La Oración del Señor – Padre nuestro que estás en los cielos

Transcripición:

«9 Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.»

Las primeras palabras de la oración del Señor nos dicen cómo dirigirnos a Dios en oración.

Dado que, como dijimos antes, esta oración un ejemplo de una oración que podemos usar como una instrucción general sobre la oración, por tanto las palabras que usamos tienen una importancia muy especial.

Estas palabras nos recuerdan quiénes somos y quién es Dios. Definen nuestra relación con Él y entre nosotros.
Recibimos no solo instrucción en la oración, sino también estímulo para orar.

Nuestro

Para empezar, la oración del Señor es una oración colectiva.

Esto no significa que no podamos ofrecer esta oración cuando estamos solos, ni tampoco implica que esté mal que oremos a Dios como «mi Padre».

Solo podemos creer en Dios como individuos; nadie más puede creer en Dios por nosotros.

Estaremos ante Dios y daremos cuenta de nosotros mismos como individuos y seremos recompensados ​​o castigados para siempre como individuos.

La Biblia nos llama a cada uno de nosotros individualmente a confiar en Dios y ofrecerle oración como individuos que tienen una relación personal con él.

En todos estos asuntos, entonces, la Biblia nos obliga a estar solos ante Dios.

Pero a pesar de todo eso, la Biblia no nos enseña que los seres humanos estamos separados y solos.

En la oración del Señor, entonces, se nos enseña a pensar en nosotros mismos como parte de un grupo más grande con el que estamos orando, incluso si estamos ofreciendo nuestra oración solos.

De hecho, incluso cuando ofrecemos la oración del Señor junto con nuestra familia o en nuestra iglesia local, la palabra «nuestro» no se refiere al pequeño grupo reunido en el momento en que se ofrece la oración.

El «nuestro» se refiere a todos aquellos que correctamente llaman a Dios su Padre.

Oramos como miembros del cuerpo de Cristo.

Y Jesús nos enseña aquí que debemos ser conscientes del hecho de que oramos con otros que vienen a Dios, al igual que nosotros, como Sus amados hijos.

Esto tiene un significado importante para nuestra vida diaria, porque la forma en que nos identificamos en la oración es nuestra autoidentificación más importante.

Cómo nos presentamos ante Dios es más importante que cómo nos presentamos ante el gobierno civil, como ciudadanos de esta o aquella nación, y más importante que cómo nos presentamos ante la sociedad, como miembros de esta o aquella familia.

Cada uno de nosotros somos miembros de una familia y una nación, sin duda, pero ante todo somos hijos de Dios. Pertenecemos a Su reino y a Su familia. Nuestra ciudadanía está en el cielo (Filipenses 3: 1) donde está nuestro Padre.

Padre nuestro

Es importante que entendamos que se nos ha dado permiso para invocar a Dios como nuestro Padre.

En el contexto del Sermón de la Montaña, esta es una de las principales cosas que Jesús enfatiza: que es nuestro Padre.

En el Antiguo Testamento se le llama «Padre nuestro» en ocasiones (Isaías 63:16; 64: 8). El Salmo 103:13 dice que Dios se compadece de los hombres como un Padre (Sal. 103: 13).

Estas palabras no solo sugieren la maravillosa intimidad de nuestro acercamiento a Dios, sino que contienen una garantía de Su amor, porque es Dios mismo quien nos enseña a venir ante Él y llamarlo Padre.
Si nuestros padres en la tierra saben darnos cosas buenas porque nos aman, ¿cuánto más podemos estar seguros de que nuestro Padre que está en los cielos nos ama?

Es muy importante para nosotros comprender correctamente el amor de Dios. En el Edén, Satanás negó el amor de Dios cuando tentó a Adán y Eva.

Nuestro Señor nos enseña a creer en Dios como nuestro Padre celestial y, por tanto, a confiar en su amor y bondad. Cuando aprendamos a orarle como Padre, no seremos tentados tan fácilmente al desánimo y la incredulidad.

Cuando pensamos en las palabras «Padre nuestro», recordamos la expresión usada por Pablo, «Abba Padre».

Esta es una expresión aún más íntima para dirigirse a Dios y una que explica aún más la idea de dirigirse a Dios como Padre.

Podemos llamarlo Padre porque nos ha adoptado como sus hijos: «habéis recibido el Espíritu de adopción, por el cual clamamos: Abba, Padre» (Rom. 8: 15b).

Las palabras que nos sugiere el Espíritu de adopción son las mismas que usó nuestro Señor cuando oró en el huerto: «Y decía: Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti; aparta de mí esta copa; mas no lo que yo quiero, sino lo que tú.»(Mc. 14:36).

Que estás en los cielos

Venimos a Dios, entonces, con la confianza de que Él nos ama como Sus hijos y escuchará nuestras oraciones. Pero también llegamos a Uno que es majestuoso y glorioso.

Su hogar está en los cielos porque Él es el Dios trascendente, Señor de todo.

Cuando acudimos a Él en oración, debemos recordar Su grandeza así como recodamos Su Paternidad.

Debemos recordar Su santidad así como recordamos Su amor.

Jesús nos enseña aquí a no olvidar la reverencia cuando nos acercamos a Dios.

Pero estas palabras no están aquí solo para recordarnos que Él es más grande que nosotros. Estas palabras también son un consuelo, porque el hecho de que Él es el Señor del cielo, soberano sobre todas las cosas, significa que Él puede responder a nuestras oraciones. Venimos a un Padre que tiene el poder de hacer lo que le pedimos y la sabiduría para decirnos que no cuando lo pedimos incorrectamente. Si nos dirigimos nuestro Padre Celestial, debemos pedir cosas de grandeza celestial.

No está mal que le pidamos a Dios cosas pequeñas, y lo hacemos a menudo, pero está mal si no le pedimos a Dios las grandes cosas.

Venir a Dios en el cielo es ser admitido a la audiencia del Ser más poderoso y estamos invitados a entrar en Su presencia con la seguridad de Su amor y cuidado Paternal.

¿Por qué hemos de temer? ¿Por qué no le llevamos todas las cosas en oración? ¿Por qué no buscamos grandes cosas de nuestro gran Padre para que podamos ver venir Su reino y honrar Su nombre? Nuestro Señor nos anima en todos estos asuntos y nos llama a descansar en Dios, porque Él es nuestro Padre en los cielos.

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