noticias falsas, esto hace que disminuya nuestra confianza en todo lo que escuchamos o vemos, nos hace escépticos, todo lo cuestionamos o lo ponemos en duda.

En el libro del Profeta Jeremías 17:7 y 8 la palabra de Dios dice así:

7 Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová.
8 Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto.

Hermanos, mantengámonos firmes, confiemos en nuestro Dios, estudiemos y creamos las promesas escritas en su palabra.

En los versículos 24 y 25 de nuestro pasaje en Juan 20 leemos:

24 Pero Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino.
25 Le dijeron, pues, los otros discípulos: Al Señor hemos visto. Él les dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré.

El significado de la palabra Dídimo es gemelo, seguramente Tomás tendría algún hermano gemelo. Los discípulos estaban reunidos seguramente comentando la resurrección de nuestro señor, cuando se les apareció el señor Jesús ante ellos, pero Tomás no estaba, por alguna razón se había perdido la bendición de ver a su señor.

Tomás no podía creer lo que le contaban los discípulos, se negaba a creer lo que le contaban personas en las que debía tener confianza de no le mentirían en un asunto tan importante.
Podemos decir que cuando María les conto a los discípulos tampoco lo creyeron, pero después de entrar al sepulcro vieron y creyeron (Juan 20:8-9).

Pero el escepticismo de Tomás lo llevo hacer exigencia de evidencias de ver y de tocar las heridas del señor.

Tomás es conocido por incrédulo, hasta tenemos un dicho. Podemos decir que a Tomás la crucifixión lo había impactado tan fuertemente que no podía creer lo que afirmaban los demás discípulos.
Pero a pesar de todo Tomás no se alejó, él seguía reuniéndose con los discípulos.

En los versículos 26 y 27 del pasaje dice:

26 Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros.
27 Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente

Una semana después Jesús entro repentina y sorprendentemente a la misma habitación como la vez anterior, hablo con los discípulos, y lo primero que les dijo fue “Paz a vosotros” pero en esta ocasión Tomás está en la reunión

Jesús bien pudo llamar la atención a Tomás por no creer a sus condiscípulos, sin embargo, en su misericordia llama a Tomás y le concede lo que pidió. Tomas ha de ver estado sorprendido de que Jesús le dijera las mismas palabras que él había afirmado.

Que mayor evidencia del amor de Cristo por nosotros que las heridas que sufrió, y a la vez la victoria de su resurrección al estar de pie en medio de sus discípulos.

Nuestro señor Jesús fue generoso y misericordioso con Tomás en su incredulidad.

Nuestro señor quería moverlo de su duda e incredulidad a una fe viva, fuerte.

Jesús le aconseja cariñosamente a Tomás a ser un creyente verdadero por fe.

En los versículos 28 y 29 del pasaje dice:

28 Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!
29 Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron.

Tomás reacciona reconociendo a Jesús como su señor y su Dios, su duda y escepticismo quedo atrás. Por las palabras de Jesús “Porque me has visto, Tomás, creíste”, se entiende que Tomás solo con ver y escuchar al señor entendemos que Tomás creyó no tuvo necesidad de tocar al señor.

La bendición o bienaventuranza en la última parte del versículo 29, para los que no lo vimos, pero creemos por fe en el señor Jesús nos llena de aliento y renueva nuestras fuerzas.

En los versículos 30 y 31 de pasaje leemos:

30 Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro.
31 Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre.

El Señor Jesús hizo muchas cosas que no se registraron, sanó a muchos enfermos. Juan también quiso decir que Jesús hizo muchas otras señales milagrosas aun después de su resurrección, las cuales no han quedado escritas.

La palabra señales es importante, porque las señales señalan a algo. Juan en este Evangelio nos dice que las señales, señalan a Jesús como el Mesías.

El propósito de el Apóstol Juan no es capturar con todo detalle la vida de Jesús, sino proveernos de lo necesario para que, como dice el versículo 31 “para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre”

Hermanos, ¿a cuantos de nosotros nos pasaría lo que le sucedió a Tomás? Cuando escucho a los demás discípulos decir “¡Al señor hemos visto!” ¿Cómo reaccionaríamos?

Al ver a nuestro alrededor, hay señales que señalan a Dios y a Cristo hoy. ¡La creación! ¡El testimonio de su palabra! ¡Podemos ver y sentir la intervención directa de Dios en nuestras vidas!
Somos libres para creerlas o no creerlas. La bendición y la promesa de tener vida es para aquéllos que creemos, que tenemos fe en que Jesús es el hijo de Dios y nuestro señor.

Hermanos, que podamos exclamar como los discípulos “¡Al señor hemos visto!”.

A.I. Nelson Daniel Miranda Giles.

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