La Ley del corazón
Pablo, en su carta a los Romanos (2:15), habla de la ley de Dios escrita en el corazón de aquellos que no tienen ley. Este en un párrafo que empieza diciendo que todo hombre es inexcusable (2:1); no puede decir a Dios en el juicio que no sabía lo que era la ley de Dios, sobretodo porque cada persona ha empleado esta ley para juzgar al otro. Cada uno de nosotros juzga las palabras, lo actos, las actitudes y los motivos de otros. Y, aunque no lo hacemos bien, es posible que de cuando en cuando hagamos un juicio correcto. Cada vez que identificamos a alguien como mentiroso, o como ladrón, o como deshonrado, deshonesto e inmoral (tal como juzgamos a los políticos, sea el que sea su partido) nos condenamos a nosotros mismos, ya que hacemos las mismas cosas. No es malo que juzguemos a los demás, es necesario e inevitable; lo malo es que no apliquemos la misma norma a nosotros mismos, sino solamente a los demás.
Sin embargo, todo ser humano, al juzgar al otro, muestra que tiene la ley de Dios escrita en el corazón, y por eso sabemos, por lo menos en forma más rudimentaria, la diferencia entre lo bueno y lo malo. Esta ley da testimonio, es decir, proporciona información, a nuestra conciencia “acusándonos o defendiéndonos” en los razonamientos. Podemos decir que la consciencia, enterada de la ley de Dios busca las razones para acusaros o para excusarnos. En relación con la ley de Dios que esta escrita en el corazón, la conciencia funciona constantemente permitiendo una acción contemplada y prohibiendo la otra. Pero, siempre la conciencia tiene que funcionar en términos de la “ley de Dios escrita en el corazón”.
El problema es que no pensamos así en cuanto a esta “ley del corazón”. Enfocamos el concepto de la “ley del corazón “de otra manera. Es más bien, hoy en día, un cierto sentimiento, una “corazonada” que nos hace sentir a favor, de cierta acción, de cierta persona y de ciertos valores, o en su contra. Lo tomamos como una especie de sana intuición que expresa la supuesta “bondad” del ser humano. Se toma como una sinceridad ingenua, inocua e inofensiva. Pues así nos testifica nuestra conciencia. No tiene que ser correcta ni atinada si nuestras “intenciones” sean aceptables. Se da por sentado que todos los impulsos del corazón siempre son nobles, sanos y sinceros, y si acaso haya un error será un error inocente. De esta manera nuestra conciencia nos excusa.
¿Eso de acusar? Según la opinión que prevalece actualmente, esto tiene que ver con los otros. Se juzga por la corazonada, y luego se buscan pruebas y razones para justificar los sentimientos que se tienen hacia ellos. Por eso, dicen, el mundo anda mal, hasta aun la iglesia. Y lo sabemos por la ley del corazón. ¡Cuidado! ¡La ley de Dios escrita en el corazón es dejarnos sin excusa!
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith, boletín Buen Óleo domingo 6 de Agosto 2023.