Experiencia interior – Parte 2 – Romanos 7:21-25
Meditación bíblica sobre Romanos 7:21-25 por el A.I. Saulo Murguía A.
Iglesia Nacional Presbiteriana Berith
Cd. de México
Hoy continuamos con la segunda parte de la serie que hemos titulado «Experiencia interior«.
En el video anterior estuvimos hablando de la experiencia de un creyente con respecto a la ley y el pecado.
Voy a iniciar leyendo el pasaje de Romanos 7:21-25
21 Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. 22 Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; 23 pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. 24 ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? 25 Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado.
Dijimos en el video anterior que por naturaleza el homnre no regenerado odia la ley de Dios, por las siguientes razones:
- Por ser pura, ya que la ley fue dada como expresión de la mente pura y santa de Dios.
- Por su amplitud, por su alcance. La ley alcanza a todos nuestros actos, por mas secretos que estos sean.
- Porque no cambia. Ni una parte por pequeña que sea, será eliminado de la ley. Y no cambia de acuerdo con las circunstancias. No es relativa.
Y en es ocasión concluimos diciendo que el creyente ama la ley de Dios.
El hombre no renacido, odia la ley de Dios porque ama el pecado y el creyente ama la ley de Dios porque odia su pecado.
Es importante aquí que no estamos diciendo que el creyente ya no sea capaz de pecar o que ya haya dejado de pecar.
Lo que ha pasado es que el creyente ya no ve la ley como un enemigo y además tiene la ley escrita en su corazón. De eso hablaremos en un video mas adelante.
Por ahora es necesario que hablemos de la
NATURALEZA DEL PECADO
¿Por qué el pecado no es un tema del que todos quieran hablar?
¿Es el problema del mal algo que radica en el hombre mismo o es algo que radica fuera del hombre?
¿Que es el pecado?
Al hablar de la ley de Dios, necesariamente debemos hablar del pecado.
La Biblia usa muchas palabras para el pecado. Muchas son expresiones que ven el pecado como un fracaso o un «no alcanzar» una norma.
En este sentido, el pecado es un fracaso en guardar la ley de Dios.
«Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley.» 1 Juan 3:4
Otras descripciones de pecado,
Toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; (Rom. 1:18)
Obras impías (Judas 15)
Andan en la vanidad de su mente, teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón (Efesios 4:18) y,
Estar destituido de la gloria de Dios (Romanos 3:23).
Fundamentalmente, el pecado se tiene que definirse como estar en contra de Dios. Rebelión contra Dios, romper su pacto y no vivir como portadores de su imagen al servir nosotros como reyes y sacerdotes según su voluntad y su misión.
El pecado es un hecho universal en la experiencia humana.
Pero el problema del mal radica en la persona misma, no meramente en la sociedad – o en el conjunto de seres humanos organizados de alguna forma – No es eso.
En siglos pasados, mucha gente creía -y pienso que aun en la actualidad hay quienes siguen creyendo eso- que la naturaleza humana es fundamentalmente buena, que el mal en general es causado por la ignorancia y la pobreza -dicen- y que para que los hombres vivan juntos, felices y en armonía era necesaria una reforma social y mucha educación.
Esta ilusión ha fracasado frente a los hechos ineludibles que podemos ver en la historia reciente y pasada.
Se han ampliado las oportunidades para la educación y han surgido muchos estados que ponen énfasis en el bien social. Pero, el resultado es que todas estas reformas y educación están fundamentadas en ideas que promueven el bienestar particular de quienes las promueven. El resultado es que la humanidad cada vez se hunde más en la desigualdad, la ignorancia y vemos atrocidades y conflictos por doquier. Opresión política, discriminación racial, violencia, crimen. Toda una serie una serie de cosas que en el fondo tiene pecado.
En el fondo, lo que subyace en toda esta situación es que el mal está en el interior del hombre, no importa cuan «buenas» intenciones tenga o diga tener.
Hay que protegerse de los demás con todo tipo de mecanismos en todos los ámbitos.
En nuestra seguridad, cuando firmamos contratos, no creemos en la palabra de las personas, tenemos que tener vigilancia, tenemos que tener leyes estrictas, castigos, etc. Muchas cosas.
La raiz de esto es el pecado que radica en el interior del hombre. Es el hombre -el individuo- quien debe cambiar.
Esto no puede pasar -este cambio no puede ocurrir- solo con hacer un gran esfuerzo. Es necesaria la intervención de Dios.
El Salmo 14:1-3, dice lo siguiente,
Dice el necio en su corazón:
No hay Dios.
Se han corrompido, hacen obras abominables;
No hay quien haga el bien.
Jehová miró desde los cielos sobre los hijos de los hombres,
Para ver si había algún entendido,
Que buscara a Dios.
Todos se desviaron, a una se han corrompido;
No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.
Hay personas dicen vivir correctamente, tienen su propia idea de lo que es bueno y lo que creen y creen que lo cumplen, bueno: más o menos creen que lo están cumpliendo.
Cada vez que cometen un error, dicen «soy humano». Saben que de vez en cuando se equivocan. Reconocen ciertas deficiencias de carácter. Y se comparan con otros.
Aquí, el problema es que cada vez que fallan, se dan cuenta que no pueden cumplir y entonces modifican ligeramente su estándar, bajan la altura a la cual han colocado la norma.
Haciendo una analogía:
Si ponemos una barra a 50 centímetros, todos vamos a ser excelentes saltarines. Si la subimos a 2 metros, muy pocos van a lograr saltar arriba de esa barra.
Nuestro sentido de fracaso depende de la altura a que hemos colocado nuestras normas.
La ley de Dios es la norma para nosotros. El creyente ama la ley de Dios. La norma es muy alta. Es imposible de cumplirla en su totalidad.
Es por eso que Pablo dice:
1 Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. 22 Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; 23 pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. 24 ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? 25 Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado.
Parece ser que no puedo cumplir con la ley. Pero eso no me da licencia para pecar.
¿Qué debo hacer? Seguiremos hablando de esto la próxima semana.