La bondad amorosa de Dios – Libro de Oseas

Meditación basada en el Libro de Oseas por el A.I. Fernando Acevedo P.
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México

 La última meditación estuvimos viendo el gran contraste que existe entre la deslealtad del hombre y el amor leal de Dios. Es decir, vimos el lado negativo de la lealtad, y como esto provoca un profundo dolor a la persona traicionada, y sirvió para tratar de comprender un poco la contraparte, la parte positiva de la lealtad expresada por el amor filial de Dios por nosotros.

 En esta meditación, profundizaremos más acerca de ese amor leal de Dios hacia su pueblo; veremos la bondad amorosa que Dios muestra a un pueblo, que comporta de manera desleal siguiendo otros dioses, adorando a ídolos hechos por manos de hombres e inclinándose ante dioses que no existen.

 Jehová muestra su amor al pueblo de Israel cuando lo libera de la esclavitud de Egipto, comprometiéndose por juramento pactual, a que Él sería su Dios y ellos serían su pueblo. Así, Dios otorga su amor a esa nación rescatada de una esclavitud de más de 400 años del yugo de Egipto. El vínculo de ese pacto es la idea de hesed, palabra hebrea que se puede traducir como «misericordia» o «bondad amorosa».

 Para ver esta bondad amorosa de Dios, citaremos el libro de Oseas; aunque este amor leal de Dios se manifiesta a lo largo de toda la Biblia, este libro, por su literatura, muestra de una forma apasionada y vehemente el amor de Dios por un pueblo, que constantemente se aparta de sus estatutos adorando a otros dioses. En este libro se revelan sentimientos intensos donde se mezclan el amor y la ira, la esperanza y la desilusión. Retrata a un Israel indiferente y rebelde, contrastando con las manifestaciones de paciencia y misericordia de Dios.

 Empecemos con el capítulo 4, donde el profeta retrata la perversión en la que se encuentra sumergido el pueblo de Israel. En toda la nación se hace patente un completo deterioro; por lo que el culto, el sacerdocio, la justicia, la moral y la política, y el mismo Israel sufrirán las consecuencias de sus actos. En los primeros tres versículos de este capítulo dice:

1 Oíd palabra de Jehová, hijos de Israel, porque Jehová contiende con los moradores de la tierra; porque no hay verdad, ni misericordia, ni conocimiento de Dios en la Tierra. 2Perjurar, mentir, matar, hurtar y adulterar prevalecen, y homicidio tras homicidio se suceden. 3 Por lo cual se enlutará la tierra, y se extenuará todo morador de ella, con las bestias del campo y las aves del cielo; y aún los peces del mar morirán.

 Oseas haciendo el papel de profeta, acusa al pueblo de Israel por sus múltiples pecados. Está anunciando el reclamo de Dios por la traición cometida contra Él, al tener un comportamiento desleal y haber cometido adulterio espiritual al inclinarse ante dioses de piedra. Oseas anuncia que el Señor tiene una contienda contra ellos por sus múltiples pecados.

 Dios se encuentra enojado contra Israel y emite un juicio sobre este pueblo fornicario espiritualmente. ¿Qué es lo que lleva al Señor a anunciar esto por medio de su siervo Oseas? Porque entre ellos ya no había verdad, todo era mentira, no eran sinceros en su proceder, porque no tenían la verdad de Dios en sus corazones, verdad que fue opacada y repudiada; ¿nos suena conocido todo esto? ¿Acaso está hablando Oseas de nuestra realidad actual? En aquel entonces como ahora, no había ningún conocimiento de Dios, quién los había sacado de servidumbre de la tierra de Egipto; es por eso que Dios tiene querella contra ellos, porque no hay verdad, no hay conocimiento de Él.

 Tampoco hay misericordia para con nadie, no hay lealtad, no existe entre ellos un amor leal. Es por esto, que la relación de Dios con su pueblo, se ha perdido. En el versículo 2 encontramos las consecuencias de su desvío, dice: 2Perjurar, mentir, matar, hurtar y adulterar prevalecen, y homicidio tras homicidio se suceden. Es decir, juran en falso, son mentirosos, roban y adulteran constantemente, matando sin ninguna misericordia a sus semejantes.

 Es esta la razón por la cual Dios está enojado con su pueblo, un pueblo que será destruido como consecuencia de su falta del conocimiento de sus leyes, por haberse alejado de Él y haber olvidado sus estatutos siguiendo dioses extraños.

            En el versículo 6 dice:

Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento. Por cuanto desechaste el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio; y porque olvidaste la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos. ¿Puedes imaginarte esto? ¿Te imaginas oyendo a Dios diciendo que tus hijos serán olvidados por Él? ¡que terrible sentencia! Ahora, Dios hecha a esta nación del sacerdocio puesto que había rechazado su instrucción.

Israel ya no tenía la capacidad de servirle como su sacerdote para ser una bendición a las naciones.

 En los siguientes versículos, Dios sigue emitiendo juicio sobre Israel. Una nación de sacerdotes, llamada a ser una luz para los gentiles, se había alejado de Él, siendo desleales al pacto. Pero Judá, que no había caído en la idolatría, debía mantenerse alejada de los lugares dónde ésta se practicaba, incluido Bet-avén, un lugar que había sido consagrado a Dios, pero que Jeroboam lo había transformado en un centro de adoración a los becerros de oro.

 Vayamos al capítulo uno para ver como Dios trata con esto. En el versículo 2, dice: El principio de la palabra de Jehová por medio de Oseas. Dijo Jehová a Oseas: Ve, tómate una mujer fornicaria, e hijos de fornicación; porque la tierra fornica apartándose de Jehová. Esto anticipa la infidelidad de la madre; es decir, la infidelidad del pueblo de Israel a Jehová su Dios. Es por esto, que el matrimonio con Gomer sirvió para ejemplificar el matrimonio de Dios con su pueblo, que había fornicado espiritualmente con otros dioses. 

 El resultado de esta unión fue su primer hijo, al cual le dio el nombre de Jezreel por orden de Jehová, porque es el nombre del valle donde Gedeón derrotó a los madianitas y se convertiría en el lugar donde Jehová haría juicio sobre Israel, debido a la violación del pacto. En ese lugar, Dios haría cesar el reino de Israel quebrantado su arco; un arco que era símbolo de su fuerza militar y el arma principal en las guerras contra otros pueblos. Gomer volvió a concebir y tuvo una hija, quien, por orden de Jehová, recibió el nombre de Lo-ruhama, que literalmente quiere decir «no compadecida»; simbolizando el juicio que vendría sobre la casa de Israel, porque Jehová Dios dejaría de tener misericordia de esta nación. Dios no tendría más misericordia de su pueblo. Ya no se compadecería de él, dando fin a la bondad amorosa que Dios tenía para con ellos. Hesed había terminado. Sin embrago, se compadeció de la casa de Judá salvándolos del asedio por parte de los asirios, reservando para sí un remanente tanto de Israel como de Judá.

 El tercer hijo de Oseas, recibió en nombre de Lo-ammi que quiere decir «no pueblo mío» simbolizando el rechazo que Dios tuvo por Israel; así, Dios dejaría de ser su Dios, y de esta forma, queda roto el pacto como si fuera una declaración de divorcio dando por terminado el pacto matrimonial de Dios con su pueblo. 

 A lo largo del segundo capítulo, se puede observar el anuncio del juicio de Dios, pero a partir del versículo 19 se deja ver nuevamente la esperanza cuando

Dios dice, v.17: Porque quitaré de su boca los nombres de los baales, y nunca más se mencionará sus nombres. V.18: en aquel tiempo haré para ti pacto con las bestias del campo, con las aves del cielo y con las serpientes de la tierra; y quitaré de la tierra arco y espada y guerra, y te haré dormir segura. Sigue diciendo en el v.19 Y te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia, juicio, benignidad y misericordia. Y te desposaré conmigo en fidelidad, y conocerás a Jehová.

 Todo esto apunta al Nuevo Testamento, como una forma de describir la grandiosidad del ministerio de Cristo, quién vino a comprar a Su novia y rescatarla de la esclavitud de satanás. Cristo pagó el precio de la novia haciéndola suya doblemente. Esto es a lo que Pablo se refiere cuando dice: no se pertenecen a sí mismos. Porque han sido comprados por un precio. Han sido comprados por la sangre de Cristo. De modo que el amor que Dios profesa por su pueblo, es a través de su misericordia y lealtad, hacia un pueblo perdido en la oscuridad espiritual. La esencia de la bondad amorosa de Dios la encontramos en aquella cruz, aquella cruz+ donde Cristo nos compró para rescatarnos de la esclavitud, haciéndonos una nación santa.

Gracias por su atención. Que Dios les bendiga ricamente.

Comparte con tus amigos