
La bendición sigue en la descendencia
Meditación sobre Génesis 48:1-22 por el A.I. José Antonio Velázquez
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México
Transcripción…
Génesis 48:1-22 (Lectura)
Sucedió después de estas cosas que dijeron a José: He aquí tu padre está enfermo. Y él tomó consigo a sus dos hijos, Manasés y Efraín. Y se le hizo saber a Jacob, diciendo: He aquí tu hijo José viene a ti.
Entonces se esforzó Israel, y se sentó sobre la cama, y dijo a José: El Dios Omnipotente me apareció en Luz en la tierra de Canaán, y me bendijo, y me dijo: He aquí yo te haré crecer, y te multiplicaré, y te pondré por estirpe de naciones; y daré esta tierra a tu descendencia después de ti por heredad perpetua. Y ahora tus dos hijos Efraín y Manasés, que te nacieron en la tierra de Egipto, antes que viniese a ti a la tierra de Egipto, míos son; como Rubén y Simeón, serán míos.
Y los que después de ellos has engendrado, serán tuyos; por el nombre de sus hermanos serán llamados en sus heredades.
Porque cuando yo venía de Padan-aram, se me murió Raquel en la tierra de Canaán, en el camino, como media legua de tierra viniendo a Efrata; y la sepulté allí en el camino de Efrata, que es Belén.
Y vio Israel los hijos de José, y dijo: ¿Quiénes son estos? Y respondió José a su padre: Son mis hijos, que Dios me ha dado aquí.
Y él dijo: Acércalos ahora a mí, y los bendeciré. Y los ojos de Israel estaban tan agravados por la vejez, que no podía ver. Les hizo, pues, acercarse a él, y él les besó y les abrazó. Y dijo Israel a José: No pensaba yo ver tu rostro, y he aquí Dios me ha hecho ver también a tu descendencia.
Entonces José los sacó de entre sus rodillas, y se inclinó a tierra. Y los tomó José a ambos, Efraín a su derecha, a la izquierda de Israel, y Manasés a su izquierda, a la derecha de Israel; y los acercó a él. Entonces Israel extendió su mano derecha, y la puso sobre la cabeza de Efraín, que era el menor, y su mano izquierda sobre la cabeza de Manasés, colocando así sus manos adrede, aunque Manasés era el primogénito.
Y bendijo a José, diciendo: El Dios en cuya presencia anduvieron mis padres Abraham e Isaac, el Dios que me mantiene desde que yo soy hasta este día, el Ángel que me liberta de todo mal, bendiga a estos jóvenes; y sea perpetuado en ellos mi nombre, y el nombre de mis padres Abraham e Isaac, y multiplíquense en gran manera en medio de la tierra.
Pero viendo José que su padre ponía la mano derecha sobre la cabeza de Efraín, le causó esto disgusto; y asió la mano de su padre, para cambiarla de la cabeza de Efraín a la cabeza de Manasés. Y dijo José a su padre: No así, padre mío, porque este es el primogénito; pon tu mano derecha sobre su cabeza. Mas su padre no quiso, y dijo: Lo sé, hijo mío, lo sé; también él vendrá a ser un pueblo, y será también engrandecido; pero su hermano menor será más grande que él, y su descendencia formará multitud de naciones.
Y los bendijo aquel día, diciendo: En ti bendecirá Israel, diciendo: Hágate Dios como a Efraín y como a Manasés. Y puso a Efraín antes de Manasés.
Y dijo Israel a José: He aquí yo muero; pero Dios estará con vosotros, y os hará volver a la tierra de vuestros padres.
Y yo te he dado a ti una parte más que a tus hermanos, la cual tomé yo de mano del amorreo con mi espada y con mi arco.
Jacob está muy enfermo y a pesar de que disfruta de la protección de Faraón, teniendo asegurado, su sustento y el de toda su familia, gozando de los privilegios al ser padre de José, quien gobierna al país más poderoso de aquella época, su corazón está en las promesas de Dios; el Dios de Abraham y de Isaac, el único Dios verdadero. Aún que ha tenido momentos muy difíciles en la tierra de Canaán, su deseo es que su familia salga de Egipto y regresen a la tierra prometida.
La petición que le hace a su hijo de ser sepultado en la tierra de Canaán no está motivada por un capricho o por un sentimiento de nostalgia, su inquietud es que el pueblo de Dios se quede preso de los espejismos de Egipto y de las actitudes protectoras de Faraón, Israel siempre se ha presentado como un peregrino, y hoy pide a José que sus restos no queden en tierra de Egipto y se lo hace prometer. Jacob sabe que ha sido investido como padre de la iglesia que le ha encomendado su Señor, por lo que procura su cuidado y crecimiento para que no se desvíe y vuelva a la tierra que le fue dada por heredad y así seguir reconociendo a su Dios.
En cuanto José se entera: que su padre está enfermo, va ha verlo acompañado de sus hijos, Efraín y Manasés, teniendo esto una gran significado pues José prefiere ver a su padre que las riquezas de un imperio, y presenta a sus hijos ante Jacob para que sean bendecidos, acto digno de mencionar pues estos por nacimiento son ciudadanos egipcios pero por los designios del Señor son ciudadanos del reino de Dios, ya que son de la familia del pacto.
José al traer a sus hijos a la presencia de su padre, es como si los emancipara del país donde nacieron y los restaurara al pueblo de Israel.
Entonces Jacob dijo a José: El Dios Omnipotente me apareció en Luz en la tierra de Canaán, y me bendijo, y me dijo: He aquí yo te haré crecer, y te multiplicaré, y te pondré por estirpe de naciones; y daré esta tierra a tu descendencia después de ti por heredad perpetua.
Jacob, hoy Israel, le presenta a José la bendición que Dios le ha dado a él y a su descendencia, El pacto de Dios.
Antes de pasar a dormir lo único que le preocupa a Jacob es alejar a José de las riquezas y honores del poderío Egipcio e integrarlo al pueblo de Dios, pues recordemos que fue arrancado del seno familiar, pero eso fue momentáneo y con el divino propósito para lo que el Señor lo designó por lo que no permitió que José se alejara de Él, sino al contrario su relación se estrechó.
Jacob cumple con su papel, tanto padre como de ser predicador al dar el plan de salvación para José y éste lo va a aceptar dejando todo su poder y riquezas que su posición le han dado y rectifica la adopción que Dios le da, es muy importante que nosotros también aceptemos la invitación que el Señor nos ha dado y dejemos atrás los valores que hoy gobiernan el mundo,al cual ya no pertenecemos y con prontitud nos declaremos peregrinos y coherederos de la bendita herencia de ser ciudadanos del Reino de Dios.
Israel no utiliza grandes discursos ni palabras elocuentes solo predica la palabra de Dios y con ello sus promesas salvadoras.
José está investido con el más alto rango de la nación Egipcia, podría asegurar el futuro de su familia, pues en su posición actual puede decretar y disponer de recursos para que esto se lleve a cabo, inclusive pudo buscar el favor del rey para darles un título entre la nobleza, más sabe que todo esto es pasajero y sin valor, la verdadera riqueza está en las promesas de Dios, en esa pequeña luz que el Señor le permitió ver a Jacob, como la luz que ve todo creyente en su vida, esa luz que da una promesa de vida eterna y que ilumina nuestro andar de peregrinos.
Jacob nunca confronta todos los beneficios que tiene José en Egipto solo transmite la palabra de Dios, puesto que cuando somos llamados con prontitud debemos atender su llamado.
Y después de esto Jacob bendice a José y a sus hijos ya que de estos saldrán dos grandes naciones.
Bendición que solo el verdadero creyente entiende, pues ser bendecido no implica que en esta vida caminemos con la felicidad a flor de piel, tendrá sus tribulaciones y contratiempos, pero la seguridad de que Dios está con nosotros nunca se duda y nos anima a seguir en su camino con la mira puesta en la tierra prometida, sin importar el tiempo y contratiempos que hayan que pasar, pues sabemos que nuestro Padre Celestial siempre va y está con nosotros.