Atributos de la Iglesia: 3. La iglesia es católica y apostólica
Meditación bíblica por el A.I. Gerardo Román
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México
Muy bendecido día amados hermanos en Cristo,
Hoy vamos a concluir la serie de 3 meditaciones acerca de los atributos de la iglesia. Ya hemos visto que la Iglesia es una sola y vive unida a Cristo. Hemos visto también que la iglesia es santa en tres sentidos: 1) en cuanto a que ha sido limpiada en el sacrificio expiatorio de Cristo y nos ha presentado al Padre como puros y santos; 2) por cuanto es santificada por la obra del Espíritu Santo para cada día morir más y más al pecado y levantarse a una nueva vida; y 3) por cuanto esta nueva vida en Cristo y la obra del Espíritu Santo nos lleva a amar la ley de Dios y a desear ponerla por obra a fin de que hagamos las buenas obras que Dios preparó de antemano para que las hiciéramos.
Ahora vamos a concluir viendo los últimos 2 atributos de la iglesia de acuerdo con el credo Niceno, es decir vamos a meditar acerca de que la Iglesia es católica y es apostólica.
En cuanto a ser católica es importante no confundirnos con la Iglesia católica romana. Si bien, solemos utilizar el término “iglesia católica” para referirnos comúnmente a la Iglesia de Roma liderada por el Papa, en realidad el término “católico” aplica a la Iglesia de Cristo en general dado que es un atributo de la misma.
Cuando decimos que la Iglesia es católica nos referimos a que es universal, es decir, a que se extiende a todo tiempo y lugar. Habitualmente solemos separar los términos católico y universal dado que el primero se refiere a su extensión geográfica y el segundo a su extensión a lo largo de toda la historia. Sin embargo, cuando el credo niceno nos habla de que la Iglesia es católica se refiere a los dos aspectos en uno mismo. La Iglesia de Cristo está compuesta por personas de todo el mundo, lengua y nación y así mismo de todas las personas que han creído en él y continuarán creyendo en él a lo largo de la historia hasta que ésta sea consumada en la segunda venida de Jesús.
Este aspecto de la Iglesia ya lo habíamos mencionado de forma breve cuando hablamos de que la Iglesia es una sola a lo largo de todo el mundo y la historia. Por lo que este atributo en realidad viene a reafirmar el primer atributo acerca de la unidad mística de la Iglesia con Cristo, pero vale la pena entender cómo lo enseña la Biblia ya que los matices de este atributo son sumamente valiosos para vivir de forma más completa y profunda la experiencia de la Iglesia de Cristo. Para ello vamos a comenzar leyendo el pasaje de Hebreros capítulo 12, versículos 18 al 24:
Porque no os habéis acercado al monte que se podía palpar, y que ardía en fuego, a la oscuridad, a las tinieblas y a la tempestad, al sonido de la trompeta, y a la voz que hablaba, la cual los que la oyeron rogaron que no se les hablase más, porque no podían soportar lo que se ordenaba: Si aun una bestia tocare el monte, será apedreada, o pasada con dardo; y tan terrible era lo que se veía, que Moisés dijo: Estoy espantado y temblando; sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos, a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel. (Hebreros 12:18-24)
Aquí el autor de Hebreros nos muestra una nueva circunstancia lograda por el sacrificio de Jesús en la cruz, pues no nos hemos acercado al monte que ardía en fuego del juicio santo de Dios al que se acercó el pueblo de Israel en el éxodo, sino que ahora entramos a la presencia pacifica de Dios en el cielo. Tal como nos enseña el apóstol Pablo en Efesios 2:6:
y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús,
Una vez que por la gracia de Dios hemos sido convencidos por el Espíritu Santo y su Palabra nos produce la fe viva, verdadera y salvadora somos incorporados a la Iglesia y unidos espiritual y místicamente a Cristo, en su muerte, en su resurrección y en su ascensión a la diestra del Padre. Ya hemos visto antes que en esta vida la obra de Cristo nos es aplicada y nacemos de nuevo del Espíritu y de su Palabra, y es por ello que ahora vivimos como es digno de nuestro llamamiento, no obstante, también vimos que no seremos perfectamente transformados en esta vida sino hasta que el Señor Jesús regrese por nosotros. Sin embargo, nuestros amados hermanos que descansan gozan de una mejor condición, y aún en el regreso de Cristo gozaremos junto con ellos de otra aún mejor condición. Tal como lo expresa el Catecismo mayor de Westminster en su pregunta 86:
P. 86: ¿Cuál es la comunión en gloria con Cristo, que los miembros de la iglesia invisible gozan inmediatamente después de la muerte?
R. La comunión en gloria con Cristo de que los miembros de la iglesia invisible gozan inmediatamente después de la muerte, consiste en que sus almas son hechas perfectas en santidad y recibidas en los más altos cielos donde los miran el rostro de Dios en luz y gloria esperando la redención completa de sus cuerpos que aun continúan unidos a Cristo y reposan en sus tumbas como en sus lechos, hasta el último día en que serán unidos a sus almas. Por el contrario, las almas de los malvados, después que éstos mueren, son arrojados al infierno en donde permanecen en tormentos y densas tinieblas, y sus cuerpos quedan guardados en sus tumbas como en prisiones hasta la resurrección y juicio del gran día
Por lo tanto, a dónde nos ha acercado Dios es a la ciudad del Dios vivo, a la Jerusalén Celestial donde estamos acompañados con millares de ángeles, y a la congregación de los primogénitos, es decir, de aquellos creyentes que fueron antes que nosotros (a quienes denominamos en teología como la Iglesia triunfante), y finalmente a la presencia de Jesús que es nuestro mediador del nuevo pacto. Ahora que Dios nos ha acercado, adoramos a Dios en la congregación o comunión de los santos, tanto los que se encuentran en los cielos descansando como los que estamos aquí viviendo como peregrinos, es decir, la iglesia militante (como la denominamos en teología), y lo hacemos en conjunto con millares de ángeles santos.
Como iglesia militante, estando unidos a la iglesia, pisamos siempre suelo santo, como Enoc lo hizo ahora nosotros también caminamos con Dios, vivimos y nos movemos en su presencia al igual que nuestros amados hermanos y hermanas que vivieron bajo la Gracia de Dios antes que nosotros y así seguirá siendo en las siguientes generaciones. Ahora bien, este acercamiento a Dios no sólo es con los hermanos que ya se encuentran descansando en el Señor, sino que sucede actualmente en la iglesia militante de todo el mundo, tal como nos enseña el apóstol Pablo en su carta a los Efesios 2:12-16:
En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades.
Pablo en este pasaje nos muestra que el pueblo judío y los gentiles han sido unificados en un solo cuerpo eliminando las enemistades. El pueblo elegido de Dios llega al cumplimiento pleno de la promesa que Dios le hizo a Abraham sobre cómo su descendencia (refiriéndose a Cristo) bendeciría a todas las naciones. Somos un pueblo formado de todas las naciones. Tenemos hermanos en este momento orando o adorando a Dios en China, en Sudáfrica, en Rusia, en Inglaterra, en Costa Rica, en la India y en cada rincón del mundo.
Por último, para comprender mejor las implicaciones prácticas es importante destacar la importancia que tiene la reunión de la Iglesia militante, es decir, los que actualmente estamos viviendo como peregrinos en este mundo. El Señor Jesús nos enseña que donde hay dos o más reunidos en su nombre ahí está él en medio de ellos. Esto quiere decir que cada domingo que nos reunimos a ofrecer culto a Dios en adoración como iglesia nos estamos acercando a la presencia misma del Señor Jesús. Es Él quien está ahí en su Espíritu cuando estamos reunidos, entramos al cielo mismo y nos unimos al coro de los santos de todo el mundo, de toda la historia y de los ángeles santos. Cada vez que la iglesia se congrega viene Cristo. ¿No dejarías todo asunto y preocupación por venir a los pies de tu Señor a estar en su presencia, verlo, sentirlo y escucharlo? Pues por eso mismo Dios nos insiste en respetar el día del Señor.
Por último, pasemos a repasar lo que afirmamos cuando decimos que la Iglesia es apostólica. Y dando continuidad al libro de Efesios capítulo 2, vamos a leer los versículos 19 al 21:
Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor;
Aquí el apóstol Pablo hace una afirmación que no debe pasar desapercibida cuando dice que ahora que hemos sido reunidos somos edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo Jesús la principal piedra del ángulo. Sabemos que cuando la Palabra de Dios se expresa de la Iglesia como Templo del Señor es una metáfora de la realidad espiritual de la unión de Cristo con su Iglesia y que de manera muy especial y maravillosa se refiere a que es en la Iglesia dónde Dios habita, sin embargo, ¿a qué se refiere con ser edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas? ¿qué es este fundamento? Y ¿qué significa que Jesús es la principal piedra del ángulo?
Debemos recordar cuando el Señor les preguntó a sus discípulos sobre quién decían que era él, vamos a leerlo en Mateo 16:15-18
Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. 18 Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.
A diferencia de lo que se cree en la Iglesia Romana este pasaje no se enfoca en Pedro como el supuesto guardián de la puerta del cielo, sino por el contrario se enfoca en la afirmación de Pedro, es decir se enfoca en quién es Jesús como el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Tras la afirmación de Pedro, el Señor le dice que ésta ha sido una revelación de su Padre que está en los cielos, realizando un contraste entre Pedro que hizo la afirmación y la afirmación misma que proviene de Dios, pues Jesús le dice “yo te digo que tú eres Pedro, del griego “Petros” que significa piedra o piedrita, y luego dice y sobre esta “roca” del griego “Petra” que se traduce correctamente como Roca, es decir como una piedra fuerte y sólida. La afirmación de Pedro acerca de quién es Jesús es la Roca sólida sobre la cual el Señor Jesús edificará su Iglesia y el Hades no podrá vencerla ahí. Por lo tanto, es la Palabra de Dios y su evangelio la roca sobra la que se fundamenta la Iglesia. Siendo Jesús el mensaje principal de la Palabra, el corazón del Evangelio, por medio de quien Dios hizo posible que nos acercáramos, Él es la piedra del ángulo que mantiene a la Iglesia unida, bien cimentada e inamovible, sobre todo ante la muerte.
Ahora que sabemos que el fundamento es la palabra de Dios, podemos comprender que los apóstoles y profetas son los medios empleados por Dios para hacérnosla llegar, tal como lo fue Pedro cuando le fue revelado del Padre la afirmación de que Jesús era el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Cuando el apóstol Pablo menciona que el fundamento es el de los apóstoles y profetas, se está refiriendo a las sagradas escrituras del antiguo y nuevo testamento.
Para comprender por qué el credo niceno dice que la iglesia es apostólica, vale la pena entender qué significa el término “apóstol”. Esta palabra viene del griego “apostolos” que significa “uno que es enviado”, es decir los apóstoles son mensajeros o emisarios oficiales del rey. Un apóstol es un representante del Rey cuyo mensaje se origina del Rey mismo. En este sentido, también debemos considerar que Jesús mismo es un apóstol, el apóstol supremo, puesto que él fue enviado por el Padre para dar su mensaje, como podemos leer en Juan 12:49 y 50:
“Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar. Y sé que su mandamiento es vida eterna. Así pues, lo que yo hablo, lo hablo como el Padre me lo ha dicho.”
Así mismo, el Espíritu Santo funge también como apóstol, veamos 2 pasajes del evangelio de Juan. En Juan 14:26 dice:
Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.
Y más adelante, en Juan 16:13, dice:
Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir.
El Espíritu Santo, es enviado por el Padre en representación de Jesús, Él no hablará de su propia cuenta sino todo lo que oyere, y es el Espíritu Santo quien guiará a los apóstoles de Jesús a toda verdad. Como sabemos en la doctrina de la inspiración bíblica, toda la Biblia desde el antiguo testamento hasta el nuevo fue escrito por los profetas, los apóstoles y sus discípulos siendo inspirados por el Espíritu Santo quien cuidó en todo momento para que su Palabra fuera transmitida sin error ni falla.
Como podemos leerlo en 1Pe 1:20-21:
entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.
Es el Espíritu Santo el autor de toda la Biblia y fueron los apóstoles comisionados con la autoridad de Cristo los que concluyeron los textos bíblicos y terminaron de transmitir el mensaje completo de Dios a la humanidad. Sólo la Palabra de Dios produce en nosotros la fe verdadera y salvadora, y sólo en la misma Palabra de Dios su Iglesia continuará edificándose.
Cuando fue escrito el credo niceno en el siglo IV era necesario afirmar que el fundamento de la iglesia es apostólico ya que había que defender los escritos del nuevo testamento contra las herejías de los gnósticos que afirmaban tener un conocimiento superior. Esto es algo que debemos seguir cuidando de aquellos que profesan tener revelaciones personales o que escuchan a otros que afirman estas cosas. Nosotros como Iglesia de Cristo sólo tenemos este fundamento seguro en las sagradas escrituras y en ningún otro lugar. La Biblia es la única norma de fe y conducta, tal como los reformadores concluyeron en las 5 solas de la reforma donde una de ellas es “sola la escritura”, nuestro firme fundamento.
Dios bendiga siempre a su Iglesia en todo el mundo, para que ésta permanezca unida en el amor de Cristo, santa y sin mancha, bien cimentada en el fundamento seguro de las escrituras. Amén.