Orando juntamente con otros hermanos

Meditación sobre Lucas 2:27-38 por el A.I. Francisco Alonso P.

Pasajes Bíblicos: Lucas 2:27-38, 1 Samuel 1:17, Filipenses 1:19

Cuando un cristiano ora, pidiendo por algo juntamente con otros cristianos, las oraciones de este cristiano con las peticiones de los otros creyentes, es una oración conjunta donde cada uno de los que oraron por ese motivo especial y específico, tuvo parte para la respuesta de Dios.

Si tu corazón sincero armoniza con las peticiones de otros cristianos y conjuntamente oran por necesidades espirituales o materiales de otras personas, no cabe duda de que tu voz en oración ha participado para la respuesta de Dios a esa oración conjunta.

Cuando oramos conjuntamente no se trata solamente de estar de acuerdo con las peticiones solicitadas por otros hermanos, además, es estar en pleno afecto y amor por esos hermanos que están pasando por momentos de tristeza o de alegría, dicho de otra manera, unirse con ellos en oración en un mismo sentir, conduce a una oración armoniosa de gran bendición para uno, para los otros creyentes y por el creyente por quien se oró.

Ahora bien, si el Espíritu Santo toca tu corazón para que ores juntamente con otros hermanos por necesidades de otros cristianos, formas parte de una oración conjunta armoniosa, y tu participación orando, agrada al Señor.

Cuando el Espíritu Santo te ha movido a orar por motivos y afectos que han movido a otros creyentes, es manifiesta la obra del Espíritu de Dios.

A veces observamos que en los corazones de los hermanos de la iglesia es puesta por el Espíritu Santo una oración en particular a favor o en contra de una situación específica, sin que los hermanos entre sí se hayan puesto de acuerdo.

Tal fue el caso de Ezequiel, que junto al río Chebar oró y profetizó las mismas cosas que Jeremías en Jerusalén.

Asimismo, vemos que en el tiempo en que nuestro señor Jesucristo se encarnó, fue despertada gran expectación en los corazones de personas piadosas, que le esperaban y oraban por el advenimiento del Mesías (Lucas 2:27-38).

Dios, suele a menudo demostrar a un cristiano que sus oraciones, juntamente con las de otros, contribuyen a la respuesta del Señor.

Por medio de una circunstancia o situación en particular: Dios determina que el creyente que más oró por esa situación tan importante y especial reciba las primeras noticias de la respuesta del Señor a tal oración; Dios lo hace sabiendo que la noticia será gratamente recogida por aquel cristiano que más oró.

No hay duda de que Simeón había orado fervorosamente al Señor, así como una parte de la gente de Jerusalén, para ver cuando Dios enviaría al Mesías al mundo a restaurarlo y levantarlo.

Dios le reveló a Simeón que vería al Mesías antes de morir, y Dios para demostrarle cuánto apreciaba sus oraciones, le llevó al templo en el momento preciso en que traían al niño Jesús para ser “presentado al Señor” (Lucas 2:27 y 28).

De igual forma, el Señor ordena que Ana, “que no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones, llegará allí en el preciso momento de la presentación del niño Jesús ante el Señor.

Por medio de una u otra circunstancia especial, Dios testifica en el corazón del creyente, para que sepa que le ha oído cuando oraba juntamente con otros creyentes para interceder por otro u otros hermanos.

El corazón del redimido se llena de abundante gozo al cumplirse aquello que ha pedido en oración; lo cual es argumento claro, de que estas oraciones llegaron a Dios como las de otros hermanos que oraron por esas peticiones en favor de un hijo de Dios.

El anciano Simeón, viendo ahora la respuesta de Dios a sus oraciones, estaba dispuesto a morir de gozo, y creía que era la mejor ocasión: “Ahora despides, Señor, a tu siervo, conforme a tu palabra, en paz.”

Si Dios te da un corazón agradecido por una bendición otorgada a otro creyente, como resultado de una oración conjunta de otros hermanos y tú, es señal de que nuestras oraciones han participado en ello, y eso es agradable a Dios.

El anciano sacerdote Elí, de acuerdo a las Escrituras, había presentado una breve petición en favor de Ana, madre de Samuel: Elí ora dirigiéndose al Señor así: El Dios de Israel te otorgue la petición que le has hecho” (1ª. de Samuel 1:17) y por la respuesta del Señor concedida a aquella única oración, Ana da las gracias a Dios solemnemente : “y adoró allí a Jehová”.

Si aquello por lo que otros oran en unión contigo, y es una petición tuya hacia Dios, que te afecta personalmente, tienes que afirmar que el Señor te ha concedido por la oración de ellos, y tu propia oración, la respuesta a esa súplica conjunta.

Esto demuestra que eres una persona amada, como también son amados los que oraron junto contigo, además, eres acepto por el Padre al igual que ellos también son aceptos por el Padre.

Pablo en Filipenses 1:19 dice: porque sé que, por vuestra oración y la suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultará en mi salud”, lo que indica que, tanto Pablo que oró y los hermanos que oraron por él, son amados y aceptos por el Dios Omnipotente.

Dios puede escuchar las oraciones de los hombres piadosos en favor de los hombres impíos, en cuanto a las cosas temporales; así vemos que Dios escuchó la oración de Moisés por faraón.

Finalmente, cuando Dios sensibiliza tu corazón (que lo hace continuamente a través del Espíritu Santo) a orar por ti mismo, oirá tus oraciones, y las tendrá en cuenta al igual que las oraciones de los hermanos que te acompañaron en oración por tus peticiones.

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